Las bolsas con cadáveres son colocadas una al lado de la otra en una fosa común recientemente excavada mientras la ciudad de Palu, Indonesia, comienza a enterrar a sus muertos tras el terremoto y tsunami que cobró la vida de más de 840 personas y dejó a miles sin hogar.
Se prevé que el número de muertos, principalmente en Palu, aumente conforme se llega a las zonas que quedaron aisladas a causa de los desastres. El sismo de magnitud 7,5 impactó la mañana del viernes y desencadenó un tsunami que alcanzó los seis metros (20 pies) de altura en algunas zonas.
Tiopan Aritonang, un comandante local del ejército, dijo que 545 cuerpos llegaron tan solo de un hospital. La fosa en Palu es de 10 metros por 100 metros (33 pies por 330 pies) y su tamaño puede aumentar en caso de ser necesario, comentó Willem Rampangilei, jefe de la Agencia Nacional de Mitigación de Desastres de Indonesia.
“Esto debe hacerse lo más pronto posible por motivos de salud y religiosos”, dijo. Indonesia es de mayoría musulmana, y las costumbres religiosas dictan que los entierros se lleven a cabo poco después del deceso, por lo regular en el primer día.
El portavoz local del ejército, Mohammad Thorir dijo que la zona adjunta a un cementerio público puede albergar hasta 1.000 cuerpos. Todas las víctimas, que provienen de hospitales locales, han sido fotografiadas para ayudar a sus familiares a saber en dónde se encuentran enterrados sus seres queridos. Imágenes captadas en video muestran a los residentes caminando de bolsa en bolsa, abriéndolas para ver si pueden identificar los rostros.
Alrededor del mediodía, rescatistas, con las bocas cubiertas con mascarillas, trasladaron 18 cuerpos y los colocaron en la fosa. Una retroexcavadora aguardaba para poner tierra sobre los cuerpos. Se prevén más sepulcros.
Aeronaves militares y comerciales entregaban ayuda y provisiones. Pero existe la necesidad de maquinaria pesada para acceder a posibles sobrevivientes atrapados bajo los escombros de edificios colapsados, incluyendo un hotel de ocho pisos en Palu en donde se escucharon voces debajo de los derrumbes.
También aumentó la desesperación de las personas que sufren por la falta de alimentos y suministros. La televisión local informó que unos 3.000 habitantes se trasladaron al aeropuerto de Palu para intentar salir de la ciudad. Las imágenes muestran a algunos de ellos gritando enfurecidos debido a que no pudieron abordar un avión militar. El aeropuerto apenas reinició con las operaciones de algunos vuelos comerciales.