Al-Nusra apunta a revivir el Califato Islámico, un sistema de gobierno establecido en el Islam en el que se gobierna de acuerdo a la ley constitucional y religiosa, o sharia.
En medio de las señales de deterioro del régimen de Bashar al-Assad en Siria, la preocupación de Estados Unidos y las grandes potencias por lo que pueda venir en ese país, se vuelve hacia el frente al-Nusra, el brazo de al Qaeda.
Su rápido crecimiento y creciente popularidad en una nación que se ha vuelto más religiosa a medida que la revuelta, fundamentalmente liderada por suníes, hace temer una confrontación prolongada y letal con Occidente y, quizá, con Israel.
Al-Nusra apunta a revivir el Califato Islámico, un sistema de gobierno establecido en el Islam en el que se gobierna de acuerdo a la ley constitucional y religiosa, o sharia.
Esa perspectiva alarma a muchos en Siria, desde los cristianos, los alauitas y los chiitas minoritarios, hasta los suníes tradicionalmente conservadores pero tolerantes que están preocupados porque al-Nusra intente imponer un mandato de estilo talibán.
Los miembros de Nusra se estiman en miles y el grupo es particularmente fuerte en la región norteña de Aleppo e Idlib, donde se han unido o realizado operaciones conjuntas con agrupaciones islámicas como Ahrar al-Sham y Liwa al-Tawhid.
Nusra se adjudicó el mes pasado 45 ataques en un sólo día en las provincias de Damasco, Deraa, Hama y Homs, en los que se reportaron docenas de muertos, incluidos 60 durante un único ataque suicida con bomba.
El temor a una represión con fundamento religioso ya ha llevado a los kurdos a atrincherarse en su distrito en la ciudad de Aleppo y estuvo detrás de los feroces enfrentamientos entre combatientes kurdos y de al-Nusra en el pueblo fronterizo de Ras al Ain en noviembre.
Las ideas de al-Nusra también chocan con las de una nueva coalición opositora siria que fue reconocida recientemente por docenas de países como una alternativa al régimen de Assad y que está comprometida con el establecimiento de un Gobierno democrático.
Su rápido crecimiento y creciente popularidad en una nación que se ha vuelto más religiosa a medida que la revuelta, fundamentalmente liderada por suníes, hace temer una confrontación prolongada y letal con Occidente y, quizá, con Israel.
Al-Nusra apunta a revivir el Califato Islámico, un sistema de gobierno establecido en el Islam en el que se gobierna de acuerdo a la ley constitucional y religiosa, o sharia.
Esa perspectiva alarma a muchos en Siria, desde los cristianos, los alauitas y los chiitas minoritarios, hasta los suníes tradicionalmente conservadores pero tolerantes que están preocupados porque al-Nusra intente imponer un mandato de estilo talibán.
Los miembros de Nusra se estiman en miles y el grupo es particularmente fuerte en la región norteña de Aleppo e Idlib, donde se han unido o realizado operaciones conjuntas con agrupaciones islámicas como Ahrar al-Sham y Liwa al-Tawhid.
Nusra se adjudicó el mes pasado 45 ataques en un sólo día en las provincias de Damasco, Deraa, Hama y Homs, en los que se reportaron docenas de muertos, incluidos 60 durante un único ataque suicida con bomba.
El temor a una represión con fundamento religioso ya ha llevado a los kurdos a atrincherarse en su distrito en la ciudad de Aleppo y estuvo detrás de los feroces enfrentamientos entre combatientes kurdos y de al-Nusra en el pueblo fronterizo de Ras al Ain en noviembre.
Las ideas de al-Nusra también chocan con las de una nueva coalición opositora siria que fue reconocida recientemente por docenas de países como una alternativa al régimen de Assad y que está comprometida con el establecimiento de un Gobierno democrático.