Keiko Fujimori ante grandes desafíos tras salir de prisión

La politica peruana Keiko Fujimori (D) abrazó a su esposo Mark Villanella y la prensa los rodeó cuando salió de prisión en Lima el 29 de noviembre de 2019.

La politica peruana Keiko Fujimori (D) abrazó a su esposo Mark Villanella y la prensa los rodeó cuando salió de prisión en Lima el 29 de noviembre de 2019.

La líder opositora peruana Keiko Fujimori recuperó el viernes la libertad tras 13 meses en prisión preventiva por el escándalo de Odebrecht, con el desafío de recomponer su partido ante los comicios legislativos anticipados de enero.

Su liberación se produjo luego de que el Tribunal Constitucional (TC) acogiera un recurso en su favor. Según el fallo, la líder del partido Fuerza Popular (derecha populista) de 44 años e hija del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000) deberá enfrentar en libertad las investigaciones en su contra.

En un país sacudido sin pausa por los escándalos de corrupción en la clase política, que salpicaron a cuatro expresidentes peruanos, Keiko cumplía prisión preventiva desde el 31 de octubre de 2018 por supuestamente recibir aportes ilegales de la constructora brasileña Odebrecht para su campaña electoral en 2011.

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Keiko se encuentra con un escenario político muy distinto al que había en Perú antes de su ingreso a prisión.

El presidente Martín Vizcarra, al que trató de dominar sin éxito, disolvió el Congreso hace dos meses y convocó a nuevos comicios legislativos para el 26 de enero, en los que Fuerza Popular corre el riesgo de perder la amplia mayoría que obtuvo en 2016.

Desafíos

La prisión y la crisis que golpeó a su monolítico partido por el escándalo de Odebrecht han debilitado a Keiko Fujimori, que afronta ahora el desafío de recomponer su partido de cara a esas elecciones y las presidenciales de 2021.

La familia Fujimori, de ascendencia japonesa, ha marcado la política peruana en las últimas tres décadas y tiene ahora el reto de unirse, pues Keiko rompió hace casi dos años con su hermano menor Kenji, de 39 años. Ambos se enfrentaron en una guerra fratricida por su ambición de tomar el sillón presidencial que su padre ocupó durante una década y que dejó en 2000 en medio de un escándalo de corrupción.

Muchos peruanos admiran a Alberto Fujimori porque derrotó a la guerrilla maoísta de Sendero Luminoso y la hiperinflación heredada de su antecesor Alan García. Sus hijos se beneficiaron de esta popularidad.

Keiko, que en japonés significa “hija bendita”, ha pasado la mitad de su vida envuelta en política, a la que ingresó contra su voluntad, según confesó, por una conjunción de circunstancias familiares con un signo en común: la ruptura.

En 1994, a sus 19 años, la separación de sus padres la propulsó a convertirse en primera dama sustituta. Todo en medio de un trauma familiar: su madre denunció a hermanos y familiares de su marido-presidente por comercializar donaciones de Japón destinadas a familias pobres. También dijo haber sido torturada.

Destino político

Sumido en un escándalo, su padre renunció a la presidencia en 2000 con un fax desde Japón, donde se refugió amparado en su nacionalidad nipona.

Keiko optó por quedarse en Perú y enfrentó acusaciones por presunto mal uso de fondos públicos en el pago de sus estudios en Estados Unidos. Salió limpia, y ese episodio le cimentó una imagen de mujer corajuda. Dio la batalla cuando hasta los hermanos de su padre se convertían en prófugos de la justicia.

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En 2004 se casó con el estadounidense Mark Vito Villanella y se reconcilió con su madre, decidida a llevar una vida de hogar y negocios, pero no pudo eludir el destino político familiar.

Madre de dos hijas, perdió en 2011 la presidencia en segunda vuelta ante el centroizquierdista Ollanta Humala. Volvió a perder las presidenciales en 2016, esta vez ante el centroderechista Pedro Pablo Kuczynski, aunque su partido consiguió la mayoría absoluta en el Congreso.

Hace un año, la filtración en la prensa de los contenidos del chat grupal de los líderes fujimoristas, llamado “La Botica”, develó el modo autocrático en que Keiko manejaba al Congreso peruano desde las sombras.

Su mayoría parlamentaria le permitió mantener contra las cuerdas a Kuczynski hasta forzarlo a renunciar a la presidencia en marzo de 2018, tres meses después de que el mandatario indultara a su padre.

Pero la campaña contra Kuczynski terminó por enemistarla con Kenji, debilitando al fujimorismo y contribuyendo a llevar de vuelta a su padre a prisión y a ella misma.

Eso empoderó a Vizcarra, que en su calidad de primer vicepresidente sucedió a Kuczynski.