“Esto es lo que está arrojando el mar”, Willy Villegas muestra sus manos teñidas de negro luego de alzar una red de pesca que está dañada tras un derrame de hidrocarburos ocurrido a mediados de agosto en la costa occidental de Venezuela, y que aún sigue afectando la actividad pesquera y el turismo, además de alterar la biodiversidad, según ambientalistas y pobladores.
“Esto (el derrame de petróleo) ha afectado mucho en estos 15 días”, comenta Villegas desde Boca de Aroa, una comunidad del estado Falcón, que vive de la pesca “en un 70, 80 %”.
Villegas no ha podido ir a “faenar”. Él es presidente de la asociación de pescadores del estado y contabiliza entre 300 y 500 pescadores afectados.
Es de tarde y las lanchas están en la orilla, llevan ahí rato.
“Hay secuelas de petróleo en la orilla, entonces (...) por tal motivo no hemos podido salir a pescar”, dice Villegas que también lamenta que su red, indispensable en la pesca artesanal, quedó inutilizable.
“Esto no regresa al mar (...) estaríamos contaminando, incurriendo en un delito con las especies(...) Por ejemplo, se ancla en un coral y esto es perjudicar el ecosistema marino que tenemos ahí”, explica mientras sostiene el largo tejido que poco conserva su verde original.
En otra playa, en Puerto Cabello, Carabobo, unas bolsas negras con restos de petróleo están apiladas en la arena. También hay rocas y troncos con manchas densas de hidrocarburo.
Unos hombres trabajan con maquinaria pesada. Y a unos metros unos niños están sumergidos en el agua. Otras familias, aunque pocas, pasan el rato bajo el sol.
Acá está cerca El Palito, una de las refinerías más importantes de la otrora potencia petrolera. De hecho, se ve desde la orilla.
El biólogo Eduard Klein publicó imágenes del derrame tomadas por satélites en la red social X , citadas por medios locales.
No es la primera vez
“Mira, mira el petróleo”, dice Gabriel Cabrera, activista de derechos ambientales, coordinador del Movimiento Jóvenes por el Clima, mientras abre bolsas con residuos que están puestas en la arena de la playa El Palito, en Carabobo.
En la zona, Cabrera ha documentado más de 22 derrames petroleros en los últimos cinco años.
“Hay una violación grave del derecho a un medio ambiente sano, de todos los niños que se están bañando en la playa, que están consumiendo agua; que tiene químicos, que tiene metales, que tiene plomo, que tiene un impacto en el desarrollo cognitivo de los infantes entre los tres y siete años de edad”, destaca.
Cabrera insiste en que “hasta que no se hagan las pruebas químicas no se puede determinar qué tipo de hidrocarburo es”.
La estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) no se ha pronunciado al respecto, pero comisiones de trabajadores y voluntarios fueron desplegados en esa zona para iniciar la limpieza.
A finales de 2023, se registró un derrame en El Palito por "un rebose" de "un vertido de hidrocarburos, aguas residuales o fluentes que se dirigieron al medio marino", dijo en ese momento PDVSA.
Venezuela tiene una de las mayores reservas de petróleo del mundo, pero vio caer su producción de 3 millones de barriles por día hace más de una década, a 400.000 en 2020. En la actualidad extrae 850.000 barriles diarios.
Los especialistas y sindicalistas atribuyen esa caída a malas políticas oficiales, corrupción, falta de mantenimiento de las infraestructuras, el despido y la diáspora de la mano de obra calificada, entre otras razones. El Gobierno nacional culpa a las sanciones económicas extranjeras.
Daños en corales
Al caer la brea, líquido viscoso de hidrocarburos, en los corales “mata cualquier posibilidad de oxígeno”, explica el abogado y especialista ambiental Moisés Cordero.
Y esto “no permite que próximas generaciones de corales, de especies, puedan seguir desarrollándose en la zona y tengan que emigrar a otros espacios, afectando y alterando la biodiversidad de toda la costa del Estado”, advierte.
“Puede quedarse sin especies autóctonas por la constante afectación de su hábitat natural”.
“Por ejemplo, aquí en la playa, constantemente los pescadores nos comentan que en la mañana ven cantidades de peces muertos con las agallas hinchadas por la misma brea que se destila de la refinería y afecta desde especies pequeñas hasta especies grandes”.
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