El presidente de Líbano le pidió el jueves a un profesor universitario y exministro de educación, apoyado por el grupo miliciano Hezbollah, que forme un nuevo gobierno, con lo que acabó con un estancamiento de semanas de duración, mientras persisten las protestas masivas a nivel nacional contra la élite política del país.
Sin embargo, los esfuerzos de primer ministro designado, Hassan Diab, de formar un gobierno, sin duda se toparán con obstáculos en un país profundamente dividido que pasa por su peor crisis económica desde la guerra civil de 1975 a 1990.
En su primer discurso público, Diab dijo que trabajará rápidamente para formar un gobierno que represente a una gran variedad de personas, luego de consultas con partidos políticos y representantes del movimiento de protesta.
Diab agregó que está comprometido con un plan de reforma y describió la situación actual como “crítica y delicada” y como una que requiere esfuerzos y colaboración excepcionales.
“Siento que su levantamiento me representó”, dijo Diab, cuando se dirigió a los manifestantes. Sin embargo, “pasamos por una crisis nacional que no permite el lujo de batallas personales y políticas, sino que necesita unidad nacional”.
El presidente Michel Aoun nombró a Diab primer ministro un día después de consultas con legisladores en donde obtuvo una mayoría simple del Parlamento, de 128 escaños. Sesenta y nueve legisladores, incluso el bloque parlamentario de los movimientos chiíes Hezbollah y Amal, así como legisladores afiliados con Aoun, le dieron sus votos.
Diab, un profesor de 60 años en la Universidad Americana de Beirut, tiene la abrumadora tarea de formar un gobierno para atacar la crisis financiera de uno de los países más endeudados del mundo.
En el sistema político sectario de Líbano, el primer ministro tiene que ser de la comunidad musulmana suní.
Aunque obtuvo la mayoría de los votos, Diab no logró el apoyo de los principales líderes suníes del país, ni del expremier Saad Hariri. Eso le complica formar un gabinete incluyente capaz de obtener la confianza de la comunidad internacional y desbloquear la muy necesitada asistencia para el pequeño país mediterráneo. Naciones simpatizantes, entre ellas Francia, han dejado en claro que no apoyarán a Líbano antes de que se forme un gabinete con la reforma en mente.