Músicos venezolanos se ganan la vida tocando en las calles de Bogotá, Colombia. Se fueron de Venezuela por la crisis económica y aseguran que, en las vías públicas, recogen el dinero suficiente para pagar arriendo y comida.
Salvador Maiolino toca el violonchelo 5 horas al día, en espacios públicos de la capital colombiana. Salió de Venezuela hace dos años, pues el salario que ganaba en la sinfónica local de su estado no alcanzaba para mantener a su esposa y tres hijos.
"No todo el mundo puede con esto. No todo el mundo puede salir a las calles y llegar con los bolsillos llenos a su casa", afirma Maiolino a la Voz de América.
Cuenta que, al llegar a Bogotá, se dedicó a varios oficios diferentes a la música, pero no lograba ganar lo suficiente para pagar el arriendo. Fue así como decidió ir por dinero extra en las calles.
"Había gente que me decía que buscara trabajo, que buscara oficio, que buscara qué hacer. Mucha gente que te miran de arriba abajo. Es la parte difícil del tema. Que te hace sentir deprimido", agrega el violonchelista.
También lea La realidad que le espera a un migrante en BogotáSegún relata, los ingresos que reúne le permitieron abandonar sus otros trabajos para quedarse solo con el violonchelo, ya no en una orquesta, sino en plazas y parques, y ocasionalmente, consigue algún contrato para tocar en un evento.
En otra zona de Bogotá, Lisandro Briceño, un profesor de música venezolano y técnico superior universitario en recursos naturales renovables, interpreta con su arpa los sonidos del llano venezolano.
"Cuando comencé a tocar no me sentía muy cómodo. Porque yo di clases. Estudié en un conservatorio bien chévere y la calle es como sinónimo de informalidad", relata Briceño.
Llegó hace tres años a Colombia y tocaba en un restaurante de la capital colombiana dos días a la semana, pero un aprieto económico lo llevó al paseo donde, hoy, dice sentirse cada vez más a gusto.
“No podía pagar el arriendo. Se me estaba haciendo todo muy complicado. Estaba ya pensando devolverme y dije: No, yo no puedo devolver derrotado ¡jamás! Eso fue lo que me impulsó a tocar así en las calles”, asegura Briceño.
Asegura sentirse orgullo de que, cuando le preguntan qué música está tocando, le dice que es de “su país, de su patria”.
700 músicos venezolanos viven en Colombia, 200 de ellos en Bogotá, de acuerdo con cifras de la Fundación para la Integración Musical de Colombia. Para muchos de ellos, la calle no es sólo la fuente de ingresos sino también de reconocimiento.
A Alex Beja, un venezolano de 22 años, lo sorprendió el vocalista de la agrupación mexicana Camila mientras cantaba frente a un restaurante y lo invitó a grabar un tema con la banda.
Beja estaba estudiando Publicidad y Mercadeo en Venezuela, pero al perder su empleo en una panadería, la situación económica lo alcanzó. “Me tocó tomarme mi vaso de agua y ver video de gente preparando comida rica para yo mentalmente decir que comí”.
A pesar de ese episodio con Camila y de tener más de un año en Colombia, confiesa que sigue intentando llegar a fin de mes con lo que los transeúntes le dan.
"A pesar de que trabajo así de esta forma estoy mejor. Porque puedo conseguir un dinero que sí me sirve. Me rinde. Con 40 mil pesos me puedo meter a un mercado. En cambio, en Venezuela obviamente no es así", relata Beja.