El recuento de los daños del sismo de magnitud 7,1 que sacudió el centro de México esta semana no ha sido, afortunadamente, de grandes estragos ni de decenas de muertos.
En Guerrero, epicentro del sismo, el gobernador Héctor Astudillo reportó la muerte de una persona, daños en autopistas y en algunas viviendas, comercios y hoteles, y cortes de energía en zonas determinadas.
En el 2017, un sismo de magnitud similar dejó 369 muertos y más de 7.000 heridos en todo el país. Según el sismólogo Rogelio Torres, geofísico de la Universidad Nacional Autónoma de México, varios factores determinaron que no ocurriera un escenario catastrófico.
Torres dijo que ayudó que se haya avanzado en la cultura de la prevención y el uso de la alerta sísmica, pero sobre todo influyó el epicentro del sismo y el tipo de movimiento telúrico.
“Tiene que ver con la cercanía de las poblaciones hacia la parte donde fue el origen del sismo”, explicó. “El sismo de hace cuatro años tuvo un origen muy cercano a la Ciudad de México, eso hace que se intensifique, que sea mayor la intensidad del movimiento”.
Terremoto de 7,0 sacude el sur y centro de México
Agregó que el sismo reciente “fue en las costas de Guerrero (…) aproximadamente cuatro o cinco veces más lejano (…) y eso hace que el movimiento sea mucho menor”.
En materia de desastres naturales son las fuertes lluvias las que han causado mayores estragos en el Valle de México, en particular en Tula, Hidalgo, donde las inundaciones provocaron la pérdida de luz en un hospital y la muerte de 17 personas, 15 de ellas enfermas de COVID-19 que se encontraban conectadas a un respirador.
El miércoles por la noche, elementos del ejército evacuaron algunas colonias ante el riesgo de nuevas inundaciones.
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