El periodismo en Venezuela se ha convertido en una de las profesiones más difíciles de ejercer.
Venezuela está sumida en manifestaciones sociales y protestas, mientras mi labor es cubrir los hechos.
Pero para los periodistas, sin importar el medio, se ha convertido en una odisea.
Como en cualquier batalla campal, los comunicadores estamos en el fuego cruzado y la cámara es nuestra única arma para captar la verdad.
No voy a negar que existe miedo y ese es el miedo que me hace seguir.
Las diferentes amenazas de cierres contra los medios de comunicación, nacionales e internacionales continúan y los que estamos aquí nos preguntamos si hoy será “mi turno”.
Es realmente aterrador sentir que informar lo que sucede de la manera más objetiva e imparcial podría acarrear graves consecuencias para cualquiera.
La polarización política y el acceso a personajes del gobierno son cada día mayores. Confieso que debo pensarlo varias veces para sacar una cámara y grabar lo que sucede, el miedo y la censura se respira en todas partes.
Si transmitimos lo que realmente sucede en Venezuela, corremos peligro. Si no lo hacemos, recibimos ofensas y amenazas.
La mirada de la guardia nacional o policías desplegados en todo el país nos estremece. Por lo general miran la cámara, el carné de prensa y quizás en un descuido, gracias a los gritos de los manifestantes, pasamos por desapercibidos.
Los guardias están atentos, mucho mas después que el gobierno señaló que en el país se está ejecutando un “golpe de estado suave”, con la colaboración de la prensa nacional e internacional.
Hacer clic con la cámara o con un teléfono nos pone en la mira de los militares que reciben ordenes.
Los medios se sienten censurados, los periodistas atemorizados y la gente, en el exterior o interior, esperando un Twitter o un video que diga la verdad de lo que hoy sucede moneda en Venezuela con la mayor imparcialidad posible.
Pero para los periodistas, sin importar el medio, se ha convertido en una odisea.
Como en cualquier batalla campal, los comunicadores estamos en el fuego cruzado y la cámara es nuestra única arma para captar la verdad.
No voy a negar que existe miedo y ese es el miedo que me hace seguir.
Las diferentes amenazas de cierres contra los medios de comunicación, nacionales e internacionales continúan y los que estamos aquí nos preguntamos si hoy será “mi turno”.
Es realmente aterrador sentir que informar lo que sucede de la manera más objetiva e imparcial podría acarrear graves consecuencias para cualquiera.
La polarización política y el acceso a personajes del gobierno son cada día mayores. Confieso que debo pensarlo varias veces para sacar una cámara y grabar lo que sucede, el miedo y la censura se respira en todas partes.
Si transmitimos lo que realmente sucede en Venezuela, corremos peligro. Si no lo hacemos, recibimos ofensas y amenazas.
La mirada de la guardia nacional o policías desplegados en todo el país nos estremece. Por lo general miran la cámara, el carné de prensa y quizás en un descuido, gracias a los gritos de los manifestantes, pasamos por desapercibidos.
Los guardias están atentos, mucho mas después que el gobierno señaló que en el país se está ejecutando un “golpe de estado suave”, con la colaboración de la prensa nacional e internacional.
Hacer clic con la cámara o con un teléfono nos pone en la mira de los militares que reciben ordenes.
Los medios se sienten censurados, los periodistas atemorizados y la gente, en el exterior o interior, esperando un Twitter o un video que diga la verdad de lo que hoy sucede moneda en Venezuela con la mayor imparcialidad posible.