Al principio todo parece una postal. Las imágenes del Capitolio o de las calles de Washington cubiertas de nieve son espectaculares, pero tanta belleza tiene un precio.
No es la nevada en sí, es el cambio de ambiente. De una calle vestida de blanco al contraste de una calle intransitable o llena de agua, hielo y arena.
En menos de dos días la “postal” desaparece. El servicio de transporte queda interrumpido, los estacionamientos se llenan de nieve recogida por camiones, las calles se congelan, la gente se resbala y algunos árboles se caen debido al peso del hielo.
Para poder transitar por las calles, el gobierno debe presupuestar cada año el costo de trabajadores, camiones, palas y sal de piedra, la cual se esparce en las calles para que se derrita la nieve.
Esta nevada le cuesta a Washington unos seis millones de dólares, por lo menos ese es el presupuesto. Esta vez va a costar mucho más, pues desde diciembre ya han caído tres nevadas.
Washington, la capital, está entre dos estados, Maryland y Virginia, a cada estado le cuesta $36 millones de dólares la nevada.
Pero este costo no es solo para la ciudad, también sufre el bolsillo de algunos residentes. Algunos restaurantes, tiendas, droguerías y supermercados cierran sus puertas. Algunos empleados dejan de percibir su salario o sus propinas.
Las clases se cancelan, los niños permanecen en casa y uno de los padres debe quedarse cuidándolos.
La “postal” de la que todos quieren ser parte se vuelve caótica, sin embargo, hay tiempo para todo, hasta para divertirse.
Una guerra de bolas de nieve o un poco de “snowboard” en el patio de la casa cabe dentro del refrán de que “a mal tiempo buena cara”.
El costo de una nevada
La nieve sobre Washington se ve hermosa, pero tiene un precio muy alto para la ciudad y los contribuyentes.