Francisco advirtió el jueves a los obispos de Kazajistán que no alimenten la nostalgia del pasado, como hizo uno de sus críticos tradicionalistas al sugerir que la participación del pontífice en una conferencia interreligiosa podría implicar su respaldo a un “supermercado de las religiones”.
Las palabras de Athenasius Schneider, obispo auxiliar de Astana, podrían haberse esperado ya que es uno de los críticos más destacados de Francisco y denuncia regularmente lo que considera que son sus ambigüedades doctrinales además de su enfoque excesivamente progresista en temas como la homosexualidad o el acercamiento entre religiones.
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El pontífice inició su tercer y último día en Kazajistán reuniéndose con obispos, sacerdotes y monjas en la catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en la capital, Nur-Sultan. Más tarde pronunciará el discurso de clausura de un encuentro interreligioso patrocinado por el gobierno, en el que se espera que insista en que la religión no puede utilizarse nunca para justificar una guerra, un llamado que se produce con la invasión rusa de Ucrania como telón de fondo.
De los 19 millones de habitantes de Kazajistán, cerca de 125.000 son católicos, frente a una mayoría de musulmanes o cristianos ortodoxos. Francisco instó el jueves a sus sacerdotes y obispos a encontrar la gracia en el tamaño reducido de la institución y a no obsesionarse con normas y reglamentos rígidos ni con la nostalgia por el pasado.
“La fe no se transmite de generación a generación como un conjunto de ideas que hay que comprender y seguir, como un código fijo y atemporal”, señaló añadiendo que, debido a su pequeño tamaño, la Iglesia necesita gente de otros credos.
“Quizás nos demos cuenta, en un espíritu de humildad, que solo juntos en el diálogo y la aceptación mutua podemos conseguir realmente algo bueno para el beneficio de todos. Esta es la tarea especial de la Iglesia en este país: no ser un grupo atrapado en la misma forma de hacer las cosas o replegado en su caparazón por sentirse pequeño, sino ser una comunidad abierta al futuro de Dios”.
Entre los asistentes al acto estaba el obispo Schneider, quien se ha unido a otros cardenales y obispos tradicionalistas y conservadores en las críticas a varios de los gestos simbólicos del Papa y a lo que califican de ambigüedades doctrinales en cuestiones como el divorcio y las segundas nupcias, la homosexualidad y las relaciones interreligiosas.
En concreto, Schneider se unió al cardenal estadounidense Raymond Burke en su crítica al documento firmado en 2019 por Francisco y el gran imán de la universidad al-Azhar de El Cairo que, entre otras cosas, decía que todas las religiones son “queridas por Dios”. Algunos críticos católicos sostienen que esa idea podría conducir a un relativismo que aceptaría que todas las religiones son caminos igual de válidos a Dios, cuando el Vaticano sostiene que el catolicismo es el único camino verdadero a la salvación.
En declaraciones a reporteros antes de la visita papal a la catedral, Schneider describió sus críticas como consejos respetuosos y fraternales” a Francisco que nacen del amor y proporcionan “una ayuda real a la Iglesia”.
“Esto es normal porque no somos empleados del papa”, dijo. “Somos hermanos. Tenemos que hablar con respeto cuando reconocemos algo como un peligro para toda la Iglesia. Esto es una ayuda”.
El obispo celebró la visita del papa a Kazajistán, que ha albergado una conferencia interreligiosa con líderes musulmanes, cristianos, judíos, budistas, taoístas y de otras religiones para promover el diálogo como una fuerza de paz. Pero Schneider advirtió que la participación de Francisco en un evento internacional de tal envergadura podría poner en cuestión lo que, según él, es el papel único de la Iglesia católica para proporcionar el único camino a la salvación.
“El congreso en sí tiene el buen objetivo de promover el respeto mutuo y la comprensión en el mundo actual. Pero también tiene un peligro porque podría dar la impresión de un ‘supermercado de las religiones’ y esto no es correcto porque solo hay una religión verdadera, que es la católica, fundada por el propio Dios”, apuntó Schneider.
El religioso instó además al Vaticano a reconsiderar su participación en este tipo de eventos en el futuro y a centrarse en su lugar en la construcción de relaciones a un nivel más local.
A pesar de sus críticas, Schneider tuvo un papel importante en el acto del jueves en la catedral: ayudó a empujar al silla de ruedas de Francisco por el pasillo de la catedral al inicio y presentó a los dignatarios que saludaron al papa al final, actuando como traductor. Además, despidió al pontífice cuando se marchó en su pequeño Fiat 500 blanco.
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