Estas son las impresiones de algunas personas que viven en Nueva York, quienes a pesar de no haber olvidado aquel 11 de septiembre de 2001, han aprendido a vivir con él.
Dolor. Nadie se niega a hablar porque es tan grande el dolor que las palabras no bastan. Tristeza. Las lágrimas afloran; cada dos frases hay una tentativa de romper a llorar. Recuerdos. La pregunta de si recuerda dónde estaba cuando sucedió el 11-S se obvia. Sangre, dolor y lágrimas, en esas torres estábamos todos.
Joshua López no perdió a nadie, los perdió a todos. “Podía ser cualquiera, mi padre, mi hermano. He venido aquí a mostrar mis respetos a la gente que aquí perdió la vida. Yo creo que a los ojos de Dios todos somos iguales, y todos éramos familia”, dice López, que lleva tatuada una lágrima en la mejilla izquierda. Como tantos otros, o como todos se podría decir, ha venido a la zona cero a honrar a las víctimas. Sin patria, sin color, sin edad, sin sexo; en esas torres estábamos todos.
Es un día gris en Nueva York, y aunque no lo fuera lo parecería. Policía, policía y más policía custodia cada milímetro de estas calles para crear la sensación de seguridad. Pero no hay miedo en las caras de la gente, sino fortaleza. “Pueden pasar diez, veinte o treinta años, pero no nos venceremos”, dice Josué Quelito, de Puerto Rico.
Diez años después del día en que Estados Unidos volvió a ser uno, el pueblo demuestra que puede estar unido en las alegrías y el dolor. Aquel 11 de septiembre cambió la historia, y hoy al contrario que hace 12 años se vive esa sensación de estar en el lugar y el momento adecuado, rindiendo homenaje a quienes perdieron la vida.
Dos piscinas simbolizan hoy el vacío que esas víctimas dejaron a su ida. Una lágrima, una rosa, un cartel. El recuerdo. La memoria. “La esperanza de que nada tan horrendo vuelva a pasar”, resume Álvaro Torre, de Medellín, Colombia.
Nueva York de luto
Las calles están cerradas y la seguridad es muy fuerte en los alrededores de la zona cero en Nueva York, donde se desarrolla la ceremonia oficial del aniversario número once de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2011.
La mexicana Mery Briceño, explicaba que llegó a Nueva York "para acompañar al pueblo de Estados Unidos en un momento de dolor" y dijo entender el sentimiento, en medio de la situación que vive su país "con tanta violencia y pérdidas de vida". Sin embargo, a pesar de toda la tensión previa, Briceño dice "no tener miedo de que pueda pasar algo en Nueva York, se siente una ciudad muy segura".
Joshua López no perdió a nadie, los perdió a todos. “Podía ser cualquiera, mi padre, mi hermano. He venido aquí a mostrar mis respetos a la gente que aquí perdió la vida. Yo creo que a los ojos de Dios todos somos iguales, y todos éramos familia”, dice López, que lleva tatuada una lágrima en la mejilla izquierda. Como tantos otros, o como todos se podría decir, ha venido a la zona cero a honrar a las víctimas. Sin patria, sin color, sin edad, sin sexo; en esas torres estábamos todos.
Es un día gris en Nueva York, y aunque no lo fuera lo parecería. Policía, policía y más policía custodia cada milímetro de estas calles para crear la sensación de seguridad. Pero no hay miedo en las caras de la gente, sino fortaleza. “Pueden pasar diez, veinte o treinta años, pero no nos venceremos”, dice Josué Quelito, de Puerto Rico.
Diez años después del día en que Estados Unidos volvió a ser uno, el pueblo demuestra que puede estar unido en las alegrías y el dolor. Aquel 11 de septiembre cambió la historia, y hoy al contrario que hace 12 años se vive esa sensación de estar en el lugar y el momento adecuado, rindiendo homenaje a quienes perdieron la vida.
Dos piscinas simbolizan hoy el vacío que esas víctimas dejaron a su ida. Una lágrima, una rosa, un cartel. El recuerdo. La memoria. “La esperanza de que nada tan horrendo vuelva a pasar”, resume Álvaro Torre, de Medellín, Colombia.
Nueva York de luto
Las calles están cerradas y la seguridad es muy fuerte en los alrededores de la zona cero en Nueva York, donde se desarrolla la ceremonia oficial del aniversario número once de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2011.
La mexicana Mery Briceño, explicaba que llegó a Nueva York "para acompañar al pueblo de Estados Unidos en un momento de dolor" y dijo entender el sentimiento, en medio de la situación que vive su país "con tanta violencia y pérdidas de vida". Sin embargo, a pesar de toda la tensión previa, Briceño dice "no tener miedo de que pueda pasar algo en Nueva York, se siente una ciudad muy segura".