En 2014, el venezolano Nixon Leal había sido arrestado numerosas veces tras participar en las violentas protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro.
"Duré dos años, siete meses y 22 días detenido ahí [en el SEBIN]”, recordó Leal.
En diciembre de 2016, Leal recuperó su libertad, sin embargo, una libertad sin valor ya que, según explica, se vio forzado a entrar a la clandestinidad tras recibir amenazas.
En entrevista exclusiva con la VOA, Leal dijo que después de que las fuerzas del orden público allanaran el hogar de su madre, y de que lanzaran otra amenaza contra él, el activista decidió huir de Venezuela y convertirse en un exiliado más via la ruta que muchos migrantes no sobreviven: el Tapón del Darién o el “infierno verde”.
VOA: ¿Cómo comienza esta travesía que te lleva dentro de una de las selvas y rutas migratorias más peligrosas del mundo?
Leal: Para mí ningún país de Latinoamérica era opción porque precisamente entendía que en cualquier momento iba a cambiar el poder. En Cúcuta duré tres meses entrenando mucho porque había tomado la decisión de irme por la selva entonces tenía que tener resistencia. Fueron tres horas desde Necoclí hasta Capurganá.
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VOA: ¿Alguna vez pensaste en cancelar y regresarte a Venezuela o a Colombia?
Leal: Ya no había vuelta atrás. O me quedo en Cúcuta y me agarran, me meten preso. Yo sé como soy y voy a terminar yéndome a Venezuela, metiéndome en otro problema que me garantiza la muerte. O me voy por la selva, me puedo morir igual, pero al menos algo que yo estoy controlando ya cuando entra Venezuela ya no controlo nada. Además que si me muero será buscando mi propia libertad. Y yo pienso que eso tiene una gota de honra.
Pase un primer río que es una quebradiza pequeñita y se escucha el sonido de los insectos. Ese es el primer aviso de que está entrando en la selva.
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VOA: ¿Qué llevaste contigo y cómo decides qué llevar?
Leal: Mucha gente comete el error, ya sea por la desinformación, el desespero, el miedo, y compra lo que no tiene que comprar. Hacen cosas que no tienen que hacer para la selva y al final pierden el dinero y pueden perder hasta la vida.
Yo fui sencillo ropa deportiva, pegada al cuerpo y vaselina por todo el cuerpo. No hubo un lugar en mi cuerpo que no me echara vaselina, porque la humedad, el sudor, la ropa, las ramas, todo eso te corta la piel y en un momento no puedes ni caminar de lo irritado y cortado que estás. Poquita comida para no cargar peso y poquita ropa también porque había visto que las personas se cansaban y empezaban a tirar todo hasta la comida.
VOA: ¿Cuánto duro la travesía?
Leal: En total son cuatro días y cuatro noches en la selva. Subes tres lomas le llaman las lomas de la muerte. Ya después que sale de esas lomas cae al río. Siempre la selva es tupida. No ves el cielo, es pura rama y todo el tiempo está lloviendo todo el tiempo te mojado, todo el tiempo estás lleno de barro, todo el tiempo andas escalando todo el tiempo andas descendiendo, agarrándote de las raíces, haciendo a veces tu propio escalones con con las propias botas para poder apoyar el pie y poder seguir escalando. Y para mí eso fue muy difícil.
Entonces salimos al río, nos lavamos ahí, nos quitamos todo el barro, empezamos el camino por el río. Al coyote le dimos cien dólares antes de entrar a la selva y 50 al llegar al río. Habíamos pasado sustos pero terminaron siendo 4 días.
VOA: ¿Qué fue lo más impactante que viste durante la ruta?
Leal: Recuerdo el primer muerto que vi. Era algo como que… me sorprendió mucho. Recuerdo que en frente del muerto, de la persona que estaba ahí ahogada, como que el río descendió y ella o él se atascó con las piedras.
La primera regla para tu saber cuando ya estás saliendo del río, o que te estás acercando al asentamiento indígena panameño, es que el río empieza a expandirse. Ya no vas tanto en escalones, es más plano.
Ahí fue donde vimos el primer cadáver. Luego después, a mitad de camino, unos huesos. Y recuerdo que en los huesos esa persona tenía una camisa toda rasgada del Barcelona. Eso me llamó la atención porque se veía como una escena de una película donde ponen unos huesos ahí a alguien con una camisa como para decir aquí estuvo alguien que murió y tenía puesta una camisa del Barcelona. Ya no asimilaba. No es fácil.
VOA: Finalmente llegas al indígena panameño y luego a México, ¿cómo fue esa experiencia?
Leal: Cuando llegué el asentamiento indígena panameño, eso era otra realidad. O sea, un pueblito ahí que no está preparado para recibir a tantas personas en un día.
No hay comunicación, entonces para agarrar señal tienes que subir a una loma. Cuando me paro en esa loma, esa montaña y veo atrás, veía el río como una serpiente y se perdía la serpiente. Y luego venían las lomas de la montaña y las nubes tapaban las lomas. Y yo le digo a mi amigo “¿estás viendo eso?”. Y él me dice “sí”. “Nunca se te olvide, le dije. Nosotros venimos de ahí”.
Llegue a México. Aquí tal vez no me deporten, pero los accidentes en el camino ocurren y México es perfecto para ese entonces dije “no, yo sigo mi camino” y esperamos dos semanas tras reunir otro poco más de dinero, conseguir un puesto en un carro que nos dejara cerca del río. Me dejaron en Ciudad Acuña y ahí cruzamos el río sin ningún coyote. Llegué a la frontera y hay que entregarse al Border Patrol. Me dieron un ticket rojo. Y nos dicen que hagamos una fila. Según los números nos iban llamando y haciendo la fila. Nos llevaron a un centro de detención para migrantes y ahí duré como 83 días.
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VOA: ¿Regresarías a Venezuela?
Leal: Regresarme en este momento, con la situación como está, no lo haría. ¿Para qué voy a ir en este momento con Maduro en el poder? Es como cavar mi propia tumba o yo mismo construir mi propia celda eternamente.
Yo volvería, pero lo haría también con cuidado, porque la realidad es que ellos me lo dijeron, cuando a mí me liberaron del SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) que tenía que estar pendiente porque los accidentes ocurrían en el camino.
Yo llegué a Estados Unidos por seguridad, mi propia seguridad, salvar mi vida. Entonces sería incongruente que me sometiera a todos esos riesgos, lograra eso que quería que era estar seguro para luego devolverme y ponerme en peligro. No tiene sentido.
Yo pienso que yo sí me devolvería aunque suene irresponsable. Si considero que el esfuerzo, la meta global sería “mira, sabes qué? Si nos devolvemos a Venezuela y hacemos lo que tenemos que hacer para derrocar al sistema, vamos a obtener la libertad”... bueno, sí vamos. No lo pienso dos veces. Pero mientras no haya esa oportunidad no se creen esos escenarios, no tiene sentido.
Ya llega un momento en que las otras generaciones tienen que asumir un rol importante que fue el que nos tocó asumir a nosotros.
VOA: Varios de ustedes se reunieron con el secretario general de la Organización de Estados Americanos, OEA, Luis Almagro. ¿Cuál fue el propósito de esa visita?
Leal: Para la OEA y la ONU, la intención siempre ha sido denunciar a Maduro como víctimas de él y su dictadura para que la comunidad internacional crea.
Porque pasa que la política de ambos bandos, siempre tienden a ocultar sus errores como gestos de buena fe entre ellos para poder negociar. Lo que convierte a las víctimas en una piedra en el zapato.
Por eso vamos y denunciamos. Para marcar un precedente porque eso es lo único que las negociaciones y la política no pueden ocultar, es decir, a las víctimas.
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