El mexicano Jorge Toribio lleva 10 años repartiendo comidas en su bicicleta. Su jornada transcurre pedaleando sin importar si hace frío o cae lluvia o nieve, como sucedió con la reciente tormenta invernal. Durante el mal tiempo aumentan los pedidos y su oportunidad de ganar un poco más, pero también corre más riesgos.
“A veces tiran aceite de las pinturas verdes y ahorita cuando está nevando se pone más resbaloso la pintura”.
Los repartidores de comida ya son parte del paisaje neoyorquino y cuando las autoridades piden a los residentes quedarse en sus casas por el mal tiempo, son ellos los que salen a la calle y mueven la economía de la ciudad. En sus bicicletas no faltan los guantes en el manubrio, para mantener sus manos calientes y poder maniobrar.
Las cargas pesadas son otro inconveniente. Tomás Acosta, repartidor de pedidos de raíces dominicanas, dice que ha transportado más de 200 kilos en su bicicleta y que así se le hace más difícil frenar. Él pide que se regule el peso máximo que puede llevar un repartidor en especial durante el clima extremo.
“Muy difícil y más que vivo cargando cosas pesadas y a veces es bien difícil porque las escaleras están bien resbalosas y tengo que cargar los deliveries a un quinto piso”.
Según el Proyecto de Justicia laboral, cerca de 65 mil personas trabajan repartiendo comidas en Nueva York y de estos un 70 por ciento son hispanos. Ángela González, Voz de América, Nueva York.