De guerrilla a partido. ¿Qué ha pasado con las FARC en 5 años de paz?

El líder rebelde de las FARC, Rodrigo Londono, aliasTimochenko (C) hablando con Pastor Alape (L) e Iván Márquez durante la ceremonia de clausura de un congreso rebelde cerca de El Diamante en los Llanos de Yari, Colombia, el 23 de septiembre de 2016. REUTERS /Juan Vizcaíno

Divisiones internas, falta de impacto en el panorama legislativo nacional y una dirección vertical son algunas de las razones por las que el partido de Comunes no parece despegar, cinco años después de la firma de los acuerdos de paz en Colombia.

Los acuerdos de paz firmados entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC en 2016 marcaron un punto de giro en la historia del país suramericano. El desarme y la conversión de la organización insurgente a partido político, finalizado el 2 de septiembre de 2017, fue para muchos una muestra más del triunfo de la democracia y un paso de avance hacia el fin definitivo del conflicto.

A cinco años de esa transformación, el camino recorrido por el ahora partido Comunes ha sido de todo menos fácil. Divisiones internas, falta de impacto en el panorama legislativo nacional y la insistencia en una dirección vertical que sigue recordando al mando guerrillero son algunas de las razones por las que la formación no parece despegar por completo.

La llegada al poder del exguerrillero Gustavo Petro y la nueva disposición a abrir el diálogo con otro grupo insurgente, el ELN, podría situar a Comunes en una mejor posición para afianzar su presencia en el futuro.

Un largo camino hacia la paz

Unas tres décadas tuvieron que pasar antes de que la guerrilla más antigua de Latinoamérica llegara finalmente a un pacto duradero con el Gobierno de Colombia. Antes de la firma de la paz el 26 de septiembre de 2016, otros tres presidentes intentaron materializar un acuerdo con los rebeldes. Finalmente fue Juan Manuel Santos (2010-2018) quien estampó su rúbrica junto a Rodrigo Londoño, alias Timoleón Jiménez o Timochenko, el último comandante de las FARC.

Los acuerdos se negociaron en La Habana en un clima a veces enrarecido por las frecuentes incursiones de uno y otro bando, que mantenían el conflicto mientras conversaban. Más de una vez el diálogo pendió de un hilo debido a incursiones o ataques, pero frecuentes altos al fuego ayudaron a la progresión de las conversaciones.

En cumplimiento con lo acordado en lo referente a la reincorporación política, económica y social de los combatientes, a partir de noviembre de 2016 los guerrilleros comenzaron una transición a la vida civil que culminó a finales de agosto del año siguiente.

De la guerrilla más antigua al partido político más joven

Casi un año después de la histórica firma en Cartagena en septiembre y la reafirmación en noviembre siguiente en Bogotá, el 2 de septiembre de 2017 las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia cambiaron las armas por la política y pasaron a llamarse Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, manteniendo las mismas siglas.

Para muchos, FARC recordaba un sangriento conflicto demasiado reciente y ni los 10 asientos en las dos cámaras del legislativo, ni la voluntad de los exguerrilleros por demostrar su voluntad de mantener la paz lograron que la nueva organización se despojara del estigma.

Para evitar las asociaciones y comenzar un nuevo camino, desde enero de 2021 el partido FARC cambió oficialmente su nombre a Comunes, nombre con el que ha querido marcar una distancia de su pasado militar y también de exmiembros que se resisten a aceptar los nuevos tiempos de paz.

Divisiones y roces internos

Según los acuerdos, Comunes tiene asegurados cinco curules en la Cámara de Representantes y cinco en el Senado durante las dos próximas legislaturas, aunque no alcancen el mínimo de votos. Esto asegura la presencia de la organización en la vida política de Colombia, una influencia deslucida por divisiones y conflictos internos entre antiguos líderes insurgentes.

La escisión de grupos liderados por importantes figuras de la antigua guerrilla como Andrés París, y participantes del proceso de paz como Victoria Sandino y Benkos Biohó han sido vistos como una mala señal y una crítica a la gestión de Londoño, ahora al frente de Comunes.

La mayoría de las facciones de Comunes insisten en que la dirección del partido recuerda mucho a la estructura de la antigua guerrilla y en lugar de ser más horizontal, como demanda la democracia, continúa siendo vertical y autócrata.

Biohó, un habitual en la mesa de conversaciones de La Habana, incluso llegó a declarar que “nunca hubo voluntad de construir un partido” por parte de la cúpula de las FARC, que “pretendía hacer un traspaso de una estructura vertical de liderazgo” que no funciona para un partido.

Sobre Comunes pesa también la polémica alrededor de Seuxis Pausias Hernández Solarte, alias Jesús Santrich, quien ocupó un asiento en la Cámara a pesar del rechazo generalizado por su historial en la guerrilla. Santrich terminaría abandonando el proceso de paz y regresando a las armas poco después.

Un futuro incierto

La estigmatización todavía pesa sobre las antiguas FARC. A pesar del cambio de nombre y su manifiesta voluntad por adherirse a los Acuerdos de Paz, Comunes no acaba de despegar, y en parte se debe a que todavía no cuentan con la entera confianza de la mayoría de los colombianos.

El propio Londoño ha abordado este elemento decisivo y al mismo tiempo ha reconocido que también ha influido la falta de preparación de los excombatientes para afrontar una nueva vida en la arena política.

Comunes no ha tenido mucho éxito impulsando proyectos propios y en su mayoría se han limitado a acompañar iniciativas y respaldar a sectores de la oposición con respaldo en el Legislativo.

La baja votación en las elecciones legislativas de 2018 y las votaciones para alcaldías en 2019 son prueba de la frialdad con la que son recibidos en Colombia. Esto podría complicar el camino para mantener la presencia en la vida política del país cuando acabe el periodo de gracia garantizado por los Acuerdos.

Todo esto podría cambiar con la llegada de Petro al poder y la oportunidad de compartir experiencias en el proceso de paz con el ELN, que podría reiniciar muy pronto en La Habana, el mismo escenario del anterior diálogo.

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