La devastación que ha provocado el COVID-19 en el mundo desarrollado afecta los soportes financieros para las personas en Latinoamérica, África y Asia.
El Banco Mundial calcula que la cantidad récord de 529.000 millones de dólares fue transferida de países desarrollados a través de canales oficiales en 2018, el último año del que hay cifras disponibles. Miles de millones más se movieron sin pasar registro. Muchas de esas remesas son enviadas a casa por personas que tienen empleos u ocupaciones de servicio, como jornaleros, que no reciben un cheque mensual y son los más afectados por la crisis mundial. Algunas también llegan de inmigrantes sin residencia legal que no están incluidos en los enormes paquetes de apoyo financiero aprobados en economías desarrolladas.
Al cerrar las industrias por el coronavirus, muchos trabajadores en Miami, Las Vegas, Londres y otros centros económicos ya no pueden enviar los 50, 100 o 200 dólares a Honduras, Somalia o India. La conmoción lleva a sus familiares a la desesperación.
En África, en donde las remesas han llegado a superar el apoyo extranjero y la inversión extranjera directa, y unos 82.000 millones de dólares entraron sólo durante 2018, incalculables millones de personas ya sienten el apuro. Una compañía de Europa que transfiere dinero a África tuvo una caída de 80% en el volumen en una sola semana, informó el mes pasado el Centro para la Inclusión Financiera con sede en Washington.
Aquí puede escuchar este informe:
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