Rusia se engalanó el jueves con aires patrióticos para el Día de la Victoria, una celebración de la derrota de la Alemania nazi en la II Guerra Mundial que el presidente, Vladimir Putin, ha convertido en un pilar de sus 25 años de poder y una justificación de su ofensiva en Ucrania.
Aunque 79 años después de que Berlín cayera ante el Ejército Rojo quedan pocos veteranos vivos de los que Rusia llama la Gran Guerra Patriótica, la victoria sobre la Alemania nazi sigue siendo el símbolo más importante y venerado del poderío del país y una pieza clave de su identidad nacional.
Las celebraciones del jueves en Rusia, lideradas por Putin, que esta semana comenzó su quinto mandato en el cargo, recuerdan ese sacrifico bélico y se han convertido en su feriado secular más importante.
“El Día de la Victoria une a todas las generaciones”, dijo Putin en un discurso durante el desfile en la Plaza Roja. “Avanzamos esgrimiendo nuestras tradiciones centenarias y confiamos en que juntos aseguraremos un futuro libre y seguro de Rusia”.
También lea La Casa Blanca confirma la detención de un soldado estadounidense en RusiaElogió a las tropas que combaten en Ucrania por su valor y criticó a Occidente, al que acusó de “avivar conflictos regionales, discordias interétnicas e interreligiosas e intentar contener los centros soberanos e independientes de desarrollo global”.
En medio de unas tensiones entre Rusia y Occidente disparadas a su nivel más alto desde la Guerra Civil debido al conflicto en Ucrania, Putin hizo otro sombrío recordatorio sobre la capacidad nuclear rusa.
“Rusia hará cualquier cosa para evitar la confrontación global, pero no permitirá que nadie nos amenace”, afirmó.
La Unión Soviética perdió unos 27 millones de personas en la guerra, una estimación que muchos historiadores consideran conservadora, y prácticamente todas las familias perdieron miembros.
Las tropas nazis tomaron buena parte del oeste de la Unión Soviética cuando invadieron en junio de 1941, antes de verse obligados a retroceder hasta la misma Berlín, donde las tropas soviéticas alzaron la bandera de la hoz y el martillo de la URSS sobre la destrozada capital. Estados Unidos, Reino Unido, Francia y otros aliados conmemoran el final de la guerra en Europa el 8 de mayo.
El inmenso sufrimiento y sacrificio en ciudades como Stalingrado, Kursk y la Leningrado natal de Putin —ahora San Petersburgo— sigue sirviendo como un poderoso símbolo de la capacidad del país de prevalecer contra desafíos aparentemente abrumadores.
Desde que llegó al poder en el último día de 1999, Putin ha convertido el 9 de mayo en una pieza importante de su agenda política, con demostraciones de fortaleza militar. Columnas de tanques y misiles pasan por la Plaza Roja y escuadrones de cazas sobrevuelan el lugar mientras veteranos condecorados contemplan el desfile. Muchos llevan el lazo negro y naranja de San Jorge, asociado de forma tradicional con el Día de la Victoria.
Unos 9.000 soldados, incluidos un millar que combatió en Ucrania, participaron en el desfile del jueves.
Putin, de 71 años, habla a menudo de la historia de su familia y comparte recuerdos de su padre, que combatió en el frente durante el asedio nazi a la ciudad y resultó herido de gravedad.
Putin cuenta que su padre, también llamado Vladimir, llegó a casa tras salir de un hospital militar durante la guerra para encontrar unos trabajadores que intentaban llevarse a su esposa, María, a la que erróneamente habían dado por muerta por inanición. Pero su esposo afirmó que no estaba muerta, sólo inconsciente, debilitada por el hambre. Su primer hijo, Viktor, murió durante el asedio cuando tenía 3 años. Más de un millón de habitantes de Leningrado murieron durante el bloqueo de 872 días, la mayoría por hambre.
Durante años, Putin llevó una foto de su padre en las marchas del Día de la Victoria, como hacían otros que homenajeaban a familiares veteranos de guerra, en una comitiva que se conoce como el “Regimiento Inmortal”.
Esas manifestaciones se suspendieron durante la pandemia del coronavirus y después por motivos de seguridad tras el inicio de los combates en Ucrania.
Como parte de sus esfuerzos por revalidar el legado soviético y frustrar cualquier intento de cuestionarlo, Rusia ha introducido leyes que penalizan la “rehabilitación del nazismo”, lo que incluye castigar la “profanación” de monumentos o cuestionar las versiones del Kremlin sobre la historia de la II Guerra Mundial.
Cuando envió tropas a Ucrania el 24 de febrero de 2022, Putin mencionó la II Guerra Mundial en un intento de justificar sus acciones, que Kiev y sus aliados occidentales tacharon de guerra de agresión sin provocación. Putin dijo que el principal objetivo de Moscú era la “desnazificación” de Ucrania, y describió falsamente al gobierno del presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, que es judío y perdió parientes en el Holocausto, como neonazis.
Putin intentó mostrar la veneración de Ucrania hacia algunos de sus líderes nacionalistas, que cooperaron con los nazis en la II Guerra Mundial, como un indicio de que Kiev simpatizaba con los nazis. Con frecuencia hizo referencias infundadas a nacionalistas ucranianos como Stepán Bandera, asesinado por un espía soviético en Múnich en 1959, como justificación de las acciones militares rusas en Ucrania.
Muchos observadores ven el hincapié de Putin en la II Guerra Mundial como parte de sus esfuerzos por recuperar la influencia y el prestigio de la URSS y emplear prácticas soviéticas.
“Es la identificación constante con la URSS como vencedora del nazismo y la falta de cualquier otra legitimidad sólida lo que obligó al Kremlin a declarar la desnazificación como el objetivo de la guerra”, dijo Nikolay Epplee en un comentario para el Carnegie Russia Eurasia Center.
La cúpula dirigente rusa, señaló, que se ha “recluido en una visión del mundo limitada por el pasado soviético”.
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