Sonia Condori está instalada en la esquina de una calle céntrica de la ciudad boliviana de La Paz rodeada de coloridos y extraños objetos que representan creencias ancestrales que perduran en el tiempo.
Su puesto de venta es una herencia familiar de hace más de 25 años y es uno de los muchos que forman parte del denominado “Mercado de las Brujas”, un lugar místico que se ha convertido en un atractivo turístico obligatorio para los visitantes que llegan de diferentes partes del mundo.
El nombre llama la atención, y aunque no hay una sola historia, la versión de la Unidad de Patrimonio Inmaterial e Investigación Cultural de la Alcaldía de La Paz señala a Josefa Apaza, una mujer que en la colonia “habría sido sentenciada por los españoles porque consideraban que hacía brujería”.
Pero también algunos vendedores recuerdan por los relatos de sus abuelos que había mujeres indígenas que leían la fortuna en coca o cartas del tarot a los forasteros que circulaban por la zona.
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Rituales de fe
La sabiduría ancestral está representada en los innumerables símbolos de la cultura andina que se convierten en un imán para los turistas, cuenta Sonia Condori a la Voz de América.
“Lo que más buscan son amuletos para el amor, el trabajo, el dinero, la salud y los viajes, todo tenemos aquí. Pero lo más importante es que estas cosas se hacen con fe y con agradecimiento a la Pachamama (la Madre Tierra)”.
Cuando una persona adquiere uno de estos amuletos o cualquier objeto no lo obtiene directamente: es importante el ritual de bendición, o ch’alla, para “atraer la buena fortuna y que el deseo se cumpla”, dice Sonia, quien explica pacientemente a cada visitante para qué sirve cada elemento y cómo debe conservarlos.
Tejidos que son arte
En el “Mercado de las Brujas” tampoco pasan inadvertidos los coloridos aguayos, una prenda característica del altiplano y la cultura andina. Son muy apreciados por los turistas, porque los consideran únicos.
“Son muy hermosos, si los llevas a Bélgica nadie más los va a tener, es algo único (…) La cultura de aquí es súper diferente”, dice admirada Sofi Johnson, una turista belga que paseaba por esta empinada calle paceña.
Aunque los aguayos son milenarios, se han podido adaptar a estos tiempos modernos porque son confeccionados en diferentes objetos como monederos, posavasos, individuales, gorras, poleras y mucho más.
Son un distintivo muy apreciado por los turistas, explica a la VOA Clotilde Calle, otra vendedora. “El aguayo usamos en todo, expresan nuestra cultura. Los telares también encantan porque los artesanos que los hacen realmente son artistas”.
“Estamos muy orgullosas, esta es la cara de Bolivia porque aquí llegan visitantes de todo el mundo”, añade.
En 2019, a través de una ley municipal, el Mercado de las Brujas fue declarado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la urbe andina, un punto en el que confluyen saberes originarios, rituales andinos y medicina tradicional.
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Aunque aún los comerciantes no se recuperan de los devastadores efectos de la pandemia, que los obligó a cerrar sus puestos, ven con optimismo cómo poco a poco retorna el movimiento a esta zona.
Según el Viceministerio de Turismo, la mayoría de los visitantes que llegan a Bolivia provienen de Argentina, Chile, Brasil, Francia, Alemania, Italia, China y Japón.
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