Sobrevivientes de COVID-19 hacen cronología de su recuperación

Zack Armstrong con su compañero de cuarto Bruce Barlow. Ambos hombres experimentan síntomas y estuvieron en cuarentena después de que su tercer compañero de cuarto dio positivo por COVID-19.

Mucho se ha escrito sobre los síntomas y peligros de la COVID-19. Pero ¿cómo es vivir una infección activa?.

Varios pacientes comparten sus historias, condición médica diaria, pensamientos y exámenes con Carolyn Presutti de la VOA en esta entrega de una serie quincenal que narra la vida con el coronavirus.

Todos los miembros de la familia de Carlos Gavidia, sufrieron coronavirus.

Carlos Gavidia

53 años

Júpiter, FL

Empresario jubilado

No tiene condiciones de salud subyacentes.

"Tenemos los anticuerpos que necesitan"

Carlos Gavidia lleva dos anillos de boda. El más pequeño evita que el más grande se deslice de su dedo. Perdió casi 12 kilos cuando el coronavirus asoló su cuerpo durante dos semanas.

Ahora, habiéndose recuperado de lo peor de la COVID-19, quiere donar algo precioso para ayudar a la nación que lo acogió como inmigrante hace más de cuatro décadas.

“Mi hijo y mi esposa quieren ir a la ciudad de Nueva York para ir al Hospital Mount Sinaí. Y vamos a donar nuestra sangre, en un intento de salvar a otras personas. Tenemos los anticuerpos que necesitan”, señaló Gavidia emocionado y esperanzado a la VOA a principios de esta semana.

Con el número de muertos aumentando en Estados Unidos por la pandemia, los médicos quieren extraer plasma rico en anticuerpos de la sangre de pacientes recuperados como Carlos para salvar vidas en aquellos puntos críticos del país donde el virus está en pleno apogeo como Nueva York.

Pero complicaciones y restricciones logísticas forzadas por el coronavirus se están interponiendo en su camino.

Decepción e interrupción en los planes

Era casi medianoche la noche antes de un vuelo programado a Nueva York cuando Gavidia tuvo que escribir al presidente del Hospital Monte Sinaí de Nueva York para decirle que él y su familia no irían.

Dos pilotos privados desistieron de realizar el vuelo después de enterarse de que tendrían que realizar una cuarentena obligatoria durante dos semanas si ingresaban a Nueva York, el epicentro de las infecciones por COVID-19 en Estados Unidos.

Al negarse a rendirse, Gavidia escribió a Monte Sinaí, preguntando si la sangre donada en un hospital cerca de su casa en Florida podría transportarse a Nueva York. Todavía está esperando una respuesta.

De hacerlo, sería la primera vez que la familia Gavidia se aventurara a salir de su casa juntos desde que llegaron a casa enfermos de un viaje de esquí a Colorado. Gavidia habló valientemente, pero reconoció que su familia enfrentaría riesgos desconocidos, dado que se sabe muy poco sobre la inmunidad de los pacientes que se recuperan.

“Entonces, es un riesgo ¿podemos volver a infectarnos? No lo sé. he escuchado todo tipo de cosas en las noticias al respecto, pero es un riesgo que estamos dispuestos a correr”.

Tiempo familiar forzado

Gavidia calificó su "tiempo familiar forzado" con el coronavirus como una "bendición", ya que los unió a todos. Una vez que se sintieron mejor, él, su esposa, hijo e hija comenzaron a pasar el tiempo jugando juegos de mesa y aprendiendo a cocinar por sí mismos.

Gavidia, un nativo de Perú que alguna vez vendió perritos calientes antes de convertirse en el CEO de una compañía de servicios financieros, dijo que la comida que más extraña es el arroz y los frijoles de su restaurante favorito.

En nuestra próxima entrega, descubriremos si la sangre de Gavidia llegó a Nueva York.

Francis Wilson en su cama de hospital (Foto: Francis Wilson)


Francis Wilson

27 años de edad

Arlington, VA

Empleado de derecho a tiempo completo / estudiante de derecho a tiempo parcial

No tiene condiciones de salud subyacentes.

"Soy un paciente soñado "

Los primeros pensamientos de Francis Wilson cuando abrió los ojos fueron: "¿Estoy vivo?" El joven de 27 años estuvo con un respirador y en estado de coma durante 10 días.

Wilson fue trasladado de cuidados intensivos a una sala especial para pacientes con COVID-19 regular en el Hospital de la Universidad George Washington en la capital del país. El personal médico ingresa de uno en uno allí, con equipo de protección desechable que Wilson enumeró como: "una máscara facial, mallas para el cabello y una especie de visera".

"Pequeñas cosas" para apreciar

Excepto por los chats de video de teléfonos celulares cuando se siente lo suficientemente fuerte como para hablar, no ha tenido contacto con su familia o amigos. Al conversar con la VOA, cuenta sus bendiciones.

“Estoy recuperando mi apetito, ya puedo comer y ahora solo tengo temblores en mis extremidades debido a la deshidratación. Definitivamente estoy débil debido a la pérdida de peso, pero eso probablemente sea algo bueno ”, señaló.

“Son las pequeñas cosas que realmente comienzas a dar por sentado. La capacidad de respirar por su cuenta sin que salga un tubo de la boca o la capacidad de quedarse dormido. Ya sabes, dormir como quieras. Son las pequeñas cosas que realmente no aprecias hasta que te las quitan”, dijo.

Pho y Penélope

Wilson espera salir pronto del hospital y ordenar comida, para llevar, de su restaurante favorito de pho (sopa vietnamita) y volver a reunirse con sus dos compañeros de cuarto y su mascota Penélope, un erizo.

Optimista, Wilson bromeó diciendo que probablemente ha ganado un desafío de pérdida de peso de 7 kilos con sus compañeros de cuarto, quienes también fueron puestos en cuarentena y lucharon contra sus propios síntomas de la COVID-19.

Actualmente los compañeros de cuarto de Wilson se están preparando para su regreso, mientras aún se curan para recuperarse. Zack Armstrong y Bruce Barlow se pusieron en contacto con el equipo de protección y han completado una limpieza profunda de la habitación de Wilson, la cual estaba sellada.

Connie Lambert vive libre del virus.

Connie Lambert

76 años de edad

Chicago, IL

Restaurante, jubilado

Problemas de salud anteriores: cáncer de pulmón, accidente cerebrovascular

“Solo me quedé allí asombrada e incrédula”

Connie Lambert esperó más de dos semanas para obtener los resultados de la prueba de la COVID-19.

Únicamente el hecho de conseguir hacerse la prueba fue una pesadilla, tuvo que esperar siete horas en un hospital del área de Chicago. A la larga espera para saber si estaba infectada y posiblemente había propagado el virus a sus seres queridos se le sumó el estrés mental, a su condición física de por si ya en declive. Día a día, se le hizo más difícil respirar a medida que el dolor y el agotamiento empeoraron.

Ella recuerda cuando recibió la noticia "Respondí el teléfono" y "contuve la respiración por un segundo", recordó. Luego escuchó "Eres negativo".

"¿Negativo? No podía creerlo".

Lambert dijo que el resultado negativo la sorprendió y ella simplemente "se quedó asombrada e incrédula".

"Entonces, ¿qué me pasa?"

Mientras se anima con las buenas noticias, Lambert sigue perpleja. Esta sobreviviente de cáncer y accidente cerebrovascular ha estado enferma. Le preocupa qué será de ella si su salud se deteriora aún más y tiene que ser ingresada en un hospital que ya está sobrecargado de pacientes con la COVID-19.

“Los hospitales están llenos de personas con el virus. El personal es muy poco. A las personas no se les está cuidando como deberían ser. No tienen equipo de protección. ¿Dónde me van a poner?. Los hospitales están al aire libre".

Viviendo para hoy

Por ahora, Lambert intenta enfocarse en lo positivo: esquivó la bala del coronavirus.

“Le agradezco mucho a Dios. Tengo un respiro", dijo. “Estoy pensando, hay algo en este mundo que no he logrado. Algo que no he hecho por alguien. Tengo que asegurarme de hacerlo”, aseguró.