Los amigos abrazaban el viernes a los abatidos familiares que lloraban la pérdida de sus seres queridos en una comunidad rural del noreste de Tailandia de luto por los niños y las demás víctimas del peor tiroteo en la historia del país, perpetrado por un expolicía.
Al menos 24 de los 36 fallecidos en el asalto del jueves en la pequeña localidad de Uthai Sawan eran niños.
El viernes por la mañana, representantes de la realeza y del gobierno, vestidos con abrigos blancos de estilo militar, hicieron fila para depositar coronas de flores en mesas instaladas ante la puerta principal del Centro de Desarrollo Infantil atacado. Les siguieron los llorosos familiares, que juntaron las manos para rezar antes de dejar flores blancas sobre el piso de madera.
“Lloré hasta que no me salieron más lágrimas de los ojos. Me corren por el corazón”, dijo Seksan Sriraj, de 28 años y cuya pareja, que debía dar a luz este mes, era profesora en el centro. “Mi esposa y mi hijo han ido a un lugar tranquilo. Yo estoy vivo y tendré que vivir. Si no puedo seguir adelante, mi esposa y mi hijo se preocuparán por mi y no renacerán en la próxima vida. Eso es todo”.
Muchos familiares se congregaron ante la guardería para empezar el proceso de reclamación de indemnizaciones. En el lugar había también psicólogos para ayudarlos. Siete de las 10 personas heridas en el ataque seguían hospitalizadas el viernes.
Se espera que el rey Maha Vajiralongkorn y la reina Suthida visiten más tarde el viernes los dos hospitales donde están ingresados los heridos, mientras que el primer ministro, Prayuth Chan-ocha, acudirá además a la escuela atacada. En un parque del centro de la capital, Bangkok, se celebrará una vigilia.
Preguntado por si creía que la guardería era lo suficientemente segura, Seksan destacó que el agresor había sido agente de policía. “Vino a hacer lo que tenía en mente y estaba decidido a hacerlo. Creo que todos lo hicieron lo mejor que pudieron”.
La policía especuló con que el hombre atacó el centro porque está cerca de su casa. Las autoridades identificaron al agresor como Panya Kamrap, un exsargento de policía de 34 años que fue despedido a principios de año por un cargo de drogas relacionado con metanfetaminas. Debía comparecer ante un tribunal el viernes.
Según los testigos, el hombre se bajó de un auto y disparó a un hombre que estaba almorzando antes de recargar su arma. El personal de la guardería cerró la puerta con llave pero el pistolero se abrió paso a tiros. Los niños, que en su mayoría tenían entre 2 y 3 años, estaban durmiendo la siesta y las fotos tomadas por personal de emergencias mostraban sus pequeños cuerpos todavía tendidos sobre las mantas.
Panya se suicidó después de matar a su esposa y a su hijo en su casa.
Nopparat Langkapin, un funcionario de Uthai Sawan, dijo que las víctimas eran “todos niños de nuestra comunidad”.
“Los parientes, las familias y los amigos cercanos están profundamente entristecidos por este incidente. Y todos en la comunidad lo sentimos muy rápidamente. La mayoría nos sentimos deprimidos y tristes porque son nuestros niños”, agregó.
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