La cuenta regresiva comenzó para 200.000 salvadoreños en Estados Unidos que desde el lunes saben que su estatus de protección temporal, o TPS por sus siglas en inglés, estará vigente solo hasta septiembre de 2019 por lo que deberán planear su regreso voluntario a El Salvador o quedarse, arriesgándose a ser detenidos y deportados.
El anunció de la terminación del programa por parte de la Secretaría de Seguridad Nacional el lunes deja en el limbo no solo a los favorecidos directamente con el TPS sino también a una cantidad más o menos igual de hijos de salvadoreños nacidos en Estados Unidos, que siendo ciudadanos por nacimiento, pueden quedarse en el país, pero tendrán que estudiar, trabajar y sobrevivir sin sus padres.
Los salvadoreños —solo una pequeña parte de la diáspora salvadoreña que inició con el estallido de la guerra civil en ese país en la década de los 1980— han vivido y echado raíces en Estados Unidos desde hace por lo menos 16 años. En ese tiempo muchos han comprado casas, han hecho familia, tienen trabajos y se sienten parte importante de la economía y sus comunidades.
“Este es un golpe fuerte para todos, en su mayoría somos personas que declaramos impuestos, no estamos viviendo del gobierno, no somos delincuentes”, dijo a Reuters Patricia Hernández, una salvadoreña de 53 años que administra una empresa subcontratista de construcción en Estados Unidos.
“Quitar (el TPS) en este momento nos duele, además de cómo están las cosas en nuestros países, que no es nada fiable”, agregó haciendo referencia a la situación en El Salvador, azotado por la violencia de pandillas.
Terremotos
Muchos de los que fueron favorecidos con el TPS vinieron a Estados Unidos luego de dos devastadores terremotos que sacudieron el país entero dos veces en un mes, el 10 de enero y el 10 de febrero de 2001, causando unos 1,150 muertos mientras cientos de miles quedaron sin hogar.
Se acogieron al TPS sabiendo que era un programa temporal, pero los dos presidentes pasados —George W Bush y Barack Obama— siempre lo renovaron cada 18 meses.
Ahora tendrían que regresar a un país, que si bien se ha recuperado de esos desastres, padece de una de las peores situaciones de violencia criminal en el mundo y uno de los más altos índices de homicidios.
Muchos dudan que El Salvador esté preparado para recibirlos. Además del alto índice de violencia, el desempleo es alto, el crecimiento económico mínimo y las posibilidades de conseguir un empleo para quienes regresan son eximias.
¿Optimismo?
El lunes el presidente salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén, trató de poner un rostro optimista al anuncio y felicitó en un comunicado a su cancillería por haber conseguido “una prórroga de 18 meses” para los salvadoreños. Pero las redes sociales se llenaron rápidamente de mensajes de repudio a ese optimismo.
Según el gobierno salvadoreño, ese tiempo servirá para gestionar ante el Congreso estadounidense alguna medida que favorezca a los salvadoreños; la verdad es que a menos que haya un cambio radical en la composición del Senado y la Cámara de Representantes y que sus controles pasen a los demócratas, tal posibilidad es prácticamente inexistente.
Y precisamente en entrevista con la Voz de América, el canciller salvadoreño Hugo Martínez, reiteró que el gobierno continuará sus esfuerzos por lograr algún tipo de protección para sus ciudadanos y que aprovecharán estos meses para intensificar su acercamiento al Congreso estadounidense.
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Después de todo, la decisión de poner fin al TPS para los salvadoreños es parte de una medida más amplia de la administración Trump para limitar la inmigración legal e ilegal, deportar a los inmigrantes ilegales en Estados Unidos y reformar el sistema migratorio completo para blindarlo.
César Ríos, que dirige el instituto del migrante en El Salvador, tampoco es optimista y coincide en las dificultades que representaría para El Salvador el regreso de miles de personas desde Estados Unidos, e incluso considera que supondría una crisis humanitaria para el país centroamericano.
"El país no está preparado para recibir a miles de salvadoreños. Aquí no hay programas para ayudar a los repatriados. Aquí somos estigmatizados, la gente nos rechaza", asegura.
Colaboración con la entrevista de Gioconda Tapia Reynolds