Abracé a Stiven, Julián, ‘Alejandra’, Luis Ángel y otros más como si se estuvieran ganando el mejor premio de sus vidas. Así lo sentí. Y, quizás, por ahora, lo es. No los veía desde hace tres meses, cuando decidí visitarlos para hacer una crónica sobre ‘Mi Historia’, un proyecto en el que alrededor de 60 jóvenes entre 14 y 18 años de edad, además de permitirse contar sin tapujos sus vidas -marcadas por la violencia-, aprendieron de periodismo y producción audiovisual.
Cuando recibí un mensaje de voz del director del proyecto, Mathew Charles, hace un par de semanas, para invitarme a acompañar a los jóvenes en el grado de este diplomado, me sentí muy honrada, afortunada, no solo por verlos, sino por conocer su progreso.
Bueno, pues el encuentro no pudo ser mejor: Sonrisas, aplausos, agradecimientos.
“Estoy muy feliz”, “esto era un anhelo”, “estoy muy contento” y otras frases similares escuché, cada vez que me cruzaba con uno de ellos por el salón donde se hizo la ceremonia. No tenían ni que decírmelo. Se les notaba.
“Me siento muy contento por haber recibido el diploma que tanto esperé por bastante tiempo y principalmente muy agradecido con los profesores y muy orgulloso de representar la redacción pacífica”, me respondió Stiven, quien fue seleccionado como el mejor periodista del diplomado, reconocimiento que tuve el honor de anunciar, durante el evento.
Otros proyectos también fueron galardonados en las categorías de mejor podcast, mejor presentador/a, mejor trabajo en producción audiovisual y mejor entrevista.
Para Natalia Romero, elegida como mejor presentadora, el diplomado le permitió “aprender una manera diferente de contar las historias de nuestro territorios, de contar las historias que se viven de pronto del conflicto armado, y una mirada que podemos tener diferente los jóvenes apostándole a la construcción de paz, a través de las herramientas audiovisuales”.
Your browser doesn’t support HTML5
Y los demás, aunque no obtuvieron galardones en la ceremonia, se ganaron el reconocimiento de los organizadores del proyecto, de los que conocimos su progreso, de sus familias y sus comunidades.
“Era un anhelo y una emoción desde que empecé este curso, llegar a este día, y poder tener ese diploma en mis manos y poder decir… Esto lo logré, o por más que sea, para mí es un logro muy importante porque yo siempre he tenido esas ganas o esas ansias de ser periodista y, probablemente, más adelante lo estudie y lo logre”, me dijo María Laura Páez Pérez, con una sonrisa que no le cabía en su rostro porque, además, confiesa, ha superado un poco el miedo de hablar frente a las cámaras y la ansiedad de entrevistar a alguien.
Para Emerson Borja, lo más gratificante “fue aprender los diferentes puntos de vista que tienen los periodistas, ya que ellos son los que investigan y los que conocen qué es lo que pasa en realidad”.
Esta es la primera promoción jóvenes de este programa, ofrecido por la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, con el apoyo del Reino Unido.
Your browser doesn’t support HTML5
“Hablamos libres”
Mathew también me invitó a participar en un panel sobre el papel que tiene le periodismo en la construcción de paz, junto a dos colegas. Sin dudarlo, acepté. Sin embargo, en el fondo sentía un poco de nervios. Primero, por la responsabilidad que tenía de guiar a los más de 60 jóvenes que participaron en el proyecto y porque pensé: ‘Ellos, con unas historias tan duras, relacionadas con el conflicto, la violencia y el reclutamiento ilícito, pueden enseñarme mucho más sobre construcción de paz de lo que yo les pueda decir'.
Al comenzar mi participación, solo recordé las palabras de uno de mis entrevistados, hace tres meses, cuando le pregunté sobre qué era lo que más le gustaba de ‘Mi Historia’. Él, sin dudar, me dijo: “Hablamos libres, sin que nadie nos esté presionando, que tengamos un riesgo de ser víctimas de alguna amenaza”.
Claro, nadie mejor que ellos para inspirarme. No solo viven o han vivido en territorios donde la violencia es el pan de cada día, donde se les amenaza, donde se les viola y donde se les calla. En ese contexto, de una u otra manera, sus historias no podrían haber sido contadas, y donde pueden ser blanco de grupos armados que buscan reclutar inocentes jóvenes que, como ellos, hasta ahora comienzan a vivir.
A pesar de las circunstancias, ellos decidieron hablar de cómo superar la violación de sus derechos y enseñan, a través de sus testimonios, que existen personas buenas que pueden construir territorios sin violencia. Y de que, además, si se tiene la voluntad, es posible salir adelante y soñar con convertirse en profesional y en ayudar a visibilizar la situación de sus comunidades.
Fue una jornada divertida porque, además, tuvieron la oportunidad de entrevistarme. Vaya... Nunca sabes lo intimidado que puedes sentirte, hasta que otros se ponen en papel de entrevistador. Ellos se lo tomaron muy en serio y grabamos un corto reel para contar mi experiencia, en la redes de la VOA.
Agradecidos, complacidos y emocionados por este día, salieron del salón a tomarse las fotografías que guardarán para la posteridad. Muchos de ellos con la promesa de convertirse en periodistas o, al menos, de promover la paz en sus comunidades y sus vidas.
Y, así, con la misma alegría que los abracé al saludarlos, me despedí. Pensando, además, en la fortuna de haber conocido sus testimonios, no solo como periodista, sino como colombiana. Unos testimonios que me enseñaron más de lo que ellos creen: de resiliencia, de esperanza y de humildad.
Your browser doesn’t support HTML5
¡Conéctate con la Voz de América! Suscríbete a nuestro canal de YouTube y activa las notificaciones, o bien, síguenos en las redes sociales: Facebook, Twitter e Instagram.