Vanessa Teteye recuerda que, cuando pequeña, se sentaba a escuchar las memorias de sus abuelos, en La Chorrera, una pequeña población del Amazonas colombiano, donde nació hace 28 años. Hoy, cuando ya no camina entre bosques y ríos amazónicos, sino por el frío asfalto de Bogotá, hay algo que sigue intacto: se dedica también a escuchar, pero ahora las voces de comunidades indígenas, gracias a su trabajo, pues se convirtió en la primera comunicadora social y periodista de su clan.
La indígena Bora–Uitoto, que pertenece al clan Iñeje (Canangucho), en realidad, soñaba con ser abogada, influenciada además por el liderazgo de su abuelo y su padre, quienes siempre han luchado por el bienestar y la educación de su comunidad. Además del ejemplo de su madre, una gobernadora. Incluso, fueron ellos los primeros de su clan en haber cursado una maestría, a pesar de las amenazas y a los obstáculos para salir del territorio. Y, en ese sentido, la historia de Vanessa o Maríímulle (su nombre en lengua indígena) no podía ser diferente.
Siguiendo el sueño de estudiar en un lugar con mejores condiciones, sus padres la llevaron a terminar sus estudios colegiales, primero en Leticia, capital del departamento del Amazonas y luego, a sus 15 años, a Bogotá. Sin embargo, ella cree que no debió salir tan pequeña de su tierra.
“Mis papás también pensaban que, por el hecho de estar en la comunidad y en ese entonces, estar dentro de la comunidad era un poco más difícil de lo que se vive hoy, decidieron sacarme a terminar el colegio acá... Sin embargo, yo considero que no fue una buena idea porque, al final, el hecho de que sea ciudadano no garantiza que haya buena educación”, confesó la periodista a la Voz de América.
Bogotá, el reto y la oportunidad
Llegar a la ciudad fue un gran desafío, no solo por el cambio de rutinas, sino porque, dice Vanessa, la búsqueda de una universidad es una tarea compleja, así como mantenerse económica y socialmente en una urbe como Bogotá.
Becada en una universidad, decidió estudiar derecho con la plena convicción de defender a su comunidad, pero los gastos no cubrían su manutención, así que el destino le dio otra oportunidad y la encaminó hacia el periodismo que, aunque desconocido, es una carrera que también la ha llevado ha cumplir con su objetivo.
“No tenía ni idea qué era eso, pero entonces mi papá me dijo que era una buena opción para poder hacer todo eso que me gustaba hacer... En ese estado de resiliencia que tienen muchos pueblos amazónicos, siempre contamos cómo era vivir antes, ¿no?... Mi abuelo siempre nos contaba ese ejercicio de memoria y pues para mí era muy interesante contar esas historias”, agrega.
Al comienzo, cuenta, se sintió discriminada como muchos de sus compañeros. Unas "brechas económicas y sociales" que logró superar gracias a la ayuda de la academia y a sus padres y que, según ella, se pueden romper solo con “conocimiento".
“Hay una discriminación, pero yo no creo que no sea porque precisamente no esté la información, sino porque la misma sociedad se está cerrando a no querer comprender e ignorarnos a nosotros, ubicarnos o encasillarnos en algo que nosotros ya no somos como pueblos”, afirma la joven, quien además explica que la gente aún cree que los indígenas tienen que “estar encerrados en la comunidad” y no pueden desempeñarse en diferentes roles, como docentes, actores, entre otros.
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La voz de los pueblos
A los 24 años, Vanessa se graduó como comunicadora social y periodista. Aunque su madre no pudo viajar, pues no podía costear un avión de carga que demora dos horas para llegar a San José del Guaviare y de allí, un bus que toma ocho horas, que la llevaría a Bogotá, recuerda este momento con gratitud y, ahora dice con firmeza que no se equivocó.
“La verdad, nunca me vi como esto... En mi imaginario siempre me imaginé como una líder indígena… como seguir los pasos de mis papás. Sin embargo, la comunicación me ha dado la oportunidad de ver otras formas de cómo apoyar a eso que yo siempre quise defender…”, afirma.
Después de pasar por trabajos que no tenían relación con su labor actual, hace cinco años el medio independiente intercultural Agenda Propia le dio la oportunidad de trabajar en el especial multimedia 'Bogotá Indígena', que narra “realidades de los pueblos indígenas que viven en contexto de ciudad, pero sin victimizarlos”.
Fue el comienzo de todo este proceso que la ha llevado a ganar el premio de Periodismo Rural de la Revista Semana, en 2019, y a ser finalista al Premio Gabo por la serie Ome, Pütchi, Poraû (Mujer, Palabra, Resistencia), en 2021. E Incluso, a elaborar su propio documental: El Cantó del Maguaré.
En este medio independiente, no solo ha hablado con las comunidades y ha visibilizado su trabajo, sino que le ha permitido acompañar, como consejera editorial, distintos reportajes relacionados con la realidad y las vivencias de los pueblos amazónicos. También ha escrito en medios internacionales, como el País de España.
Contar también es un ejercicio o de apoyar y de reivindicar los derechos de los pueblos indígenas”.Vanessa Teteye, periodista indígena colombiana.
Además, hoy trabaja con la Comisión Nacional de Territorios Indígenas, “un espacio de concertación entre del Gobierno Nacional y el Gobierno Indígena" para hacer seguimiento a los acuerdos que buscan la protección de estos pueblos.
Y, desde este espacio -dice- se han creado estrategias de comunicación para visibilizar toda la realidad de estas poblaciones, a través de medios visuales, prensa escrita, redes sociales y un nuevo proyecto: Nuwam Radio. Además, en alianza con emisoras comunitarias, buscan“vincular las voces que hay en las comunidades”.
“El periodista es más un tema de oficio. Hoy en día se conoce como un oficio, pero creo que el ejercicio de escuchar y contar historias ha sido un ejercicio milenario, o sea, todas las comunidades indígenas hemos tenido ese proceso de escuchar y contar historias… Es un ejercicio de memoria, y la memoria está ahí viviendo en medio de la palabra; entonces, todas las noches los abuelos están contando y contando y narrando”, explica.
Incluso, cuenta, muchos indígenas hoy en día buscan la forma de contar sus vivencias y sus realidades, a través de un colectivo que ha ido ganando espacios: cineastas, realizadores audiovisuales, entre otros.
Más allá del periodismo
Recientemente, también participó en en el panel Territorio, Trabajo y Género: Perspectivas de los Bosques, de la facultad de Economía de la Universidad de Coimbra, en Portugal, gracias a una invitación del Pulitzer Center, para hablar sobre cómo narrar historias sobre los pueblos indígenas de manera respetuosa y cocreativa.
Y es que la periodista, junto a varios compañeros de Agenda Propia, creó una "mochila de saberes". Se trata de un manual con algunas recomendaciones para abordar este tipo de temas. Además, trabaja en la red ‘Tejiendo Historias’, un espacio creado hace casi cuatro años y el cual cuenta hoy con más de 300 personas de todo el continente.
“Cuando uno llega al territorio, uno es un desconocido más, así uno sea indígena. Entonces, cada vez que vamos a un territorio es un aprendizaje de las comunidades completamente nuevo para mí, y creo que ha sido un proceso muy bonito. He tenido la oportunidad de hacer muchas amistades a raíz de eso”.
Pero Vanessa no es solo periodista, líder, vocera. También es mamá de una pequeña de cuatro años, a quien quiere heredarle el amor por su tierra. Hija de las culturas amazónica y andina, “ha sido un reto criarla en contexto de ciudad, alejada de la realidad del territorio”. Sin embargo, cada vez que es posible, viajan a sus pueblos originarios para inculcarle una identidad, donde disfruta de los bailes, los atuendos, los carnavales, los paisajes.
“Eso es lo que le ayudaría a ella a futuro también a reivindicarse como mujer, como indígena y la memoria que tiene que seguir viviendo de sus ancestros”, dijo a la VOA.
También es artesana. Siguiendo la tradición de su abuela y su madre, se dedica a confeccionar manillas, aretes, collares que, aunque en pocas ocasiones, también ha comercializado.
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La Chorrera fue centro de acopio del caucho y donde sometían a los indígenas de estas comunidades, cuando no cumplían con las cuotas de producción de los caucheros. Está ubicada sobre el Río Igara Paraná y hace parte del Gran Resguardo Predio Putumayo. Allí habitan 22 comunidades indígenas en toda la ribera y hay alrededor de 1.800 habitantes en toda la zona que, en general, se dedican a la caza, la pesca y la recolección de la chagra, y entre los que se encuentran los padres de Vanessa, quienes son docentes.
Su familia vivió muy de cerca el drama de la cauchería, pues su bisabuela huyó hace muchos años de esta realidad, cuando era niña. Se fue a Brasil, “luego regresó hacia Colombia y se ubicó en un territorio que se llama Morelia, a las orillas del Río Caquetá; ahí se conectó con otros indígenas Boras y, a raíz de eso, nosotros empezamos a fortalecer lo que es nuestro clan”.
Fue entonces cuando nació Raúl Teteye, abuelo de Vanessa quien, a pesar de las amenazas que reciben generalmente los defensores de derechos humanos en Colombia, “fue también un líder para la comunidad ”, recuerda su nieta. Pero no solo le dejó este gran legado, sino un escrito en el que cuenta cómo su bisabuela sobrevivió, precisamente, al sometimiento que generaba la cauchería.
“Esa historia está ahí y mi sueño es algún día poder llevarlo a la pantalla grande”, dice Vanessa, quien reitera que “contar también es un ejercicio de apoyar y de reivindicar los derechos de los pueblos indígenas”.
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