Como primer Pontífice no europeo de la Iglesia en 13 siglos, el Papa Francisco está llamado a frenar la pérdida de fieles del catolicismo en su patria grande: Latinoamérica.
La asunción del cardenal argentino Jorge Bergoglio como Sumo Pontífice en el Vaticano alienta la esperanza en obispos, sacerdotes y millones de fieles de que el Papa podrá torcer el curso de la tendencia que en las últimas décadas hizo abandonar la Iglesia a muchos creyentes.
En sus primeras declaraciones públicas, ante una multitud congregada en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco puso de relieve su origen latinoamericano aún siendo el nuevo Obispo de Roma: “Me parece que mis hermanos cardenales han elegido a uno que es de muy lejos… Pues aquí estoy. Quisiera agradecer su voto de confianza”.
Para romper con el éxodo de feligreses, el Papa Juan Pablo II dijo hace más de tres décadas que la Iglesia necesitaba emprender una nueva evangelización, y en ocasión de conmemorarse el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, Benedicto XVI proclamó el Año de la Fe, que el Papa Francisco será el encargado de impulsar.
Como primer Pontífice no europeo de la Iglesia en 13 siglos, el Papa Francisco está llamado a frenar la pérdida de fieles del catolicismo en su patria grande: Latinoamérica, donde la Iglesia concentra su mayor cantidad de fieles en el mundo (39 por ciento, con Brasil y México a la cabeza), pero donde en los últimos 50 años muchos católicos se convirtieron en protestantes.
De acuerdo con Roberto Blancarte, profesor del Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México, alrededor de mil 400 católicos dejaron la Iglesia diariamente entre los años 2000 y 2010, y mientras en 1970 el 90 por ciento de los latinoamericanos eran católicos, esa proporción se ha reducido como promedio a 70 por ciento.
El propósito de revitalizar la Iglesia en América Latina puede haber influido, según expertos, en la elección del cardenal argentino como nuevo Papa, un argumento que se añade a todos sus méritos personales, puesto que sólo el 17 por ciento de los purpurados que integraron el Cónclave procedían de Latinoamérica, mientras que el 53 por ciento eran europeos.
Que el Papa sea jesuita también es señalado como un factor a su favor frente a la labor proselitista de las sectas evangélicas en la región. Desde que en 1549 se estableció en Brasil, y luego en Uruguay, Paraguay, Argentina, México y Centroamérica, las misiones de la orden de la Compañía de Jesús se destacaron por su compromiso con los oprimidos.
Sin embargo, que el Papa Francisco logre recuperar para la Santa Sede el terreno perdido en Latinoamérica sólo por el hecho de ser hispano es lo que está por ver. A pesar de su lucha tenaz de 26 años, de haber visitado casi todos los países de la región y de haber sido venerado en ella como pocos Pontífices -- aun siendo europeo--, Juan Pablo II no lo consiguió.
En sus primeras declaraciones públicas, ante una multitud congregada en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco puso de relieve su origen latinoamericano aún siendo el nuevo Obispo de Roma: “Me parece que mis hermanos cardenales han elegido a uno que es de muy lejos… Pues aquí estoy. Quisiera agradecer su voto de confianza”.
Para romper con el éxodo de feligreses, el Papa Juan Pablo II dijo hace más de tres décadas que la Iglesia necesitaba emprender una nueva evangelización, y en ocasión de conmemorarse el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, Benedicto XVI proclamó el Año de la Fe, que el Papa Francisco será el encargado de impulsar.
Como primer Pontífice no europeo de la Iglesia en 13 siglos, el Papa Francisco está llamado a frenar la pérdida de fieles del catolicismo en su patria grande: Latinoamérica, donde la Iglesia concentra su mayor cantidad de fieles en el mundo (39 por ciento, con Brasil y México a la cabeza), pero donde en los últimos 50 años muchos católicos se convirtieron en protestantes.
De acuerdo con Roberto Blancarte, profesor del Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México, alrededor de mil 400 católicos dejaron la Iglesia diariamente entre los años 2000 y 2010, y mientras en 1970 el 90 por ciento de los latinoamericanos eran católicos, esa proporción se ha reducido como promedio a 70 por ciento.
El propósito de revitalizar la Iglesia en América Latina puede haber influido, según expertos, en la elección del cardenal argentino como nuevo Papa, un argumento que se añade a todos sus méritos personales, puesto que sólo el 17 por ciento de los purpurados que integraron el Cónclave procedían de Latinoamérica, mientras que el 53 por ciento eran europeos.
Que el Papa sea jesuita también es señalado como un factor a su favor frente a la labor proselitista de las sectas evangélicas en la región. Desde que en 1549 se estableció en Brasil, y luego en Uruguay, Paraguay, Argentina, México y Centroamérica, las misiones de la orden de la Compañía de Jesús se destacaron por su compromiso con los oprimidos.
Sin embargo, que el Papa Francisco logre recuperar para la Santa Sede el terreno perdido en Latinoamérica sólo por el hecho de ser hispano es lo que está por ver. A pesar de su lucha tenaz de 26 años, de haber visitado casi todos los países de la región y de haber sido venerado en ella como pocos Pontífices -- aun siendo europeo--, Juan Pablo II no lo consiguió.