Desde muy joven Gustavo Ott asegura que tenía muy claro lo que quería hacer, pero no imaginó que se dedicaría al teatro, una aventura en la que empezó “por casualidad”, pero que se convirtió en su pasión y en su motor para seguir adelante.
A los 15 años, Ott era un joven muy comprometido con la realidad política de su país y vivía vinculado a los acontecimientos en su natal Venezuela. En aquellas épocas se vivía “un poco más en paz, pero al mismo tiempo con serias contradicciones sociales que luego se desataron y aún perviven”, asegura el dramaturgo.
Y fue a esa temprana edad que por cosas del destino, Gustavo Ott empezó “sin haberlo pensado” haciendo luces para una puesta en escena. “Recuerdo que me dirigía a una de mis tantas reuniones políticas y terminé sobre un escenario, me preguntaron si era el chico de las luces y dije que sí”.
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“Quizá en el fondo estaba buscando una salida a lo que estaba haciendo, no estaba conforme. El subconsciente a veces es una caja de ratas y esas ratas te muerden y terminan por empujarte a hacer algo que no pensaste harías. Eso me sucedió, en un segundo dije que sí, me olvidé de la política y me dediqué a hacer teatro”, cuenta Gustavo Ott a la Voz de América.
De Venezuela a EEUU
Con el paso de los años, Gustavo Ott, fue afinando su gusto por la literatura y la dramaturgia, aunque es periodista de profesión con especialidad en audiovisuales graduado de la Universidad Católica de Venezuela nunca se alejó de su más grande vocación.
Es así que experimentó como él mismo menciona “su primera migración” cuando decide viajar a Londres para ganar experiencia y contactos con el teatro inglés.
“Mi familia dijo que no me mandarían dinero y lo entendí. Trabajé muy duro como cualquier inmigrante y cuando aprendí un poco más de inglés me dije si voy a hacer trabajo duro lo haré en un teatro y eso me ayudó muchísimo y conocí a muchas personas importantes mientras limpiaba y trabajaba sirviendo vino y queso en un teatro”, cuenta el dramaturgo.
Posteriormente gana una beca para estudiar en EEUU y sin dudarlo aceptó el reto. Durante esos años es que tiene su primer acercamiento con el Teatro Gala a través de su director y fundador Hugo Medrano, con quien cultivó una gran amistad que perduró hasta el día de su muerte.
Pero, Gustavo Ott conoció el amor durante su etapa de becado, regresa a Venezuela, contrae matrimonio, nace su hija y trabajó durante 10 años como director artístico del Teatro San Martín de Caracas. Con el paso de los años su hija creció y las condiciones en Venezuela no eran las más óptimas.
“Cuando mi hija comenzó a crecer y ya se convirtió en adolescente vimos la necesidad de salir de Venezuela y fundamentalmente por ella por las condiciones que se estaban viviendo y nos tocó hacer el sacrificio que todos los inmigrantes hacemos por nuestros hijos”, confiesa Ott.
La familia Ott llegó a la ciudad de Miami, pero muy pronto Gustavo conseguiría trabajo como director del Teatro Dallas en Texas, luego de unos años y sin perder contacto con el Teatro GALA llega sorpresivamente la noticia de la muerte de Hugo Medrano.
GALA estrena obra por partida doble en homenaje a Hugo Medrano
Hace siete meses que Gustavo Ott aceptó tomar la batuta como director artístico del Teatro GALA y siente que la valla dejada por Hugo Medrano ha sido muy alta.
“Creo que el legado de GALA es espectacular y único en EEUU. Este teatro va cumplir 50 años y no es fácil cumplir 50 años haciendo teatro en español en EEUU con el nivel y la calidad que GALA siempre ha tenido”, afirma Ott.
En esta temporada, el Teatro GALA estrena por partida doble una obra escrita por Ott y cuyo nombre fue concebido en honor a Hugo Medrano. “Las 22 bodas de Hugo” dirigida por José Zayas es una obra basada en una historia real que toca el tema de la inmigración, la empatía y el amor.
“Le puse el nombre a esta obra en honor a mi amigo Hugo. Casualmente el día que la estrenaba en Dallas me enteré de su muerte. Y ahora la estreno en el Teatro GALA en homenaje él”, cuenta Gustavo Ott.
“Las 22 bodas de Hugo” es una comedia basada en la historia real de un hombre que se casó 22 veces en Estados Unidos, pero lo hizo por una buena causa.
“Me baso en su historia y la adapto cambiando nombres y contextos. Obviamente el hombre cometió fraude y fue preso, pero todo lo hizo por ayudar a los demás. El se casó 22 veces para conseguirle papeles a los inmigrantes. Es un delito, pero es un delito hermoso porque lo hizo sin pedir nada a cambio, solo quería ayudar”, cuenta el dramaturgo.
“El gran mensaje de esta obra es hasta que punto hoy en día estamos dispuestos a dar para el otro, a sacrifircarnos por el otro. Estoy seguro que con esta obra van a reír mucho, pero también van a redescubrirse y si no ustedes mismos a gente que conocen”, finaliza Gustavo Ott.
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