El venezolano Yucef Merhi se ha convertido en uno de los artistas digitales más importantes y con más proyección de todo el mundo. Estos días está presentando en el sur de la Florida su exhibición “Yucef Merhi: Open”, toda una declaración de intenciones “después de vivir tantos meses de encierro por la pandemia”.
“Es una exhibición que comprende 15 piezas de cinco cuerpos de obras distintos, es una exposición que se abre después de un momento muy difícil para todos. Un momento de encierro absoluto y es una invitación para que nos abramos emocionalmente”, decía el artista en declaraciones a la Voz de América durante una entrevista desde la Galería Bonnier en Miami, Florida.
Merhi comenzó a experimentar con el arte digital cuando crecía en su natal Caracas en 1985 a la edad de 8 años, cuando utilizaba el ATARI, un sistema computacional de juegos muy popular de la época. “El ATARI marcó mi experiencia lúdica y mi manera de relacionarme con los juegos, pero también con la tecnología”, reconoce el venezolano de 44 años al tiempo que confiesa que eso le “abrió una ventana hacia lo posible”.
Y en cierta manera, así fue. Porque sus primeras creaciones como niño prodigio hace 35 años ahora son reconocidas por los principales museos como las primeras obras de artes del mundo creadas con una consola de videojuego. Desde entonces, su trabajo se ha exhibido en las principales galería y museos de todo el planeta.
Corrían otros tiempos. Merhi es consciente ahora de que lo que estaba viviendo era “una revolución tecnológica” en una Venezuela próspera. “Recuerdo que ponía caminar solo a los 8 años, no hacía falta que estuviera acompañado por mis padres, podía montarme en un carro e ir a otro lugar sin problemas. Pero sí sentía que tenía libertad y que tenía acceso a estímulos que ya no existen en el país”, relata con los ojos cerrados y tratando de recordar esa “época dorada” de la nación sudamericana que fue gobernada en los años ochenta por Luis Herrera Campins, Jaime Lusinchi y Carlos Andrés Pérez.
“Caminaba por bulevares que ahora son espacios deteriorados y que son altísimamente peligrosos. No había peligro y si existía, no era en absoluto como lo es ahora”, agrega al respecto convencido de que “muy probablemente” si Venezuela no hubiera tomado otro rumbo “se hubiera convertido en la capital del arte tecnológico” en América Latina.
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Sin embargo, su país ahora vive uno de los momentos más dramáticos de su historia. La nación, gobernada por Nicolás Maduro, vive sumida en una profunda crisis económica, social, política y humanitaria que se ha exacerbado con la pandemia del coronavirus. “Están pasando cosas muy terribles”, remarca.
Él no es una víctima más de esta situación porque se fue de su país mucho antes de que estallara este clima de tensión, pero asume que esta crisis ha provocado un “desplazamiento identitario” de todos aquellos que tuvieron que abandonar la patria en busca de una vida mejor.
“Lo que ha sucedido es sencillamente una tragedia, y esa tragedia ha creado un desplazamiento no solamente humano, sino también un desplazamiento identitario porque los venezolanos que se han ido de Venezuela se han ido con dolor y se han ido con una pérdida que aún persiste”, comenta.
Yucef Merhi se popularizó en Venezuela y en otros países de la región porque él fue capaz de interceptar los correos electrónicos del expresidente fallecido Hugo Chávez y montar una instalación artística con sus e-mails.
“Los correos de Chávez fueron interceptados desde 1998 hasta el año 2004, y en ese período de tiempo recibí un sinnúmero de comunicados, de cartas, de misivas por parte de familiares, de figuras políticas, de personalidades, de personas completamente anónimas”, detalló en su conversación con la VOA.
Con esos datos, pudo “definir” lo que sería su próxima obra: “Un sistema de visualización de información que llamé ‘Datagrama’”.
“En los últimos 20 años he estado produciendo ‘datagramas’ con distintas bases de datos, entre ellas, también de la Policía Nacional Bolivariana que intercepté en el 2019 y así muchas otras fuentes de información con las que hacía instalaciones inmersivas y con el que las personas pueden explorar los datos, meterse en esa red y no perderse”, comenta.
Desde esta hazaña que lo colocó en el panorama del arte digital no ha vuelto a Venezuela. “No puedo ir porque no tengo pasaporte”, se excusa.
Pero la pregunta que muchos se hacen es cómo este hombre, desde su casa y miles de kilómetros del Palacio de Miraflores, fue capaz de hacer eso. Él responde sin titubeos y entre risas: “Con una computadora”.
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