El presidente Nicolás Maduro ha hecho del culto a Hugo Chávez en Venezuela materia de fanatismo y devoción pero de nada le ha servido para alejar al país del abismo económico.
Seis meses después de la muerte del presidente Hugo Chávez, su sucesor Nicolás Maduro no ha conseguido librarse del pesado lastre económico heredado por el país.
A falta de un estilo de gobierno propio, el actual presidente mantiene a Venezuela políticamente atada al legado del extinto gobernante, a quien presenta como una especie de “mensajero de Dios”.
Maduro, un ex conductor del Metro de Caracas que se forjó políticamente bajo la sombra de Chávez a fuerza de ser uno de sus lugartenientes más incondicionales, dijo esta semana en su cuenta de Twitter que “para la acción diaria” y en defensa de la “amada patria” lleva siempre presente al expresidente “con inspiración”.
Pero la adoración oficial que propugna Maduro por Chávez trasciende su ideario político y busca convertirlo en un “comandante eterno” un “líder sobrenatural” cuya idolatría solo se compara a la impuesta en la Unión Soviética con Stalin, en China con Mao, y luego en Cuba—aun en vida—con Fidel Castro.
Figuras y bustos de yeso del fallecido gobernante en uniforme militar se venden junto a la de todos los santos, el comandante es protagonista de invocaciones divinas y oraciones, y su Revolución Bolivariana y el Socialismo del Siglo XXI han sido elevados al plano sagrado de una religión.
El mes pasado Maduro confesó públicamente que con frecuencia duerme en el Cuartel de la Montaña, lugar donde descansan los restos de Chávez. “A veces vengo en las noches y me quedo a dormir aquí. Bastantes veces. Y ustedes no se dan cuenta”.
Antes, durante la campaña presidencial en abril último, aseguró que el expresidente se le presentaba en forma de pajarito: "De repente entró un pajarito, chiquitico—dijo—, y me dio tres vueltas acá arriba. Se paró en una viga de madera y empezó a silbar, un silbido bonito. Me lo quedé viendo y también le silbé (…) y yo sentí el espíritu de él (Hugo Chávez)".
Además de dedicársele concursos nacionales para venerar su figura y ser protagonista hasta de oraciones, una serie de cortos animados del canal Venezolana de Televisión titulada “Chávez nuestro que estás en los cielos” muestra al expresidente sobre una nube charlando con Simón Bolívar y el guerrillero comunista Ernesto “Che” Guevara, entre otros.
Pero abajo, en la Tierra, el panorama es menos idílico: el índice de precios al consumidor acumuló un incremento del 29 por ciento en los primeros siete meses del año en Venezuela (más que en todo el 2012), el país sufre de un desabastecimiento galopante y la CEPAL prevé que la economía crezca en 2013 solo uno por ciento, por debajo de la media de la región.
El presidente Maduro ha achacado la inflación venezolana, que es la más alta de América Latina y el Caribe, a un "sobrecalentamiento del consumo" y ha dicho que la mejor forma de contrarrestar la espiral que cada día encarece más la vida a los venezolanos es con "más y más socialismo".
A falta de un estilo de gobierno propio, el actual presidente mantiene a Venezuela políticamente atada al legado del extinto gobernante, a quien presenta como una especie de “mensajero de Dios”.
Maduro, un ex conductor del Metro de Caracas que se forjó políticamente bajo la sombra de Chávez a fuerza de ser uno de sus lugartenientes más incondicionales, dijo esta semana en su cuenta de Twitter que “para la acción diaria” y en defensa de la “amada patria” lleva siempre presente al expresidente “con inspiración”.
Pero la adoración oficial que propugna Maduro por Chávez trasciende su ideario político y busca convertirlo en un “comandante eterno” un “líder sobrenatural” cuya idolatría solo se compara a la impuesta en la Unión Soviética con Stalin, en China con Mao, y luego en Cuba—aun en vida—con Fidel Castro.
Figuras y bustos de yeso del fallecido gobernante en uniforme militar se venden junto a la de todos los santos, el comandante es protagonista de invocaciones divinas y oraciones, y su Revolución Bolivariana y el Socialismo del Siglo XXI han sido elevados al plano sagrado de una religión.
El mes pasado Maduro confesó públicamente que con frecuencia duerme en el Cuartel de la Montaña, lugar donde descansan los restos de Chávez. “A veces vengo en las noches y me quedo a dormir aquí. Bastantes veces. Y ustedes no se dan cuenta”.
Antes, durante la campaña presidencial en abril último, aseguró que el expresidente se le presentaba en forma de pajarito: "De repente entró un pajarito, chiquitico—dijo—, y me dio tres vueltas acá arriba. Se paró en una viga de madera y empezó a silbar, un silbido bonito. Me lo quedé viendo y también le silbé (…) y yo sentí el espíritu de él (Hugo Chávez)".
Además de dedicársele concursos nacionales para venerar su figura y ser protagonista hasta de oraciones, una serie de cortos animados del canal Venezolana de Televisión titulada “Chávez nuestro que estás en los cielos” muestra al expresidente sobre una nube charlando con Simón Bolívar y el guerrillero comunista Ernesto “Che” Guevara, entre otros.
Pero abajo, en la Tierra, el panorama es menos idílico: el índice de precios al consumidor acumuló un incremento del 29 por ciento en los primeros siete meses del año en Venezuela (más que en todo el 2012), el país sufre de un desabastecimiento galopante y la CEPAL prevé que la economía crezca en 2013 solo uno por ciento, por debajo de la media de la región.
El presidente Maduro ha achacado la inflación venezolana, que es la más alta de América Latina y el Caribe, a un "sobrecalentamiento del consumo" y ha dicho que la mejor forma de contrarrestar la espiral que cada día encarece más la vida a los venezolanos es con "más y más socialismo".