Los venezolanos pasan una segunda Semana Santa en pandemia, con templos cerrados y viendo pasar la imagen del Nazareno de San Pablo, la mayoría con la característica vestimenta morada y tapabocas, desde la calle o sus casas.
A pesar de que se habló de actos religiosos en templos con aforo reducido y otras medidas de seguridad, debido al incremento de casos positivos en el país, el Gobierno decidió modificar la estrategia y colocar siete días de flexibilización y 14 de cuarentena, en los que se incluyó la Semana Mayor.
La idea es que los fieles pudiesen disfrutar de eventos tradicionales de esta celebración desde sus hogares, como la visita al Nazareno de San Pablo, el Miércoles Santo, y evitar aglomeraciones.
Este año, la imagen del Nazareno a bordo del Papamóvil recorrió ocho puntos de la ciudad y decenas de iglesias; el trayecto incluyó hospitales. David Garzón estaba en uno estos templos esperando.
También lea Venezuela en cuarentena radical descarta regreso de clases presencialesMontado en su bicicleta, este carpintero comenta a la Voz de América que estaba ayudando a que no se aglomeraran personas en la entrada de la iglesia Nuestra Señora de Coromoto, ubicada el oeste de la ciudad capital, donde tiene unos dos años y medio apoyando.
Garzón explica que si bien tuvieron que modificar los eventos que tenían y para algunos creyentes la iglesia cerrada genera “frustración”, afirma que hay gente que entiende que es por “seguridad”.
Destaca las distintas opciones digitales y por medios de comunicación que se han habilitado para poder seguir con la tradición. Pidió "seguir creyendo, seguir teniendo fe” desde la casa.
“Tenemos que pedir al Nazareno, a la Virgen, a la iglesia, a Dios (…) que la pandemia haya una manera de pararla, porque está trayendo muchas consecuencias (…) Hay mucho dolor”, afirmó Garzón.
Otras de las personas que estaba esperando el paso del Nazareno en esta misma iglesia es Yamile Urtrera, quien comenta a la VOA, que tiene 20 años pagando una promesa, luego de que su hermana sufriera un accidente cerebrovascular y se recuperara.
Por lo general, ambas se levantaban en la madrugada del Miércoles Santo para ir la iglesia a escuchar junto a otros cientos de fieles la primera misa. La pandemia cambió sus rituales.
Este año decidió unirse a su hermana a esperarlo frente a este templo, pues en 2020 no estaba en el país cuando empezaron las restricciones por el coronavirus, “aunque sea para verlo en el Papamóvil”.
Urtrera pide “por todas las personas enfermas (...) y que meta la mano por Venezuela, lo necesitamos más que nunca”.
Desde otra concurrida avenida caraqueña, se observan decenas de fieles esperando. Algunos desde la acera de la calle, otros desde la entrada de sus residencias. La caravana y la voz de un religioso dando la bendición a los residentes de la zona dan cuenta del paso de la imagen.
“Me partí una pierna (en un accidente), duré 15 días hospitalizado. Me operaron, me pusieron un clavo y pensé que iba a quedar manco de mi piernita. Gracias a Dios quedé bien porque me encomendé al Nazareno”, afirma Freddy Santiago, otro consultado, agregando que tiene unos 20 años pagando su promesa.
Santiago comenta que los Miércoles Santo se iba, con flores en manos, al templo, en el centro de Caracas, y realizaba el primer rosario del día como parte de su promesa.
Le parece bien que hayan cerrado los templos, pues se trata de medidas de prevención del contagio del virus.
“Que nos proteja a todos por igual, seamos de cualquier estilo político”, pide Santiago antes de incorporarse al grupo de motorizados que acompañaban al Nazareno.
También en el interior del país
Dilema Abreu, residente de Maracaibo, en el occidente de Venezuela, ojea la mañana del miércoles la programación de los canales católicos de su estado, Zulia, rogando que alguno transmita la tradicional procesión del Nazareno.
“No sabemos si lo vamos a poder ver. Que sea la voluntad de Dios. Desde mis 13 años, siempre he participado en la iglesia en los actos litúrgicos de la Semana Santa”, cuenta a la Voz de América, un tanto entristecida por no poder acudir de manera presencial a los oficios religiosos de estos días.
La arquidiócesis de su ciudad anunció la semana pasada que las oraciones propias de esta Semana Santa se realizarían sin fieles a fin de “garantizar la salud del pueblo santo de Dios y los sacerdotes”.
Así, iglesias icónicas de Maracaibo, como la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá o la Catedral, permanecerán cerradas para los devotos.
El poder ejecutivo que preside Nicolás Maduro anunció el lunes pasado un récord de nuevos contagios oficiales (1.288 en 24 horas). Expertos de las academias de medicina y de ciencias han advertido que esas cifras serían hasta cinco veces superiores debido al subregistro de infecciones activas.
El claustro obligatorio no significa que la iglesia suspenderá la celebración de sus actos más importantes de cada año, explica el presbítero Alfonso Rodríguez.
“La Pascua viene a ser la celebración más importante del calendario litúrgico, porque celebramos los misterios principales de nuestra fe, como es la Pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo”, explica a la VOA.
El sacerdote encabezará en estos días ceremonias virtuales para beneficio de los feligreses de la parroquia Cristo de Aranza, donde se encuentra el templo católico más antiguo del estado Zulia, construido a principios del siglo XVI.
Rodríguez llama a los venezolanos a vivir “con ojos de fe” los eventos religiosos de la Semana Santa, aun a la distancia. “Este momento es de gran tribulación para toda la humanidad. Que el Señor nos pueda sacar del sepulcro donde esta pandemia nos ha tenido encerrados y podamos salir renovados”, ruega.
Eduardo Ortigoza, vicario de educación y comunicación de la Arquidiócesis de Maracaibo, remarca que esta sería la tercera Semana Santa al hilo que viven los venezolanos bajo el signo de la crisis. “En 2019, fue el gran colapso del sistema eléctrico venezolano. Tuvimos que vivir una Semana Santa sin electricidad, celebrar todos nuestros eventos religiosos sin iluminación, sin sonido”, recuerda.
El sacerdote advierte a VOA Noticias que existe un “componente político” en el cierre de los templos. “¿Cómo nos van a prohibir la Semana Santa? Nuestra gente está agobiada porque no se encuentran las medicinas, por el miedo. Cerrarle los templos a nuestra gente de esa manera tan indiscriminada es muy duro, es golpear la moral y la fortaleza espiritual”, critica
Dilema, mientras, recuerda su experiencia del año pasado. Para ella, fue “muy fuerte” el haber participado solo de forma virtual en la misa, adoración y visita de los siete templos del Jueves Santo, la lectura de las “siete palabras” del viernes, y la vigilia pascual del llamado Sábado de Gloria.
Hoy, lo acepta con visión más mística. “Pase lo que pase, Jesús habita en tu corazón de diferentes modos y maneras. En la iglesia, en tu cama, en tu silla sentada (…) no me siento enclaustrada porque Dios está en todos lados”, dice.
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