La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, se reunirá este jueves con Xiomara Castro, quien se convertirá en la primera mujer en liderar Honduras.
La llegada de Castro a la presidencia abre una oportunidad para que Harris, encargada por el presidente Joe Biden de tomar las riendas de la situación migratoria en la frontera sur, afiance sus relaciones con un aliado clave en la región, después de un año donde su gestión del tema migratorio y la relación con Centroamérica recibiera críticas desde dentro y fuera de su partido, aseguran analistas consultados por la Voz de América.
También puede marcar una nueva etapa para las relaciones entre ambos países, distanciados desde que Biden entró a la presidencia, evitando contactos públicos con el gobierno saliente del presidente Juan Orlando Hernández, aseguran expertos.
La visita de Harris a Honduras confirma que Tegucigalpa y la nueva administración de Castro se han posicionado como un punto clave para EE. UU. en el llamado Triángulo Norte, una región donde han ocurrido escándalos de corrupción o autoritarismo, sobre todo en El Salvador y Guatemala, afirman analistas consultados.
Honduras está en una posición que EE. UU. "va a tratar de explorar para poder tener una incidencia un poco más directa y con efectos más visibles en la región”, dijo a la VOA el analista político hondureño Rafael Jérez.
La Casa Blanca ha expresado que ve con buenos ojos los objetivos trazados por Castro —en especial la lucha contra la corrupción— y que se alinean con la visión que EE. UU. quiere implementar en su política exterior hacia la región.
La visita a Honduras será la segunda de Harris a una de las regiones donde se origina más migración hacia EE. UU.
Su primera visita a la región generó controversia por un discurso en donde dijo a las personas que desean emigrar a EE. UU., que no lo hagan. “Si vienen a la frontera, se les devolverá”, dijo en Ciudad de Guatemala, lo cual provocó críticas por parte del ala progresista de su partido.
La vicepresidenta también viaja en un momento en el que su popularidad, al igual que la de Biden, puntea baja. Según una encuesta Gallup de diciembre, el 44% de los estadounidenses dijeron que desaprueban el trabajo que hace como vicepresidenta.
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Para Manuel Orozco, analista director de Migración, Remesas y Desarrollo de la organización Diálogo Interamericano, la gestión de Harris con respecto a lidiar con la ola migratoria “ha sido mediocre”.
“La gente no redujo la intención de migrar. La intención de emigrar ha crecido y el número de personas que salió es uno de los más altos en la historia de la migración centroamericana”, dijo Orozco a la VOA.
Dos millones de personas fueron detenidas en la frontera entre EE. UU. y México en el último año, según datos de la patrulla fronteriza, una cifra récord en la historia del país. El partido republicano acusa a la Casa Blanca de haber creado una “crisis humanitaria histórica en la frontera”.
El gobierno de Biden no ha dado continuidad a políticas restrictivas a la migración y la solicitud de asilo en la frontera del gobierno del ex presidente Donald Trump. El Título 42, que permite a las autoridades expulsar a la mayor parte de las personas que llegan a la frontera debido a la pandemia, se ha mantenido.
También se ha reinstaurado la política de “Permanecer en México”, que obliga a los solicitantes de asilo esperar que su caso sea resuelto del otro lado de la frontera. Solo el año pasado se registraron más de 400.000 detenciones de hondureños en la frontera, según datos de CBP.
“Este año año es realmente un test, un test muy importante” para la gestión de Harris, aseguró Orozco, quien está basado en Washington.
Jason Marczak, director del programa para Latinoamérica del centro de pensamiento Atlantic Council, opina que es muy pronto para calificar el éxito o no de la estrategia de Harris. “El objetivo de enfrentar los problemas de raíz de la migración en la región no se puede resolver en siete u ocho meses”, dijo.
Para el analista, el primer año de Harris ha sido importante para impulsar las acciones, en especial las propuestas económicas que buscan inyectar capital privado y público a las economías de estos países. En el segundo año, se van a ver "más resultados de corto plazo”, argumentó.
La Casa Blanca propuso dar ayudas de 4.000 millones de dólares a la región en los cuatro años que dure su mandato y, a su vez, empresas estadounidenses se comprometieron a hacer inversiones por un total de 1.200 millones de dólares al Triángulo Norte.
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En este viaje Harris podría tener una oportunidad clave para reivindicarse por el conflicto que existe en el Parlamento hondureño, aseguraron los expertos.
“La visita de Harris con el dilema de la presidencia del Congreso Nacional es una oportunidad para que Estados Unidos, a través de sus agentes diplomáticos, puedan fungir como ese mediador que la coyuntura requería y facilitar también, contribuir a que se dé una transición política pacífica”, dijo Jérez.
Dos directivas paralelas se instalaron en el Parlamento hondureño después que un grupo de diputados se opusiera a elegir al legislador apoyado por Castro como jefe.
Para Orozco, solventar esta crisis es esencial para que se pueda avanzar en la agenda en contra de la corrupción, que es también uno de los pilares en la política que EE. UU. quiere promover en la región.
“EE. UU. va a estar diseñando una estrategia diplomática de acercar a las partes con las que se pueda negociar una agenda política de reformas que trate de resolver el problema de la corrupción a corto plazo”, aseguró el experto.
También recalcó que va a ser importante el rol de Harris en determinar cómo EE. UU. va a definir su política de investigaciones judiciales sobre crímenes asociados con el narcotráfico, en especial los que salpican al gobierno del ex presidente hondureño Juan Orlando Hernández.
El hermano del ex mandatario cumple una condena por narcotráfico en EE. UU. Hernández fue mencionado en investigaciones de la justicia estadounidense que lo señalan de haber aceptado millones de dólares en ganancias por tráfico de drogas, lo cual ha negado.
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