Los hondureños acudían a las urnas el domingo para elegir un nuevo presidente, y la candidata de izquierda, Xiomara Castro, esperaba sacar del poder al derechista Partido Nacional, cuyo gobierno de 12 años se ha visto afectado por escándalos de corrupción, desempleo crónico y oleadas de emigración.
Si gana, Castro se convertiría en la primera mujer presidenta del país y marcaría el regreso de la izquierda al poder por primera vez desde que su esposo, el expresidente Manuel Zelaya, fue depuesto en un golpe de Estado en 2009.
La postulante se ha ganado el apoyo de votantes por sus esfuerzos para consolidar la oposición al presidente saliente Juan Orlando Hernández, quien ha negado acusaciones de tener vínculos con pandillas, entre otros escándalos de corrupción.
Las encuestas más recientes reforzaron la condición de Castro como favorita.
La elección es el más reciente foco político álgido en Centroamérica, desde donde miles de migrantes salen con destino a Estados Unidos y un punto de tránsito clave para el tráfico de drogas, y donde ha crecido la preocupación por gobiernos cada vez más autoritarios.
El principal rival de Castro es Nasry Asfura, del Partido Nacional, un rico empresario y alcalde de la capital, Tegucigalpa, que ha intentado distanciarse del impopular gobernante.
La disputada reelección de Hernández en 2017 y sus secuelas se ciernen sobre la votación del domingo.
Los informes generalizados de irregularidades en los comicios de hace cuatro años provocaron protestas que se cobraron la vida de más de dos docenas de personas, pero la victoria de Hernández fue finalmente aprobada por sus aliados en el consejo electoral. Días después, fue avalada por el gobierno del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Un gran número de observadores electorales nacionales e internacionales están monitorizando la votación del domingo, incluida una delegación de 80 personas de la Organización de Estados Americanos encabezada por el expresidente costarricense Luis Guillermo Solís.
"Es necesario que se respete el clamor del pueblo de Honduras, por un proceso que no tenga como consecuencia actos de violencia", dijo Solís a Reuters.
Unos 5.2 millones de hondureños están llamados a votar.
La tensión electoral se manifestaba en algunos vecindarios de Tegucigalpa el sábado por la noche.
Algunas empresas optaron por tapar las ventanas de los escaparates, mientras que al menos dos concesionarias de automóviles en un área cercana a las oficinas del presidente habían vaciado sus lotes de autos. En el pasado, esa parte de la ciudad ha sido sede de protestas estridentes.
Desde las elecciones primarias de marzo, la violencia política ya ha causado la muerte de 31 personas, incluidos candidatos y activistas locales de los tres partidos principales: el Partido Libre de Castro, el Partido Nacional y el Partido Liberal de centro.
Este último fue una vez parte de un duopolio bipartidista de larga data junto con el Partido Nacional, pero ha caído a un distante tercer lugar en la mayoría de las encuestas.
Su candidato presidencial es Yani Rosenthal, un exministro de gabinete que regresó recientemente a Honduras después de cumplir una pena de prisión de tres años en Estados Unidos tras declararse culpable de lavado de dinero.
Además de la carrera presidencial, los votantes también están decidiendo la composición del Congreso unicameral de 128 miembros, más funcionarios de unos 300 gobiernos locales.
Las urnas estarán abiertas hasta las 17.00 hora local (2300 GMT), pero podrían seguir recibiendo votantes una hora más dependiendo de la participación ciudadana. Se esperan resultados preliminares alrededor de las 21.00 hora local.