La vivienda de María Teresa Meneses, una venezolana jubilada, de 70 años, se iluminó -literalmente- los primeros días de diciembre luego de haber vivido un calvario de 15 meses sin servicio eléctrico.
En su hogar, dice, hubo luz y alegría. “Mis nietos andaban felices. Gritaban desde los cuartos de arriba: ‘¡por fin tengo aire (acondicionado), por fin puedo prender el televisor!”, cuenta, jovial, desde la calle cuatro del sector 10 de la urbanización San Jacinto, una de las más pobladas de Maracaibo.
Hasta 22 familias de ese asentamiento de viviendas de clase media, en el occidente de Venezuela, quedaron sin electricidad el 20 de agosto de 2020 por la avería absoluta de un equipo transformador. Así, de golpe, quedaron a oscuras, sin posibilidad de encender neveras o aires acondicionados en una urbe cuyas temperaturas suelen rozar los 35 grados centígrados en las horas pico.
Los afectados, en su mayoría ancianas, contaron a la Voz de América sus vivencias en un reportaje publicado en octubre pasado, cuando describieron a su zona residencial como “una cueva de lobos” y un “infierno” de penumbras.
Voceros de la comunidad contaron que habían denunciado la falla eléctrica en cartas y mensajes a las autoridades locales, como el gobernador Omar Prieto y el alcalde Willy Casanova, hoy removidos de sus cargos por voto popular. Hubo alguna promesa pública, pero la solución no pasó de una mera revisión o poda de árboles cercanos al aparato dañado. Jamás lo sustituyeron, reclamaron.
Tanto Prieto como Casanova, candidatos del Partido Socialista Unido de Venezuela, perdieron rotundamente las elecciones del pasado 21 de noviembre. Dos aspirantes de la oposición, el exgobernador Manuel Rosales y el diputado Rafael Ramírez, les ganaron con amplia ventaja y recién ocuparon sus cargos.
"Nos íbamos a morir de calor"
La sorpresa de María Teresa y sus vecinos fue tamaña la tarde del 6 de diciembre, cuando parquearon en su calle, justo debajo del poste eléctrico, dos camiones cargados con media docena de trabajadores de la Corporación Eléctrica y de un transformador nuevo, en perfecta condición.
Los vecinos debieron esperar un poco más para contar con luz, detalla María Teresa, pues se hizo de noche y los trabajos se postergaron al día siguiente.
La alegría de la vecindad se tradujo en gratitud: atendieron con refrigerios y almuerzos a los empleados del Estado mientras solventaban su problema.
“Nos íbamos a morir del calor. Menos mal que los aires están bien”, es decir, sin necesidad de reparaciones tras casi año y medio sin operar, dice.
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Ante la falta de respuesta de los gobernantes y agobiados por la falta de luz, las familias afectadas decidieron tender cables de manera improvisada desde casas vecinas donde sí había servicio para poder encender un par de bombillos o quizás algún ventilador, incluso una nevera, por turnos. Lo llaman “el arrimo”.
“Yo estoy feliz, duermo con aire, me paro como a las 9:00 de la mañana”, cuenta María Teresa, riendo. Otras vecinas afectadas, como la señora Sonia Chávez, de 81 años, contaron a la VOA hace dos meses cómo pernoctaban en chinchorros y sentadas en sillas de estambre en sus patios o garajes para paliar el calor.
La residente de San Jacinto asegura que discutió con una vecina simpatizante del gobierno de Nicolás Maduro quien, “con su cara muy fresca”, dice, reivindicó la sustitución del transformador dañado como una obra del chavismo.
La crisis eléctrica en Venezuela data de 2010, cuando Hugo Chávez era presidente de la República. Maracaibo, sin embargo, es la ciudad más afectada por interrupciones inesperadas y programadas del servicio, según reportes de la asociación civil Comité de Víctimas de Apagones, con sede en Caracas.
Las fallas y fluctuaciones eléctricas han provocado múltiples averías de transformadores en el estado Zulia, el más poblado del país. En octubre, la gobernación zuliana precisó que había sustituido hasta 400 de esos equipos.
Entonces, voceros oficiales denunciaron que los retrasos en la reparación o reemplazo de los aparatos se debía al “bloqueo económico” presuntamente provocado por las sanciones económicas impuestas desde 2017 por Estados Unidos contra el gobierno de Maduro para procurar un cambio político.
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La comunidad de la calle cuatro del sector 10 de San Jacinto no tiene claro si la sustitución de su transformador responde a los cambios políticos que ocurrieron en Zulia en las elecciones del mes pasado, pero el efecto positivo de la medida que aguardaron por meses se sintió de inmediato en sus vidas, dicen.
María Teresa, por ejemplo, instaló un pesebre en el medio de su sala, bordeando una chimenea que le regaló una de sus hijas, repleto de figuras de cerámica, mucho musgo y un enramado de luces navideñas que hoy al fin encienden.
Ya con mayor calidad de vida, agradece a todos quienes los ayudaron, entre ellos a la prensa. Dice haber recibido llamadas de familiares desde países como Chile y Panamá para comentarle que la habían visto en los reportajes de la Voz de América denunciando la crisis de las dos docenas de familias de San Jacinto.
“Me decían: ‘seguro que sí te van a ayudar’. Sí tuvo que ver tanta presión. Menos mal. Gracias a ustedes por darle importancia”, dijo a la VOA, siempre sonriente.
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