Don Julio César Bartolomé tiene 70 años, está consciente que pertenece al grupo poblacional más vulnerable ante el coronavirus, pero la necesidad de ganarse la vida le obliga a salir de su casa todas las mañanas para vender sus productos frente a uno los edificios del Instituto de Seguridad Social de Nicaragua.
Bartolomé recibe lo que se conoce como pensión reducida de vejez, establecida para las personas adultas mayores de 60 años que no lograron completar las cotizaciones en el seguro social. Sin embargo, lo que recibe es tan poco, que asegura que, si se queda en casa, no lograría sobrevivir.
“No, a penas son 2.100 (córdobas, equivalentes a poco más de 30 dólares) lo que me dan, qué me va a alcanzar. Yo estoy ganándome la vida aquí a expensas del señor, como le digo yo aparto la cara, con la pensión que a mi me dan yo no me ajusto entonces tengo que salir a trabajar”, comentó mientras descansa junto a un carretón donde oferta gaseosas y otras bebidas a los transeúntes.
En su lugar de trabajo no toma ninguna medida. No utiliza mascarilla para proteger su boca, ni tampoco ningún producto para lavarse las manos. Su única defensa ante la enfermedad es no hablar de frente con los compradores, muchos de ellos, también personas mayores que llegan al seguro social a cobrar su pensión.
Su situación es la de muchas otras personas de la tercera edad, que pese a las recomendaciones de especialistas médicos, no pueden quedarse en casa.
En otra zona de Managua, José Antonio Sánchez, de 66 años, arrastra un carretón lleno de cocos que oferta por las calles de la ciudad. Sánchez jamás cotizó en el seguro social y tampoco gozó de un empleo formal y por más de 30 años se ha ganado la vida de la misma manera: el comercio informal.
Al hablar de la pandemia, asegura tener miedo de perder la vida, pero pesa más la necesidad de aportar a su hogar.
“Por mi necesidad llevar el gasto oficial de mi familia. Como le vuelvo a repetir no tenemos ninguna institución que nos financie una ayuda, el único gobierno que tenemos es nuestro trabajo, aquí andamos encima de la muerte, porque tantos casos que estamos viendo y el gobierno no dice por poner una cuarenta y darnos una ayuda”, manifestó.
La venta de cocos, aunque le permite sostenerse, no le aporta lo suficiente como para abastecerse de productos de primera necesidad ante una cuarentena. Tampoco le permite comprar elementos para protegerse ante la pandemia. Como otros, realiza su trabajo sin ninguna medida de protección.
Consultado sobre el tema, Rigoberto Múñoz, de la Asociación de Jubilados y Pensionados de Nicaragua dijo que hasta la fecha no se ha registrado ningún fallecimiento por COVID 19 entre los más de 100.000 adultos mayores que reciben pensiones, aunque se debe destacar que gran parte de la población adulta no esta inscrita al seguro social.
“Hasta el día de hoy no hemos tenido casos de sospechas, ni esos problemas. Lo que si ha habido son problemas respiratorios y problemas de diabetes, pero gracias a Dios de los 180.000 jubilados que recibimos pensión del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social no hemos tenido ningún deceso por este problema del COVID-19”, afirmó Múñoz.
Los adultos mayores que no son atendidos por las clínicas adscritas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, deben buscar los centros de salud y hospitales públicos, aunque existen reiteradas quejas de ciudadanos y personal médico sobre una saturación del Sistema de salud ante casos sospechosos de COVID-19.
El gobierno del presidente Daniel Ortega no ha anunciado hasta la fecha ningún plan de contingencia que contemple mandar a cuarentena a la población, pese a que cada día crecen las sospechas de más casos indeterminados de COVID-19.