En 2017 el presidente Donald Trump declaró a las pandillas como el enemigo público número uno de EE. UU., en especial al grupo criminal conocido como la MS-13 o Mara Salvatrucha.
Casi cuatro años después de haber implementado políticas migratorias dirigidas a detener la expansión de dichas estructuras criminales en suelo estadounidense: ¿Cuál es el estado de la guerra a las pandillas? ¿Cuántos pandilleros fueron arrestados, deportados o perseguidos durante la era de la administración Trump? Y ¿Esta pelea le ha anotado algún tanto a Trump?
Algunas de esas interrogantes las responde Steven Dudley, co-director de InSigthCrime y autor del libro “MS-13: la creación de la pandilla más notoria de Estados Unidos”.
Según lo relatado por Dudley a la Voz de América a la fecha se han logrado muchas capturas y se “adelantaron muchísimos procesos contra miembros de la MS-13 sobre todo en Estados Unidos.”
Recientemente el presidente Donald Trump afirmó que uno de los logros de su gestión, que termina el 20 de enero, es el hecho de haber sacado “a casi 20.000 pandilleros de Estados Unidos, incluidos 4.500 miembros de MS -13”. Las declaraciones fueron dadas durante su visita a la ciudad de Álamo, en Texas, donde alabó la construcción del muro fronterizo.
Dudley afirma que “entre 700 y 800 miembros” han sido procesados en cortes estadounidenses, y de éstos “500 ya fueron sentenciados en los últimos cuatro años”. Sin embargo, pese a que a nivel judicial se ha avanzado, el escritor sostiene, que en cuanto al combate a la problemática directa que genera el crecimiento de estos grupos no ha habido un cambio sustancial.
“Seguimos básicamente con los mismos problemas o peor” -explica Dudley- ya que según dice, la política migratoria de la Administración Trump sólo logró aislar a los países o zonas dentro de EE. UU. de donde provienen las pandillas como la MS-13 y aunque se deportaron a otros tantos siempre vuelven a surgir.
“La MS-13 es un monstruo de mil cabezas”, apuntó.
Trump por su parte celebró su política migratoria, que según él, ha colaborado para hacer frente a la que “probablemente es la peor banda de todas”.
“Hemos terminado con el caos de inmigración y restablecido la soberanía estadounidense", citó el mandatario en su discurso desde Álamo.
¿Pero cuántos de los deportados eran realmente de la MS? y ¿han sido más de los que deportó su antecesor Barack Obama?
La respuesta a la primer pregunta es incierta, ya que Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE) no hace rastreo de las deportaciones dividiéndolas por afiliación a una pandilla específica. Así lo hizo saber en los primeros días de gestión del presidente Trump.
Pero lo que si detalló la agencia en un amplio informe fue que, entre 2009 y 2016, se expulsó de EE. UU. a un total de 2,75 millones de personas con antecedentes criminales.
La administración Obama introdujo tres niveles de prioridad para las deportaciones en 2014. La máxima prioridad fue la deportación de personas identificadas como: "amenazas a la seguridad nacional, delincuentes condenados o delincuentes agravados, participantes de bandas criminales y personas que ingresan ilegalmente, detenidas en la frontera".
Entre el 1 de octubre de 2015 y el 30 de septiembre de 2016, el 58% de los deportados fueron delincuentes condenados. En comparación, la proporción de delincuentes removidos entre las mismas fechas en 2008 y 2009 fue del 31% y 35% respectivamente. En 2016, la agencia envió de regreso a sus países a 2.057 personas que fueron clasificadas como "pandilleros sospechosos o confirmados". La agencia clasificó entonces a capos de la droga o personas con antecedentes penales relacionados con las drogas como una de las categoría de personas expulsadas.
Las últimas cifras disponibles de ICE, de la administración Obama que también abarcó 16 días de la gestión Trump, corresponden al año fiscal 2017 (desde el 1 de octubre de 2016 hasta el 30 de septiembre de 2017) y señala que 5.396 pandilleros fueron deportados entonces.
El dato
La MS, que opera en Centroamérica y especialmente en El Salvador, ha amplificado su empresa criminal a Estados Unidos, principalmente en las ciudades de Los Ángeles, Nueva York y la región de Washington, según confirman las autoridades.
Dentro de EE. UU., en las comunidades especialmente latinas e indocumentadas, un grave error cometido por la administración Trump, según Dudley, “fue aislar a esas comunidades donde opera la MS-13” ya que al aislarlos, las autoridades recibían menos información sobre su accionar y por lo tanto la situación ha empeorado.
Entonces, de acuerdo con el experto eso tiene un doble efecto, a nivel policial y social, porque precisamente es lo que termina fortaleciendo las pandillas, “la falta de integración y la posibilidad de hacerse a la vida aquí en Estados Unidos”.
Contrario a lo que se piensa el alcance de la pandilla MS-13 no es tan grande, “es un problema, sin duda. Pero relativamente hablando es un problema menor que otros problemas. El uso de la MS-13 ha sido en su mayor parte político. El grupo rival de la MS-13 que es el Barrio 18 tiene un tamaño 5 veces mayor en EE. UU.”, afirmó Dudley. Este último dato es corroborado por el Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés).
La Mara Salvatrucha o MS-13 se originó en Los Ángeles, integrada por inmigrantes salvadoreños, y se ha extendido a todo Estados Unidos. Los miembros de la pandilla operan en subgrupos, también conocidos como “clicas”, como los “Hollywood Locos” y “Fulton”.
Los “Hollywood Locos” operan en Los Ángeles y Las Vegas, según Inmigración y Control de Aduanas (ICE por sus siglas en inglés).
¿Qué pasa en Centroamérica?
Recientemente una nueva encuesta de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), reveló que el cambio en las dinámicas de desplazamiento forzado desde el norte de Centroamérica se debe a la amenaza que representan las pandillas, muchas de las cuales están integradas por delincuentes deportados de EE. UU.
El acoso sistemático y reclutamiento, extorsión y otras formas de violencia selectiva hacen que “muchas personas del norte de Centroamérica están literalmente huyendo por su vida mientras las pandillas atacan a familias enteras, incluidos niños y niñas, obligándolos a escapar”, explicó Jean Gough, directora regional de UNICEF para América Latina y el Caribe.
La migración hacia EE. UU. tiene su raíz directa en el poder que ejercen las pandillas en los países del Triángulo Norte de Centroamérica y eso explica el “alarmante aumento del 456% en las unidades familiares detenidas en la frontera sur de Estados Unidos el año pasado”, coinciden los organismos de la ONU.
“El cambio en las dinámicas de desplazamiento forzado desde el norte de Centroamérica refleja una compleja realidad en los países de origen, donde familias enteras están amenazadas y huyen juntas para encontrar un lugar seguro”, dijo Giovanni Bassu, representante regional de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, para Centroamérica y Cuba.
Una opinión similar tiene la analista política de 1World, Sophia Cortez, quien dijo a la VOA que la violencia que se vive en la región centroamericana, se ha visto alimentada por las políticas económicas y migratorias de EE. UU., no solo de la administración Trump, sino también de administraciones anteriores.
De acuerdo a ella “no han exigido resultados” de toda la ayuda enviada. “No han preguntado dónde está el dinero o cómo se usó o si realmente se invirtió en programas sociales, etc (...) ahora los resultados están en la frontera sur y afectan a esos países y a la política interna de EE. UU.”, apuntó.
En El Salvador las pandillas tienen un enorme poder, ni la Policía ni el Ejército han logrado erradicarlos. De acuerdo a datos de la Fiscalía General de El Salvador (FGR) las "maras", tienen alrededor de 70.000 miembros, 17.000 de los cuales están tras las rejas, pero desde ahí se dedican al crimen organizado y al narcotráfico.