“En aquel momento sólo oí un sonido muy fuerte, y cuando abrí mis ojos fue en el hospital”: así recuerda Narges Alizadeh, el atentado que sufrió por parte de los talibanes cuando tan sólo era una adolescente. El impacto del explosivo le causó varias fracturas y estuvo cinco días en coma. “En aquel momento el país era un caos. Mi madre y mi padre no sabían qué hacer en un sitio así de horrible”.
Han pasado más de dos décadas desde que aquella bomba detonó cerca de la residencia de los Alizadeh, en Kabul. Sin embargo, Narges lucha a diario con las consecuencias psicológicas y físicas de lo que fue uno de los múltiples ataques perpetrados por el grupo extremista en la capital de la nación: “Tengo un 41% de discapacidad” explica.
Narges recuerda el motivo por el cual su familia sufrió el atentado: “Mi padre fue amigo de Najibullah” afirma, haciendo referencia a quien fue presidente de Afganistán y murió a manos de los talibanes. “Le decían tú eres kāfar, tú eres comunista (…) Cuando los talibanes vinieron a Kabul mi papá se escondió en casa, no pudo salir y dejó su trabajo”.
La vinculación política del padre de Narges no fue la única razón por la cual la familia huyó más tarde a Irán; pues -a diferencia de su madre, de origen pastún- su padre formaba parte de la minoría hazara, comunidad chiíta perseguida por los talibanes: “La familia de mi madre quería matar a mi padre (…) Decían: 'por qué te has casado con un hazara?' En casa siempre teníamos conflictos familiares”, recuerda.
“Todos viven con pánico”
“Nunca hubiera esperado estos eventos. Es horrible”, reflexiona Narges sobre el regreso al poder por parte de los talibanes, quienes en las últimas horas tomaron el valle del Panshir, último reducto de la resistencia opositora. Lo hace desde Barcelona, España, adonde llegó desde Irán hace casi tres años. Fue en el país europeo donde se reencontró con su marido, a quien conoció en el país persa y también fue víctima de la violencia del grupo extremista en Afganistán.
Afirma sentirse angustiada por los familiares que aún residen en su país de origen, con quienes admite que es complicado poder comunicarse.
“Todos ahora viven con pánico”, explica. Se muestra preocupada especialmente por las mujeres, de las que comenta que están “escondidas en sus casas y no pueden salir”.
Y aunque desde que tomaron el control del país los talibanes han tratado de alejarse del extremismo que brindaron en el pasado y han anunciado que los derechos de las mujeres serán respetados “dentro de la ley islámica”, Narges no confía en su palabra: “Un gobierno del talibán significa que las mujeres no existen. No les quieren dar oportunidad de vivir en libertad. (…) Son radicales y racistas”.
La situación actual es muy diferente a la que vivió su familia antes de los años 90, cuando los talibanes llegaron al poder: “Era una vida muy normal, todos estaban felices y contentos, no había miedo ni preocupación”. Esa época que Narges -explica- conoce a través de imágenes y de relatos de los más mayores, pues ella aún no había nacido.
“Todas las mujeres salían a la calle sin hiyab y sin burka. Vi las fotos de mi mamá y lleva camiseta, falda, tenía maquillaje muy elegante”, sostiene.
Vida en España
Narges forma parte de los casi 800 afganos empadronados que hay en España según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Aunque la comunidad ha crecido de forma notable a causa de los evacuados que han llegado recientemente al país europeo, las cifras aún se encuentran muy lejos de diásporas como la venezolana o la marroquí.
“Hace casi 3 años que vivo aquí y no escuché ninguna palabrota ni recibí discriminación”, dice en relación con su vida anterior en Irán: “El gobierno de Irán trata muy mal a los extranjeros, especialmente los afganos. Tengo muchos recuerdos malos de Irán, no quiero volver para vivir ni disfrutar de las vacaciones”.
Sin embargo, la kabulí explica que su vida en España no es fácil, especialmente debido a su minusvalía, situación que comparte con su marido: “No estamos satisfechos con la situación que ahora tenemos. Mi marido no tiene trabajo, yo tampoco” . Por el momento reciben una renta mínima, que les ayuda a llegar a fin de mes y a mantener a su hija Elena, nacida hace tan sólo cuatro meses.
No obstante, Narges se muestra agradecida por vivir en Europa y poder darle una vida mejor a su pequeña.
“Veo a mi niña y digo 'Gracias a Dios que ha nacido aquí'. Sé que tiene un futuro seguro”, concluye.
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