De los sufijos “-eno” e “-ino” a cantar La cabra mocha, la profesora de química Violeta del Pino arranca su viernes en una escuela de un barrio de clase trabajadora de Caracas y lo cierra en un exclusivo bar avivando la fiesta decembrina al ritmo de la gaita, un estilo musical típico de la Navidad en Venezuela.
Y así, entre fórmulas de química y la tambora que toca por las noches, esta docente de 62 años surfea la crisis.
De noche se pone una túnica roja típica de la etnia de la Guajira y sandalias de lona con cintas de los colores de la bandera de Venezuela, lista para “prender la parranda” navideña en un pequeño bar de Caracas que está lleno de personas.
Forma parte de la agrupación Serenata Decembrina, que toca gaita, un ritmo zuliano relacionado con las fiestas de diciembre en Venezuela que mezcla el cuatro con charrasca y percusión, y letras que cantan al amor, la religión y la política, normalmente condimentadas con humor.
“La gaita es un sentimiento. Era un sentimiento de alegría, pero ahora es un sentimiento de nostalgia”, dice del Pino, que nació en Caracas y es química industrial de profesión.
“Hay muchos venezolanos fuera de Venezuela, (que) escuchan un joropo, una gaita, un galerón o lo que sea, y eso les va a pegar en el corazón”, continúa Del Pino, en referencia a los más de 7 millones de venezolanos que han emigrado huyendo de la crisis económica, según cifras de la ONU.
La “profe” lleva más de 30 años tocando la tambora, una caja de forma cilíndrica que lleva una membrana de cuero en la parte superior.
Arranca el show. “¡Vamos todos pa’ que Luis… allá por Santa Lucía… la cerveza está bien fría… y de allí te vais feliz!”. La gente aplaude acompaña cantando a viva voz uno de los clásicos del género.
Del Pino sonríe mientras toca con energía, y algo de histrionismo, su tambora con dos palos de madera. El sonido es poderoso y se adueña de toda la sala.
El cuatro, otro instrumento protagonista del folclore venezolano, el furruco (zambomba), dos charrascas y una guitarra forman esta agrupación de gaita, género musical que además entró en el libro de los récords Guinness en noviembre, con la banda folclórica más grande del mundo.
Docente “por necesidad”
La profunda crisis que asoló Venezuela, y que hoy muestra tímidos signos de recuperación, llevó a Del Pino a reinventarse.
“Yo trabajaba en unas empresas privadas como gerente de calidad, pero las empresas cerraron (...) no me daban empleos y dije 'bueno, tengo que vivir de algo y tengo que solventar mis problemas económicos'. Mi otra área era la docencia, y por ahí me fui”, explica Del Pino, que dicta Química en el último año de secundaria en una escuela técnica en Catia, un sector humilde en el oeste de la capital.
“Tuve que irme a la docencia casi que por necesidad”, dijo. Pero ahora la disfruta y se mantiene en las aulas por pasión. “Me enamoré y no puedo salir de aquí”, agregó.
En el pizarrón de tiza va dibujando enlaces de moléculas de carbono, que luego los alumnos identifican con nombre. Son unos 17 alumnos, todos con sus uniformes.
Al terminar la clase, Del Pino se queda en el salón. Lleva una camiseta roja con logotipos de la red social Tik Tok, en la que se hizo viral con un video tocando su instrumento en una panadería de Caracas.
Lo muestra con orgullo. “Me llamaron de todo el mundo (...) me quedé loca”. Y este año el video nuevamente ha comenzado a compartirse en las redes sociales.
De la mesa al bidón, del bidón al escenario
De vez en cuando toca el escritorio al ritmo de la tambora, justo como hacía en la mesa de su casa cuando comenzó. Luego volteaba bidones y se ponía a practicar. “Yo siempre quise ser músico”, dice.
Cuando empezó, a ratos iba a casa de un gaitero vecino que tocaba cuatro, charrasca y furruco. “Me iba a su casa cuando él estaba ensayando a escuchar gaitas”, dijo.
“Lo que hacía era mirar porque no tenía tambor. Después agarraba los tobos (cubetas), los volteaba y les daba. Y resultó que podía, podía darle al ritmo, no como un tambor, pero le daba ritmo y dije 'bueno: yo toco tambor'”.
Y en las últimas décadas ha tocado en agrupaciones profesionales.
Del Pino suelta la tiza, cierra el salón de clases con un candado y se despide: "esta noche hay show". Ese día en el bar, comparte tarima con el resto de Serenata Decembrina.
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