En Siria, más de 2.600 personas murieron en el terremoto hasta ahora, según el Ministerio de Salud sirio. Miles más resultaron heridas.

En medio del desastre, Siria, ahora como en los últimos años, enfrenta un grave problema para acceder a la ayuda internacional debido a la guerra civil que lleva más de una década y que había causado una profunda crisis humanitaria ya antes del terremoto.

Liza Saidj, Rescatista internacional en Aleppo, cuenta: “Las condiciones aquí son muy difíciles. Hay muchas víctimas que aún no han sido encontradas”.

La guerra civil, empezada en 2011, ha dividido el país entre el gobierno de Bashar al-Assad, las fuerzas curdas y, en el noroeste afectado por el temblor, la oposición siria. Allí viven millones de desplazados de otras partes de Siria.

Bombardeos, enfermedades, recursos mínimos y una dependencia casi total de la ayuda internacional que el gobierno sirio restringe y que entra solo desde Turquía por el cruce de Bab al-Hawa, el único permitido por las Naciones Unidas con Rusia, aliado del gobierno, que ha forzado el cierre de todos los otros cruces, afectan a la población.

Muhannad Hadi, coordinador regional humanitario de la ONU, dijo: “Desde el comienzo del terremoto, la carretera que va de Gaziantep a la frontera hasta el punto de transbordo resultó dañada, y esa carretera se cerró. Por lo tanto, no pudimos enviar ningún artículo de socorro y estábamos buscando rutas alternativas.”

Mientras el camino hacia Bab-al-Hawa podría reabrirse pronto, en el noroeste de Siria empieza a faltar todo: comida, cobijas, gasolina. Una crisis que empeora cada día.

Siria pide el levantamiento de las sanciones internacionales para permitir la entrada de más ayudas, pero muchos expertos dicen que las sanciones no tienen efecto en la entrega de asistencia y que este llamado solo ayudaría al gobierno de Damasco.