En un estudio iluminado por el sol en Kiev y lleno de caballetes y lienzos, Iryna Farion da los toques finales a una pintura al óleo con una paleta de tonos de azul y marrón, predominantemente oscuros.
Su obra representa dos árboles entrelazados que se mantienen unidos por sus raíces, bajo un sol amarillo radiante que brilla sobre un fondo de varios tonos de azul.
“Siento que somos yo y mi esposo, quien murió en la guerra”, dice Farion sobre los árboles. “Son como dos almas, como dos corazones, como un solo cuerpo”.
Farion es apenas una de los miles de mujeres ucranianas que han perdido a sus parejas en la guerra que Rusia lanzó contra su patria hace casi 17 meses. Decenas de miles de ucranianos han muerto en el campo de batalla, la mayoría de ellos hombres que alguna vez llevaron una vida normal antes de dejarlo todo para defender su país.
El marido de Farion, Oleksandr Alimov, murió en diciembre tras recibir un disparo en el frente de Donetsk. Abrumada por el dolor, ella dice que ha encontrado algo de consuelo al pintar junto a otras mujeres que también perdieron a sus parejas en el campo de batalla.
Alimov se unió voluntariamente al ejército en los primeros días de la guerra después de trabajar como especialista en Tecnologías de la Información para una empresa conocida. “No quiero que vivamos en un país donde no seamos libres”, dice Farion que le pidió su esposo antes de que él partiera al frente. La pareja llevaba 10 años junta.
Ella usa todavía su anillo de bodas, mientras que el de él cuelga de una cadena en su cuello. “Todavía no puedo quitarme el anillo”, explica. “Me siento mejor así”.
En un día reciente, Farion visitó el estudio con su amiga Olesia Skalska, cuyo esposo murió en batalla en enero. Ambas se conocieron en un cementerio, un sitio donde las viudas ucranianas comúnmente encuentran consuelo en compañía de otras. Llegan a formar amistad, unidas por el dolor compartido.
El esposo de Skalska, Roman Skalskyi, de 26 años, también se unió voluntariamente al ejército. No tenía experiencia en combate. “Claro que lo apoyé porque él fue a defenderme a mí y a toda su familia”, dice.
Se suponía que la pareja celebraría su primer aniversario de bodas en junio. En cambio, Skalska estuvo trabajando ese mes en su pintura, el único lugar donde sentía que podía estar junto a él nuevamente.
Skalska, de 24 años, describe su obra: “Un hombre carga a una niña a través de un campo de trigo que ha sido segado. Me imagino que la carga para que no se pinche las piernas”.
Ocasionalmente, rompe en sollozos mientras habla. “Para los demás, puedo parecer una persona común, pero nadie sabe lo que estoy pasando”, dice. “Es imposible escapar” a ese vacío.
Olena Sokalska, quien perdió a su esposo hace años en un accidente automovilístico, lanzó el proyecto de arte en enero. Dice entender el proceso emocional de la viudez.
Cuando ella habló con los reporteros de The Associated Press en junio, unas 40 viudas participaban en el proyecto de arte.
“Se llama ‘Vivas’ porque las chicas deben sentirse vivas, ya que ahora mismo se sienten sin vida”, explica. “Cuando pintas, solo piensas en eso. Y sentí que estas mujeres deberían tener algo de tiempo para sí mismas”.
La participación en el proyecto es gratuita y los artistas locales ofrecen su tiempo como voluntarios para guiar a las mujeres mientras expresan sus penas en lienzos.
Una comunidad de Facebook para el proyecto tiene más de 1.000 participantes. “Y la comunidad sigue creciendo”, afirma Sokalska, recalcando la tragedia de lo que eso significa para muchos.
“Se encuentran en un vacío total. Es como un agujero negro y nadie entiende realmente lo que siente una mujer que ha perdido a su marido”, asegura.
Oksana Kordina y su esposo, Andrii Volkov, llevaban casi 10 años de casados cuando comenzó la guerra. En la mañana del 24 de febrero de 2022, el día en que Rusia invadió Ucrania, Volkov se vistió y recogió algunas pertenencias. Oksana le preparó un botiquín de primeros auxilios. Él caminó hacia la oficina militar mientras Kiev se tambaleaba por la invasión.
Andrii murió nueve días después, defendiendo la capital.
Ha pasado más de un año y Kordina dice que todavía no se ha recuperado emocionalmente. “No soy una persona creativa, pero me di cuenta de que necesitaba probar algo”, dice, explicando su decisión de intentar pintar.
“Este dolor es imposible de explicar o transmitir”, manifiesta.
Dice que recientemente redescubrió un lago cerca de Kiev al que su esposo le encantaba ir. Ambos habían ido juntos antes, pero ella había olvidado el camino y tuvo problemas mucho tiempo para encontrarlo. Ahora lo visita regularmente.
Su pintura representa el lago, rodeado de árboles verdes, reflejando la luz suave del amanecer. Un gato anaranjado en la esquina izquierda del lienzo parece solitario y contemplativo en ese fondo natural.
“Camino hacia el lago y sueño como este gato”, relata. “Y se siente como si él estuviera allí conmigo”.
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