La colombiana Elizabeth Moreno Barco -que se define como una "campesina, negra, afro, madre comunitaria y de cuatro hijos y trabajadora incansable"- recibe este miércoles el premio Nansen, uno de los galadones que concede la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
Su vida y obra han transcurrido en la región del San Juan, una zona golpeada por la violencia y la pobreza, que está ubicada en el departamento colombiano del Chocó.
"Solucionar la problemática en atención a las comunidades", dice esta colombiana al resumir el propósito de su labor.
El premio Nansen para los Refugiados, una distinción a personas, grupos y organizaciones que van más allá de la obligación de proteger a personas refugiadas, desplazadas y apátridas, fue creado en 1954 para conmemorar el legado de Fridtjof Nansen, un científico noruego, explorador de los polos y diplomático que fungió como el primer Alto Comisionado para los Refugiados de la Liga de las Naciones.
Moreno Barco cuenta que no solo "recorre el país, busca escenarios de visibilización internacional, hace denuncias, llama al gobierno, [hace] peticiones, se enfrenta con los actores armados”, sino que admás “no tiene un punto fijo de vivienda” porque se la pasa, la mayoría de ocasiones en el río, recorriendo su terreno.
A sus 55 años, dice con mucho orgullo y contra todo pronóstico, que está a punto de culminar una carrera profesional en Administración Pública.
Y es que “Chava”, como le conocen, ha trabajado por más de 20 años en escenarios de construcción de paz y visibilización de los pueblos en un país donde aún el conflicto y la violencia son visibles en zonas vulnerables.
Desde mediados de la década de 1980, la violencia en Colombia ha afectado a cerca de 10 millones de personas, forzando a más de 8 millones a abandonar sus hogares durante ese tiempo
La cruda violencia, su motivación de lucha
Elizabeth nació en Togoromá, en el litoral del San Juan en Chocó, una región habitada por comunidades afro e indígenas y aunque son ricos en tradición, cultura y recursos naturales, estos últimos pueden ser el ‘arma de doble filo’ pues, según Moreno, es la razón de las disputas en su territorio.
“A pesar de que tenemos muchas fuentes hídricas, tenemos grandes recursos naturales, no hay las condiciones óptimas para vivir”, contó a la Voz de América.
“Somos un territorio que sueña con la transformación del país y poder tener las mejores oportunidades y garantías. Pero este conflicto armado que se ha generalizado en Colombia y se ha vuelto viral… lo aludimos a que sea por la posición geográfica para el tránsito de muchos acciones bélicas ilícitas, pero también las mismas economías extractivistas, por los grandes minerales y las grandes riquezas que allí hay, nos han empobrecido”, agrega esta mujer que comenzó su liderazgo como madre comunitaria en Togoromá, a mediados del 2000.
Y su comunidad, enfatiza, es la que paga el alto costo de la guerra, generando desplazamiento y la muerte de inocentes.
Uno de los episodios que aún ronda su cabeza data de 2013, cuando su lugar de origen fue el escenario de un enfrentamiento entre dos facciones remanentes de las Autodefensas Unidas de Colombia, que competían por el control de una ruta de cocaína en la desembocadura del río.
“Éramos una comunidad que ancestralmente ocupamos nuestro territorio y vivíamos felices a pesar de ser pobres, de vivir en el olvido… Y que esta conflictividad te saque de tu territorio sin medir consecuencias, nunca la comunidad está preparada para un caso de estos”, dice en alusión a un hecho la obligó a desplazarse, la fortaleció y la convirtió en líder.
“Ahí llegó la oportunidad” de liderar y de “buscar esas soluciones estratégicas a la problemática”, afirma. Recuerda que la firma del Acuerdo entre el Gobierno colombiano y las FARC en 2016 generó expectativas positivas pero “por el contrario, se reconfiguró el conflicto”.
“Es muy triste lo que se vive o lo que genera la violencia y la guerra en nuestros territorios, porque los confinamientos, los asesinatos, las masacres, las desapariciones, la impunidad, la corrupción, minas antipersonales, paros armados, falta de atención integral a la población”, dijo a la VOA.
Múltiples roles
Esta colombiana galardona por ACNUR es la primera mujer elegida como representante legal de ACADESAN, un consejo territorial que promueve y protege los derechos de 72 comunidades afrocolombianas que viven en el sur de la región de San Juan.
Es coordinadora del Foro Interétnico de Solidaridad del Chocó (FISCH), que promueve el desarrollo basado en la cultura y el conocimiento étnicos, al tiempo que aborda cuestiones como el desplazamiento forzado y el confinamiento.
Como parte de su papel en ACADESAN, Moreno se aseguró de que los intereses de las comunidades étnicas se incluyeran en las conversaciones de paz de 2016 entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en La Habana, Cuba. También negoció una tregua parcial entre grupos armados rivales en 2017 que trajo la paz a San Juan durante tres años, antes de que se reavivara la violencia en 2020.
Su labor exitosa como negociadora con los actores armados permitió recientemente la liberación de jóvenes secuestrados, entre ellos dos niños.
Sentir miedo
Su labor a menudo arriesgada le ha hecho sentir miedo, confiesa. “No podemos desconocer que están en el territorio, pero tampoco podemos entrar con gente que nos generen riesgo para nosotros y para nuestra integridad".
La también ganadora del Premio Nacional de DDHH en Colombia este año, dice que entre "los mejores aliados" están los procesos organizativos locales, el apalancamiento, el permanente contacto con las comunidades".
En octubre de 2022, además, se convirtió en la primera lideresa chocoana en pronunciar un discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU, con motivo del seguimiento que ese organismo hace del Acuerdo de Paz en Colombia.
El sueño: la paz
Esta líder social no desconoce los múltiples retos que encara. Uno de ellos -dice- es sobrevivir como líder social, sin una remuneración económica y siendo mujer, pero, sobre todo, lograr la igualdad y la soñada paz en su territorio y su país.
Por ahora se enfoca en acciones para alcanzar “igualdad de condiciones para todos, donde podamos hablar el afro, el negro, el indígena, el campesino, el militar, el actor armado, el gobierno, la institucionalidad, la cooperación, que haya compromiso y responsabilidad de todos”.
Por eso llama a trabajar en “los territorios” y no en “los escritorios”.
“Que no se quede nadie por fuera, los mismos actores armados, poder lograr el proceso de paz integral para Colombia”, enfatiza.
ACNUR también entregó El Premio Nansen Internacional para 2023, al periodista Abdullahi Mire, cuyo activismo ha permitido a miles de niños acceder a cultura y educación en campos de desplazados en Kenia.
Otros galardones a nivel regional se entregaron Asia Al-Mashreqi, fundadora y presidenta de la Fundación para el Desarrollo Sostenible), que ha ayudado a casi 2 millones de personas afectadas por el conflicto en Yemen (Oriente Medio y el Norte de África); Abdullah Habib, Sahat Zia Hero, Salim Khan y Shahida Win (Asia-Pacífico), cuatro narradores rohingyas que documentan las experiencias de las personas refugiadas rohingyas apátridas; y Lena Grochowska y Władysław Grochowski (Europa), una pareja polaca cuya cadena hotelera y fundación ofrecen refugio y capacitación a personas refugiadas.
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