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Bajas temperaturas complican las labores de Chicago para acoger a solicitantes de asilo


Autobuses de la Autoridad de Tránsito de Chicago, acondicionados para que los migrantes se puedan calentar durante una tormenta invernal, están estacionados en la cuadra 800 de la calle South Desplaines, viernes 12 de enero.
Autobuses de la Autoridad de Tránsito de Chicago, acondicionados para que los migrantes se puedan calentar durante una tormenta invernal, están estacionados en la cuadra 800 de la calle South Desplaines, viernes 12 de enero.

Chicago, la ciudad de los vientos, ha tenido que improvisar una y otra vez medios de acogida para los migranes llegados en autobuses enviados desde Texas. Los múltiples cambios tiene cansados a voluntarios, grupos sin fines de lucro y migrantes que desconfían de la falta de un plan a largo plazo.

Con temperaturas por debajo del punto de congelación en Chicago, decenas de solicitantes de asilo se albergan en el piso superior de una biblioteca hasta que se aplaque el brutal frío que azota a buena parte del país.

Pero después de eso hay poca claridad en cuanto a los planes de Chicago para ofrecer albergue inmediato al creciente número de migrantes que llegan a la tercera ciudad más grande del país.

Chicago ha tenido problemas durante más de un año para alojar a los recién llegados hasta que se libere espacio en los albergues, y ha recurrido a medidas que, según el gobierno local, son provisionales.

La semana pasada fueron autobuses estacionados. Antes de eso, la solución consistió en utilizar vestíbulos de aeropuertos y cuarteles de policía. Esta respuesta improvisada tiene cansados a voluntarios, grupos sin fines de lucro y migrantes que desconfían de la falta de un plan a largo plazo, en particular durante los largos inviernos de la ciudad.

“Para todas las cosas, la palabra preferida de la ciudad es ‘temporal’”, dijo Vianney Marzullo, una voluntaria que ha ayudado a los migrantes alojados en el aeropuerto internacional O’Hare. “Es su nueva ‘palabra curita’. Todo es temporal, temporal, temporal”.

Al igual que Nueva York y Denver, Chicago ha pasado apuros para hacer frente a la crisis que comenzó en 2022, cuando los migrantes empezaron a llegar a las ciudades gobernadas por demócratas, en gran parte por iniciativa del gobernador de Texas, Greg Abbott. El clima invernal ha complicado aún más los esfuerzos. Nueva York, que ha recibido a más de 170.000 migrantes, desalojó un enorme campamento la semana pasada ante la llegada de una tormenta. Los alcaldes de las grandes ciudades han pedido en repetidas ocasiones más ayuda federal.

La respuesta de Chicago se ha caracterizado por su enfoque desordenado, con una gran dependencia en los voluntarios que han pasado más de un año proporcionando atención médica, alimentos y donaciones.

Los dirigentes municipales afirman que la situación cambia constantemente y que se han presentado contratiempos.

El alcalde Brandon Johnson propuso la idea de un campamento de carpas con calefacción, pero la obra fue cancelada ante el riesgo de contaminación en una antigua instalación industrial.

La ciudad había establecido un límite de 60 días para las estancias en los albergues, pero aplazó dos veces la primera serie de avisos de desalojo debido al mal tiempo. Ahora se enviarán el 1 de febrero, según confirmó el ayuntamiento el miércoles. Mientras tanto, la ciudad ha sido duramente criticada por las condiciones de sus albergues y por la muerte de un niño cuya familia se alojó en uno de ellos.

La disputa política también se ha recrudecido y extendido a los suburbios.

Los autobuses enviados por Abbott han estado dejando a los migrantes a todas horas en distintas ciudades del área metropolitana de Chicago sin que exista una coordinación.

Cuando la ciudad empezó a multar a las empresas de autobuses y a interponer demandas, Abbott contraatacó con vuelos chárter. Johnson tenía programado un encuentro esta semana con los alcaldes de los suburbios para discutir el problema, pero la reunión tuvo que ser cancelada por el mal tiempo. Su oficina no respondió a una solicitud de comentarios el miércoles.

“Esta es una crisis internacional que requiere una intervención federal, pero el gobierno local está subvencionando esa labor. Nunca estuvo diseñado para hacerlo, sin embargo aquí seguimos”, dijo Johnson la semana pasada antes de la tormenta.

El gobernador de Illinois J.B. Pritzker también le escribió a Abbott la semana pasada, pidiendo la suspensión de los autobuses hasta que suban las temperaturas, ya que muchos migrantes llegan sin abrigos ni zapatos de invierno. Pero Abbott rechazó la idea, afirmando que el gobierno federal debe tomar cartas en el asunto.

Más de 33.000 migrantes, en su mayoría venezolanos, han llegado a Chicago desde 2022. Actualmente, casi 15.000 migrantes viven en 28 albergues y la ciudad no para de abrir más. Muchos migrantes se han ido a otros lugares o viven con familiares y amigos en la zona. Chicago, al igual que otras ciudades, ha ofrecido boletos de autobús para salir de la ciudad.

La ciudad ya no utiliza los cuarteles de policía para albergar a los migrantes, pero aún usa el aeropuerto internacional O’Hare, y algunos solicitantes de asilo se quedan ahí durante semanas mientras esperan ingresar a un albergue. De acuerdo con la municipalidad, el miércoles había en el lugar más de 200 migrantes.

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Hasta que el clima empeoró, la ciudad mantuvo a los migrantes a bordo de ocho autobuses urbanos que permanecieron estacionados y con el motor encendido cerca de una autopista del centro, en una zona designada como “zona de desembarco”.

En las inmediaciones se construyen seis carpas climatizadas que, según la ciudad, se utilizarán para la acogida y servicios, como la atención médica. No está claro si también se utilizarán como alojamiento.

Marylin González, de 34 años, durmió la semana pasada en los autobuses junto con su marido y sus tres hijos, de 15, 16 y 18 años. Los autobuses estaban abarrotados y las enfermedades se propagaban rápidamente.

González dijo que a bordo se respiraba un ambiente tenso y que muchos están preocupados por no saber adónde irían. Dijo que se sentía como una prisionera.

Fuera de los autobuses, muchos se ponían a hacer actividades, como lanzar un balón de fútbol americano, para mantenerse calientes.

La zona de desembarco quedó libre de personas y vehículos el lunes, pero el miércoles se volvieron a estacionar autobuses vacíos en el lugar, señal de que la ciudad tiene intención de volver a utilizarlos. La Oficina para el Manejo de Emergencias de la ciudad no respondió el miércoles a las preguntas sobre los planes de la ciudad para cuando el clima mejore.

Alrededor de 50 migrantes se alojaron en la planta baja del Centro Bibliotecario Harold Washington, el local más emblemático del centro de la ciudad, durante la ola de frío, según las personas alojadas allí. Los migrantes, incluidos los que llegaron por su cuenta para evitar el frío, vivían con otras personas sin hogar. Según el recuento de la ciudad, cinco migrantes de la biblioteca se encontraban en las listas para refugios. A un reportero de The Associated Press se le negó el acceso al lugar.

Ángel Alberto Chourio, de 30 años, durmió ahí durante el fin de semana y dijo aún trataba de dilucidar sus próximos pasos. Junto con un amigo, llegó desde Venezuela el año pasado. La promesa de un trabajo fuera del estado no cuajó, y hace poco regresaron a Chicago. Sin otro lugar adonde ir, acudieron a la biblioteca.

Los límites de estancia en los refugios le preocupan, afirmó el miércoles. Además, no está en ninguna lista de espera para conseguir un lugar.

“Nosotros no estamos acostumbrados a eso. El frío es demasiado, ya estamos bajo cero”, dijo.

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