Neve Shalom y Wahat as-Salam significan tanto en hebreo como en árabe “oasis de paz”, y ese precisamente es el espíritu que intentan mantener los habitantes israelíes y palestinos de esta pequeña comunidad cercana a Jerusalén, mientras escuchan constantemente el rugir de los aviones militares que se dirigen hacia Gaza, en medio de una guerra que dura ya casi cinco meses.
Creada por el sacerdote protestante Bruno Hussar en 1976, Neve Shalom debe su nombre al profeta Isaías: "Mi pueblo habitará en un oasis de paz". El precepto fundacional de esta comunidad era comenzar un proyecto de paz entre las tres principales religiones monoteístas: el Islam, el Judaísmo y el Cristianismo.
“El padre Hussar se dio cuenta que este es un conflicto político, no entre religiones. Es un conflicto que trata sobre dos naciones que reclaman su derecho a la tierra”, explica Samah Salame, codirectora del sistema educativo de la comunidad de Neve Shalom.
La nueva comunidad se asentó en el Valle de Ayalón, en “tierra de nadie”, o sea, en la que sería la frontera entre el Estado de Israel y un Estado Palestino que no llegó a fundarse. El padre Hussar consiguió que el cercano monasterio de Latrun cediera las tierras para materializar su proyecto.
En un principio la comunidad estaba compuesta por solo cuatro familias que llegaron en un autobús que durante un tiempo hizo las veces de vivienda. Llegaron decididos a echar raíces en medio de la nada, sin apoyo del gobierno, ni reconocimiento legal. Sin agua, sin electricidad, sin carreteras, pero con una idea clara: demostrar que la convivencia pacífica entre judíos y palestinos era posible.
“La misión de la comunidad es ser un ejemplo de convivencia de palestinos y judíos juntos, que viven en igualdad”, explica la profesora universitaria Ariela Barry, quien se instaló en Neve Shalom con sólo 22 años, en 1980, y que hoy se desempeña como responsable de las instituciones educativas de la comunidad.
Sobre una colina con vistas al valle de Ayalón y a la cercana ciudad de Modi’ín, en medio de una exuberante vegetación, conviven unas 80 familias, mitad palestinas y mitad judías. Constantemente reciben solicitudes de familias que quieren mudarse a Neve Shalom, pero al habitar en tierras privadas les es imposible expandirse. Recientemente han logrado adquirir nuevas tierras y “en 10 años podrían albergar a unas 150 familias”, explica Salame.
En Neve Shalom no hay mezquitas, ni sinagogas, ni iglesias. En su lugar construyeron el Centro Comunitario Espiritual, un domo de concreto edificado en el bosque con vistas al valle de Ayalón, en cuyo interior solo hay unos pocos bancos y esteras.
"Creemos que la espiritualidad, las creencias y la fe son elementos muy importantes para, por ejemplo, promover la paz”, cuenta Salame. “Por eso construimos este lugar, para promover la igualdad y la justicia dentro y fuera de la comunidad”.
Hoy Neve Shalom o Wahat as-Salam, es el oasis de paz soñado por sus fundadores y la prueba de que la convivencia pacífica es posible, aún en medio de un conflicto tan cruento y enraizado. Pero no todos comparten esta utopía y la comunidad ha sido atacada varias veces por judíos radicales, que han hecho pintadas sobre símbolos pacifistas o han escrito “muerte a los árabes” sobre los autos de los residentes en la comunidad. El último de esos ataques tuvo lugar en el 2020 cuando prendieron fuego a la Escuela para la Paz, centro que promueve el diálogo entre israelíes y palestinos.
La Escuela para la Paz fue creada en 1979 por Nava Sonnenschei, perteneciente a una de las cuatro familias fundadoras de la comunidad. La institución busca promover un diálogo entre israelíes y palestinos a nivel nacional, como vía para lograr una paz definitiva, y para ello organiza encuentros regulares que permiten a unos y otros expresar sus puntos de vista sobre el conflicto.
“El diálogo es la única manera. Los palestinos no se van a evaporar de Gaza ni de Cisjordania como algunos ministros del actual gobierno pretenden”, asevera Nava. “Ahora con la guerra la gente está más contenida, enfadada, frustrada, han perdido la esperanza”, añade sobre un conflicto que afecta también a los vecinos de Neve Shalom, pues muchos tienen amigos o familiares directamente afectados por la actual guerra o por el ataque de Hamás.
En 140 días de guerra en la Franja de Gaza han muerto más de 29.500 gazatíes y más de 69.600 han resultado heridos, además de unos 8.000 cuerpos que se estiman atrapados bajo los escombros, según los datos del Ministerio de Sanidad del enclave, controlado por Hamás.
Israel declaró la guerra a Hamás el pasado 7 de octubre a raíz de un brutal atentando del grupo islamista en suelo israelí, que dejó unos 1.200 muertos y más de 250 secuestrados, de los que 130 aún permanecen en la Franja, una treintena de ellos muertos.
“Hay que desarrollar niveles de tolerancia”, asevera Rayek R. Rizek, cristiano ortodoxo que llegó al pueblo junto a su esposa para pasar un par de semanas y se quedó 40 años. Aquí ha sido feliz, aunque “no siempre ha sido una experiencia fácil”.
“Aquí hay un elemento clave que es convivir con la otra parte, intentar entender cuál es el problema”, dijo. "Toda mi vida he estado tratando de entender la realidad de este conflicto", concluye, mientras mira al cielo al escuchar el sonido de uno de los caza israelíes que constantemente sobrevuelan el pueblo rumbo a la cercana Gaza.
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