Una pareja de campesinos de 66 y 63 años que vivía en el municipio de Saravena, Arauca, en el extremo norte de la región de la Orinoquía colombiana, fue desplazada de su parcela en mayo de 2015 debido al desbordamiento del río Bojabá.
José Noé Mendoza y Ana Librada Niño quedaron prácticamente 'en la calle' tras la crecida. "El día del diluvio ese río se dio una crecida que, mejor dicho, casi nos ahogamos allá. En cuestión de dos horas, todo estaba inundado", relató Mendoza al diario El Colombiano.
El río desbordado no solo los dejó sin vivienda y sin cultivos. Ni siquiera tuvieron el amparo de las autoridades locales ni del Estado, debido a que no fueron reconocidos como víctimas de desplazamiento forzado por factores climáticos y ambientales.
Sin embargo, tras varios años de lucha legal y gracias a su caso, en abril pasado la Corte Constitucional de Colombia reconoció en su Sentencia T-123 de 2024 que en el país existe el desplazamiento forzado por cuenta de los desastres naturales.
A propósito, el informe 'Future Urban Landscapes: Climate Migration Projections in Cities', publicado esta semana, indica no solo que los gobiernos deberían trabajar desde ya para mitigar esta realidad, sino que hasta ocho millones de desplazados climáticos llegarán a 10 ciudades del Sur Global en 2050, incluidas Río de Janeiro, Sao Paulo y Bogotá, si no disminuyen las emisiones de gases contaminantes que contribuyen al cambio climático.
Según el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), cada vez más latinoamericanos y caribeños migran a causa de los desastres naturales, la degradación ambiental y los impactos adversos del cambio climático. En 2021 se registraron más de 1,6 millones de nuevos desplazamientos por estas causas, pero en 25 años, la CAF señala que la región tendrá 17 millones de migrantes climáticos.
Primera línea de la crisis climática
El primer estudio de este tipo, realizado por la red de ciudades C40 y el Consejo de Alcaldes para las Migraciones, evaluó el impacto anticipado del cambio climático en la migración interna de 10 ciudades en tres continentes: Bogotá (Colombia), Curitiba, Sao Paulo, Río de Janeiro y Salvador (Brasil), Ammán (Jordania), Karachi (Pakistán), Dhaka (Bangladesh), Accra (Ghana) y Freetown (Sierra Leona).
Aunque tienen grandes diferencias geográficas y demográficas, la investigación señala que deben prepararse para recibir una importante migración climática, que dependerá de cuánto aumente el calentamiento global.
Por ejemplo, ciudades como Bogotá (que recibiría 598.000 migrantes) y, Río de Janeiro (294.000) podrían triplicar el número de migrantes climáticos, si el mundo no logra cumplir con los objetivos del Acuerdo de París de 2015.
Con este último, hace nueve años se decidió disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 2°C en relación con los niveles preindustriales, y si es viable, a +1,5°C.
Claudia Huerta, sénior manager para la diplomacia de las ciudades y las campañas en C40, explicó a la Voz de América que el equipo estudió diferentes ciudades porque “tienen una historia larga de relación con migración, en parte porque son centros de empleos, de relaciones sociales, familiares, etcétera”.
Resaltó que aunque algunas cifras pueden parecer bajas en comparación con otras ciudades, se debe analizar con el porcentaje de migración que recibe cada país y/o cada urbe: “No solo un número, sino que qué tan grande es el porcentaje de los migrantes nacionales que cada ciudad se proyecta que van a acoger… Aunque el número no sea alto, ese porcentaje nunca era bajo”.
Por su parte, Maggie Powers, directora de políticas y promoción del Consejo de Alcaldes para las Migraciones indica que las ciudades están en la primera línea de la crisis climática y son las más afectadas porque “son responsables del 70 % de las emisiones globales y también son los principales destinos de los desplazados por los impactos climáticos”.
Los impactos
La investigación también analizó por primera vez el tipo de impactos climáticos que impulsarán a los migrantes a las ciudades, entre los que se incluyen la reducción del rendimiento de los cultivos, el aumento del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones e incendios forestales.
Estos varían de ciudad en ciudad, pero Huerta señala que las inundaciones y sequías son las más comunes.
"Los investigadores descubrieron que, en todos los países, los factores climáticos múltiples y superpuestos que ponen en riesgo los hogares y los medios de vida son los principales impulsores de la migración climática a las ciudades", agrega el informe.
Para la vocera del CMC, aunque cada región es diferente, el sur global en general es más vulnerable a la migración climática y América Latina "es diferente al resto del sur global por el alto porcentaje de urbanización", donde incluso se ven desplazamientos dentro de la misma ciudad.
Un ejemplo de esto son las recientes inundaciones en Brasil, específicamente en Río Grande do Sul donde, según explicó Cristina Argudo, subdirectora regional de C40 para América Latina, a la VOA, "mucha gente seguro también va a emigrar de zonas urbanas que ya estaban establecidas, que quizás ya no pueden recuperar sus casas y van a ir a ciudades que quizás, ciudades intermedias u otras ciudades pequeñas que van a después de organizarse y otra vez crecer".
Una investigación adicional del C40 Cities, CMC y el Consejo de Migración de Alcaldes muestra que los migrantes aportarán habilidades esenciales a estas 10 ciudades, a menudo en la agricultura y las industrias primarias “que son clave para la adaptación, las soluciones basadas en la naturaleza y las nuevas bioeconomías urbanas que muchas de las ciudades estudiadas ya están aumentando”.
“Hay poco tiempo”
Para Argudo, los gobiernos nacionales tienen que reconocer ese rol importante que tienen las ciudades, “pero también tienen que meterle un poquito el acelerador, porque el tiempo que nos queda no es mucho”.
En este sentido, agregó Powers, las ciudades son fundamentales para gestionar la nueva migración climática de una manera que transforme los desafíos globales en oportunidades, pues “si bien el cambio climático es innegablemente una crisis, la forma en que las personas se adaptan a él, incluida la migración, no tiene por qué convertirse en una”.
Agregó que, de esta manera, las ciudades pueden enfrentar este desafío “para fortalecer sus comunidades, aumentar la prosperidad y hacer que su infraestructura sea más resiliente, y lo están haciendo ahora” y son las que crean empleos, trabajan en territorios resilientes y permiten generan un ambiente más acogedor para el desplazado.
Huerta enfatizó en que las recomendaciones para que los líderes de las ciudades y los responsables se preparen ante estos cambios incluyen: reducir las emisiones y cumplir lo pactado en el Acuerdo de París, incrementar la resiliencia urbana al cambio climático para proteger las comunidades, financiación por parte de los gobiernos y donantes, y la promoción de empleos que ayuden a la sostenibilidad.
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