Alfa Karina Arrué hizo historia en 2022 al convertirse en la primera salvadoreña en escalar la cumbre del Everest. Durante su niñez, la alpinista, originaria de Santa Tecla, en La Libertad, perteneció al movimiento scout.
Arrué es abogada y tiene, además, una maestría en Derecho Constitucional y Derechos Humanos. Antes del Everest, la alpinista ya había ascendido el cerro Aconcagua, en Argentina (6.982 m.s.n.m), el volcán Chimborazo, en Ecuador (6.268 m.s.n.m), el Nevado Pisco, en Perú (5.752 m.s.n.m) y el Volcán Citlaltépetl, en México (5.650 m.s.n.m).
En 2021, intentó llegar a la cima del Everest, pero el clima se lo impidió. La gloria le llegó hasta 2022.
VOA: Karina, de ser abogada... cómo se llega a ser alpinista, y además, la primera salvadoreña en conquistar la cumbre del Everest
A mí siempre me gustó el deporte, siempre, desde pequeña yo fui niña scout (exploradora). Siempre íbamos a los volcanes, a acampar. Fue a los nueve años que escalé el volcán de San Salvador y eso me marcó mucho.
Me encantaba todo, el fútbol, el básquetbol, el béisbol, el voleibol, hacía karate. En mi adolescencia empecé a surfear los fines de semana y luego vino mi etapa de la universidad y siempre seguía haciendo actividad física, pero ya no como deporte colectivo.
Me caso y soy mamá. Tengo un periodo de más de una década que me dedico a los niños, a mi carrera y luego viene una etapa de divorcio. Eso deprimió mucho, a tal grado que dejé de hacer toda actividad física.
Estaba enferma. Llegué a un punto en que toqué fondo y recuerdo que yo dije: ‘No puedo seguir así. No puedo darle este ejemplo a mis hijos, principalmente a mis dos hijas. Ellas no pueden ver a una mujer derrotada’.
Entonces, decidí reencontrarme, reencontrar mi valor como persona, como mujer, reencontrar ese amor propio y decido salir a correr… empecé a ir al gimnasio, a nadar. Empecé a rehacer mi vida. Entonces, buscando actividades qué hacer, me acordé del amor que yo siempre había tenido por la montaña. Recordé ese contacto con la naturaleza que siempre fue bien sanador para mí.
VOA: Algunos hemos escalados pequeños volcanes, a veces con mucha dificultad, a veces con poca... pero cómo se llega a las grandes ligas...
Llamé a la Federación de Montaña en mi país (El Salvador). Y cuando hice mi primer salida de montaña con ellos, fue amor a primera vista y me enamoré completamente. Yo dije, ‘realmente esto es lo mío, llegar a la cumbre de la montaña es lo mío’.
Cuando uno sube va sufriendo, sí, pero a la vez se va disfrutando y vas pensando que quizá no lo vas a lograr y cuando lo logras, es maravilloso darte cuenta de lo que sos capaz. La pasión que me genera la montaña es muy similar a la vida, requiere mucha voluntad, mucha fortaleza mental.
Desde 2013, yo agarraba mi mochila y me iba a las montañas todos los fines de semana. La montaña me había sanado, me sentía renovada. Y empecé a verlo como un reto, empecé a ver qué montañas tenía que subir, cuál era la más alta, cuál era la más difícil, qué ruta era más retadora que la otra y entonces en esa pasión me convierto en la primera montañista, salvadoreña, en hacer las cumbres más altas de Centroamérica.
Luego, me convierto en la primera montañista, salvadoreña, que obtuvo el premio Hija del Quetzal, por haber subido todos los volcanes oficiales de Guatemala, que son 37, en un periodo de un año. Me estaba comiendo toda Centroamérica…
Entonces, recuerdo haber visto un afiche por internet de una montaña blanca, inmensa, maravillosa. El afiche decía “Encuentro de Clubes de montaña en México”. Y me dicen que esa es alta montaña, o sea, montañas arriba los 5.000 metros sobre el nivel del mar. Son como glaciares y no como las montañas de Centroamérica. Este ya era un deporte de alto riesgo, en el que puedes morir...
VOA: ¿Ahí empezaste a soñar con la alta montaña?
Totalmente… Entrené por seis meses, pues era la primera vez que iba a hacer una expedición de alta montaña.
Yo entrenaba en arena, en roca porque en Centroamérica no hay nieve, no hay glaciares. La primera vez que superé los 5.000 metros sobre el nivel del mar, mi cuerpo sentía la falta de oxígeno… pero fue algo tan mágico.
La primera escalada de alta montaña fue más espiritual que deportiva. Irremediablemente empecé a llorar por la belleza, por verme ahí. La montaña me limpió, fue una catarsis. Yo había vuelto a nacer, y eso fue lo que me regaló esa primer cumbre.
VOA: Cuando vuelves a El Salvador, ¿te preguntaste qué seguía?
Sí, desde luego. Empecé a conseguir literatura de montaña, empecé a investigar qué era la alta montaña, cuáles eran los grandes retos. Empecé a leer las historias de los grandes montañistas y sentía que yo también quería hacer eso. Ahí me di cuenta de que en El Salvador nunca nadie había ido al Everest, ni intentado siquiera.
Soy la primera persona de El Salvador en lograrlo y fui la primera en intentarlo. Yo decía, ¿cómo es posible que a estas alturas de la historia El Salvador no esté en ese listado privilegiado de países que han llegado a la cumbre del Everest?
VOA: Entiendo que escalar el Everest, a parte de la preparación física necesaria, se necesita un buen presupuesto…
Sí, por eso fue que yo inicié el proyecto buscando amigos, incentivándolos para que hiciéramos una expedición de salvadoreños. Y las respuestas eran las mismas ‘¿Qué? ¡Estás loca. Eso es súper difícil!’ El proceso antes de ir fue todo un Everest.
Toqué muchísimas puertas, mandé cartas a instituciones, a empresas, a organizaciones. Nadie me hacía caso. Ni siquiera un acuse de recibido.
Entonces, empecé a privarme de muchas cosas para poder pagar mis entrenos porque no podía entrenar en El Salvador, tenía que ir a Sudamérica.
Recuerdo que hubo dos tipos de una empresa que me dijeron. ‘Ay, lástima que sos mujer. Si fueras hombre la empresa te diera el dinero. Creemos que el primero que lo va a lograr va a ser un hombre’. Yo decía, ‘para qué me llaman a reuniones, para qué me hacen perder el tiempo, ¿para darme respuestas así de feas?’.
Lo importante, al final, fue rodearme de mujeres maravillosas, de mujeres con una visión increíble. Mi amiga Eva Martínez, que fue la sexta mujer mexicana en escalar el Everest, me dijo ‘Alfa Karina, ni se te ocurra renunciar a tu sueño’. Entonces, en 2021 hice mi primera expedición al Everest luego de hipotecar mi casa.
VOA: Entiendo que la primera vez se quedó en intento porque no hubo buen clima... ¿Qué pasó?
En todo el año solo hay una temporada en la que se puede hacer cumbre en el Everest, y es en primavera. En esa temporada solo hay unos seis días con buen clima y lastimosamente en el año 2021, esos días de buen clima nunca llegaron. Al contrario, llegaron unos ciclones espantosos en días de primavera. Dos ciclones casi me matan.
En esa expedición intenté dos veces llegar a la cumbre, pero no se pudo. Los campamentos donde se hacen escala estaban totalmente destruidos, se habían volado todas las tiendas, no había agua, no había comida, no había nada, todo se había volado.
Recuerdo que el sherpa (guía) me dijo: ‘Alfa Karina, tenemos que bajar’. Solo me faltaban como 700 metros para llegar a la cumbre, se miraba tan cerca… obviamente son muchas horas, pero se miraba cerca.
Ahí le hablé a la montaña y le dije: ‘Gracias por dejarme llegar hasta acá. Por favor, te pido la oportunidad de volver’. Y empecé a llorar… Me tardé en bajar la montaña porque estaba en negación, yo no quería bajar. Sabía que estaba quebrada. Ya no había manera de costearme entrenos y mucho menos otra expedición.
VOA: Aunque no llegases a la cumbre, en El Salvador fue noticia tu expedición…
Ja, ja, ja, sí. Cuando llegué a El Salvador me estaban esperando los medios de comunicación y el presidente del Instituto Nacional del Deporte (INDES). Me llevaron a una conferencia de prensa y el licenciado Yamil Bukele, presidente del INDES, me dijo: ‘Alfa Karina, hemos visto tu esfuerzo, hemos visto que no llegaste por el clima. Si quieres volver, el INDES va a cubrir el 100% de tus gastos’.
Me sentí feliz. Recuerdo que no descansé y dije: ‘necesito entreno, necesito preparación’. Hoy ya sabía a lo que me enfrentaba…
VOA: ¿Cómo fue la segunda expedición, la expedición de la gloria?
Regreso al año siguiente, en 2022 y esta vez fue maravilloso. Obviamente es un camino terrible, pero fue maravilloso en el sentido de que sí se dio el clima propicio.
Son unos diez días caminando para aclimatarse porque como montañista uno no se puede ir de un solo, o sea, te va a estallar el cerebro, los pulmones… El cuerpo se tiene que ir acostumbrando a la falta de oxígeno, a la presión de la atmósfera y a la gravedad.
Desde que entras al campo base, ya está en riesgo tu vida porque todos los días hay avalanchas… Estás acampando sobre un glaciar, se pasan dos meses durmiendo sobre un pedazo de hielo. Eso es muy duro.
VOA: Cómo se ve la muerte en el Everest…
Uf… primero, todos los días hay rescates. De ver eso, yo me enfermaba del estómago, estaba nerviosa y le rogaba a Dios que por favor no fuera a pasar nada trágico. Y es que de repente tiembla… Hay una colina blanca, maravillosa, pero lastimosamente esa colina es una trampa mortal. Está llena de cientos de grietas cubiertas por falsa nieve. Como todos los días hay nevadas, la nieve va cubriendo las grietas y si uno se para en esas grietas cubiertas se cae. Ahí vi morir a un sherpa (guía).
Cuando se llega al campamento 2, o sea 6.500 metros sobre el nivel del mar, el cuerpo ya no se recupera por la falta de oxígeno. A partir de esa altura, todas tus células ya no se renuevan, y se van muriendo. Todo es pérdida y estás a la mitad del camino a penas.
Otra característica de ese campamento es que hasta ahí llegan los rescates, hasta ahí pueden volar los helicópteros. Mucha gente decide ahí si continúa o no… si no puedes bajar la montaña por tus propios pies, te quedas ahí y es la razón de por la que hay tantos cadáveres en el camino.
VOA: Cómo te fue al cruzar esa zona…
Te cuento… del campamento 2 se va hacia campamento 3, que tiene unos 60 grados de inclinación y donde prácticamente dormís amarrado. Luego se entra a la Zona de la Muerte donde solo tenemos 24 horas para llegar al campo 4 y luego llegar a la cumbre, bajar y salir de ahí. Tenemos 24 horas porque ahí tu cuerpo se está muriendo, se empieza a sufrir descomposición… Subes peleando contra la vida. Ahí es donde lastimosamente se ven los cadáveres. Muchos de ellos han muerto cuando han bajado de la cumbre…
Llegando a la cumbre, te confieso, no podía celebrar, no podía ser eufórica porque apenas estaba en la mitad del camino, había que volver. Y estaba en una situación difícil porque mi guía me había abandonado. Solo me hallaba con un sherpita, o aprendiz de sherpas.
VOA: Bajo esas condiciones, el descenso se volvió todo un viacrucis...
Sí, los brazos me ardían de tanto dolor y cansancio… y pensaba: ‘ Dios mío, no voy a tener la fuerza suficiente’. Me quité las botas, tenía los pies destrozados, se me habían caído las uñas, los talones los tenían en carne viva y las botas llenas de sangre. Pero finalmente lo logré, llegué al campamento base y nuevamente sobreviví a la ruleta rusa.
VOA: Como no te quedó tiempo de celebrar en la cumbre, una vez abajo, ¿Lograste caer en cuenta de lo que acababas de lograr?
Sí, cuando bajé dije: ‘¡Hice cumbre en el Everest’. No me lo podía creer. Me tenían un pastel y me dijeron cosas muy lindas.
El nombre de Everest, en nepalíe, es Sagarmatha que significa Madre Creadora del Universo. Para ellos es la diosa sagrada, es como nuestra Pachamama (Madre Tierra).
Entonces, ellos me dijeron: ‘Alfa Karina, ahora tú tienes la bendición de Sagarmatha. Ahora tu país tiene la bendición de Sagarmatha’.
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