“Me voy porque me está echando la pandemia”, dijo el martes José Mujica tras despedirse de su faceta como senador en Uruguay.
Guerrillero derrotado en los años setenta, “Pepe” Mujica se incorporó a la vida democrática con éxito. Después de la apertura fue ministro, presidente, diputado y el senador más votado en las últimas cuatro elecciones. Ahora, a sus 85 años, pasa a “otro lugar de pelea”.
El Senado votó por unanimidad su renuncia el martes, pero Mujica dijo la víspera a una emisora de radio local que se retira del Congreso, aunque no de la política “porque sería como renegar del aire”. Agregó que seguirá ayudando en la formación política para “cultivar ideas”.
“Hay un tiempo para llegar y un tiempo para irse en la vida”, dijo al mediodía y sin cubrebocas mientras se despedía de sus colegas. Añadió que la pandemia determinó su decisión porque “ser senador significa hablar con gente y andar por todos lados. El partido no se juega en los despachos. Y estoy amenazado por todos lados. Y por doble circunstancia: por vejez y una enfermedad crónica. Si mañana aparece una vacuna, no me puedo vacunar”.
“Amamos la política, pero no más que la vida”, aseguró. Se refirió, como lo hace ya desde hace años, a que le queda cada vez menos tiempo de vida y quiere preservarla. “El bien mayor, tal vez el único milagro que existe, es haber nacido, el milagro está en vivir”.
Al asumir como diputado por primera vez en 1995 nació su mito. En las calles de Montevideo se decía que al estacionar su motoneta añosa en el Parlamento —luciendo atuendo de trabajador en jeans, cabellos canosos semilargos, revueltos e hirsutos— un policía le preguntó si se iba a quedar durante mucho tiempo. ’“Si me permiten, la voy a dejar por cinco años”. Nunca pronunció esa frase, pero se expandió por las calles del país.
El ahora exlegislador había ingresado al Parlamento en representación del Movimiento de Participación Popular, el brazo político fundado por el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, la guerrilla que lideró entre los años sesenta y setenta que le costó casi 13 años de prisión en varios cuarteles militares en condiciones inhumanas.
“He pasado de todo en la vida. Estar seis meses con las manos atadas a la espalda con alambre. Irme del cuerpo por no poder aguantar (…). Estar dos años sin que me llevaran a bañar. Bañarme con una taza y un pañuelo. He pasado de todo, pero no le tengo odio a nadie”, aseguró el martes ante los senadores de su país.
“En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio. Aprendí una dura lección que me puso la vida. El odio termina estupidizando porque nos hace perder objetividad. El odio es ciego como el amor. Pero el amor es creador y el odio nos destruye”, afirmó.
También llamó a conservar la “bonhomía a pesar de las rispideces del sistema político de este país, que siendo pequeño tiene que huir de las grietas y lograr una medida de cosa común que se mantenga en el tiempo”.
“La figura de José ‘Pepe’ Mujica es inabordable”, decía el senador comunista Óscar Andrade en sala.
Andrade recordó un congreso mundial de trabajadores de la construcción donde obreros japoneses “llevaron un material de estudio que se entrega en las aulas primarias japonesas. Era una caricatura sobre Pepe Mujica en su chacra que recordaba su discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas contra el consumismo”.
Aquellas palabras de José Mujica de septiembre de 2013 en Nueva York fueron otro de sus hitos. “Lo que algunos llaman la crisis ecológica del planeta es consecuencia del triunfo avasallante de la ambición humana... La vida es un milagro, estamos vivos por milagro y nada vale más que la vida. Nuestro deber biológico es, por encima de todas las cosas, respetar la vida e impulsarla”, dijo entonces.
Un año después volvió a Estados Unidos para reunirse con su par, Barack Obama, quien dijo de él: “vive de acuerdo a lo que piensa”, mientras reconocía su liderazgo.
El martes en el Congreso, Mujica agradeció a los funcionarios, a contendientes y aliados políticos. También a los votantes que lo han consagrado como el político más votado de los últimos tiempos.
Al finalizar su discurso recibió un sentido aplauso de todos sus camaradas. Estaba sentado junto a su compañera desde que salió de las mazmorras militares: la también senadora Lucía Topolansky.
Mujica se levantó durante los aplausos para aplaudir también a sus contertulios y se colocó el tapabocas tras recibir el saludo de Julio María Sanguinetti, primer presidente de la democracia (1985-1990), que también se retiró el martes del Senado.
“En política no hay sucesión, hay causas. Hombres y mujeres pasamos, algunas causas sobreviven y se tienen que transformar. Lo único permanente es el cambio”, señaló manifestando la necesidad de darle oportunidad a las nuevas generaciones en “ayudar a construir el porvenir”.