El 18 de marzo de 2020, seis días después de que la Organización Mundial de la Salud declaró al COVID-19 como una pandemia, Nicaragua reportó el primer caso de contagio, que llegó para darle el toque de gracia a una economía en recesión, con cientos de ciudadanos en el desempleo y la informalidad.
En 2020, 43.000 nicaragüenses perdieron sus empleos, según el más reciente Informe de Proyecciones Económicas publicado por la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social, una cantidad que, unida a los perdidos en 2018 y 2019, suma 222.000 desempleados sin perspectivas de mejora, según afirma el economista y sociólogo Oscar Rene Vargas.
Se han perdido al menos 200.000 empleos y, según el Gobierno, en el mejor escenario que planteó el ministro de Hacienda, habló que se iban a recuperar 50.000”
Oscar Rene Vargas, economista
El economista y sociólogo Vargas añadió que este año “se incorporan 100.000 personas más al mercado del trabajo por su edad, es decir, que en lugar de mejorar el empleo se va a desmejorar”.
El turismo, comercio, transporte y servicios inmobiliarios son algunos de los sectores más golpeados por la pandemia en la economía nicaragüense que, aún sin el COVID -19, ya tenía proyectado su tercer año consecutivo de recesión.
El economista Marco Aurelio Peña también afirma que para 2021 el panorama en Nicaragua no promete mejorar.
“Lo que les queda, si no es economía de subsistencia es una economía ilícita, una economía subterránea, una economía que ya no puede ser monitoreada por las autoridades económicas y que no aparecen las listas económicas y sociales y los que estaban en la economía formal pasan a la economía informal y por supuestos también aumentan los niveles de subempleos”, explicó.
El gobierno de Nicaragua proyecta para el presente año una leve recuperación económica, pero según los expertos, sus efectos no beneficiarán a las familias vulnerables y excluidas del mercado de consumo lo que repercute en la generación de empleos y el nivel de vida de la población.
Los especialistas señalan que solo el uno por ciento de la población recibe el excedente económico proyectado por el estado.
Para el economista Oscar Rene Vargas estamos frente a un balance grave o por lo menos duro por las consecuencias negativas de los tres años de recesión y de la aparición de la pandemia.
“Es evidente que 2018-2020 fueron años pésimos. Y también es evidente que los leves datos positivos previstos para el 2021 no pueden inducir al optimismo”, advirtió.
Para Peña, el final del túnel tampoco está cerca. La ligera brisa económica favorable, producto de los préstamos de los organismos financieros internacionales, no puede inducir al optimismo, ni tampoco despejan el camino para el 77,2% de la población nicaragüenses que vive en la informalidad.
Los especialistas exponen que la caída de la economía nicaragüense entre 2018 y 2020 fue asimétrica, con mayor incidencia en los sectores más vulnerables y con afectación desproporcionada en los hogares de bajo ingresos, trabajadores informales, desempleados, mujeres y jóvenes.
La pérdida en el ingreso por habitante en Nicaragua derivada de la recesión iniciada en abril 2018 se recuperará, aproximadamente, hasta en el año 2030, cuando el producto interno bruto per cápita (ingreso por habitante), regrese a sus niveles de 2017.
Respecto al Producto Interno Bruto nacional, se prevé que pueda alcanzar los niveles anteriores a 2018 entre 2025 y 2026, por lo que advierten un decenio perdido en términos macroeconómicos.