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Claudia Sheinbaum asume como la primera presidenta de México


La presidenta Claudia Sheinbaum posa con la banda presidencial durante su ceremonia de juramentación como nueva presidenta de México, en la Ciudad de México, el martes 1 de octubre de 2024.
La presidenta Claudia Sheinbaum posa con la banda presidencial durante su ceremonia de juramentación como nueva presidenta de México, en la Ciudad de México, el martes 1 de octubre de 2024.

Claudia Sheinbaum, de 62 años, asumió como la primera mujer presidenta en la historia de México para el período 2024-2030. La exalcaldesa de Ciudad de México ha prometido continuar con los programas sociales de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador.

La científica Claudia Sheinbaum asumió el martes como la primera mujer presidenta en la historia de México para el período 2024-2030, con los retos de azuzar el magro crecimiento económico, apaciguar la violencia ligada al crimen organizado y reducir el déficit fiscal más alto desde la década de 1980.

Sheinbaum, exalcaldesa de Ciudad de México entre 2018 y 2023, ha prometido continuar con los programas sociales que le granjearon una elevada popularidad a su predecesor, Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, ha insistido en que será ella la que gobernará a pesar de las críticas de que el saliente mandatario tendrá un peso importante en el próximo sexenio.

Recibió la banda presidencial de manos de la presidenta de la Cámara de Diputados, Ifigenia Martínez, una histórica luchadora de la izquierda mexicana de 94 años, y bajo la atenta mirada de López Obrador.

“Protesto guardar y hacer guardar la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de presidenta de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la unión. Y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande”, dijo Sheinbaum.

Esta frase que contiene 61 palabras es pronunciada por cada presidente al momento de asumir el cargo. En México, al acto de investidura se le conoce como "toma de protesta", atendiendo a la antigua acepción de "proclamar" o "declarar" ante la representación popular, los diputados y los senadores, que son los encargados de tomar esa declaración al presidente que asume.

Esta vez, no fue diferente. Sus palabras fueron respondidas con vivas a la nueva mandataria y a México.

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Sheinbaum llegó a la Cámara tras un recorrido por las calles de la capital saludando desde su vehículo y con la felicidad reflejada en el rostro para la ceremonia que la puso al frente de un país con grandes retos y la incertidumbre sobre qué cambios introducirá a su gestión y si le imprimirá su marca personal. Fue recibida con clamores de “presidenta, presidenta”.

Desafíos

Analistas coinciden en que el desafío más apremiante que tendrá Sheinbaum, de 62 años, será calmar a los inversionistas, preocupados por la diligente aprobación de una reforma judicial aupada por López Obrador, que han visto como una amenaza para la democracia y el clima de negocios.

"El principal desafío para la presidenta Claudia Sheinbaum será reforzar la confianza del mercado y ofrecer un marco regulatorio y de políticas predecibles y favorables a la inversión", dijo el jefe del equipo de Investigación Económica para América Latina de Goldman Sachs, Alberto Ramos.

"La gestión disciplinada del presupuesto y de las empresas estatales (Pemex en particular), el progreso en materia de seguridad pública y la salvaguarda de la integridad de las instituciones clave serán fundamentales para preservar la confianza del mercado y las calificaciones de la deuda soberana", agregó.

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Si López Obrador simbolizaba el cambio y la puesta por dejar atrás un país marcado por la corrupción y la violencia poniendo siempre por delante a los más desfavorecidos, su sucesora propone la continuidad absoluta tanto en los exitosos programas sociales como en los controvertidos cambios constitucionales que profundizarán la militarización del país o harán que los jueces sean elegidos por voto popular.

Además ambos políticos tienen personalidades muy distintas.

“López Obrador fue un presidente tremendamente carismático y muchas veces ese carisma le permitió encubrir algunos errores de política, Claudia Sheinbaum no va a tener esa posibilidad”, dijo Carlos Pérez Ricart, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económica. “Entonces, donde López Obrador fue carismático, Claudia Sheinbaum tendrá que ser eficaz”.

Una docena de presidentes y jefes de gobierno estuvieron presentes entre las distintas delegaciones internacionales, entre ellos, los mandatarios de Brasil, Chile o Cuba.

Pero el que Estados Unidos decidiera enviar una delegación encabezada por la primera dama, Jill Biden —cuando en 2018 quien llegó a la toma de López Obrador fue el vicepresidente Mike Pence— o la ausencia total del gobierno de España —indignado porque Sheinbaum no invitara al rey a la ceremonia con el argumento de que no quiso pedir perdón por la conquista— son una muestra de las incertidumbres ante el nuevo gobierno y de la tensión entre México y algunos de sus principales socios.

Estados Unidos ha hecho públicas sus preocupaciones ante reformas constitucionales que, a su juicio, van a politizar la justicia y pondrán en riesgo principios básicos del Estado de derecho a la vez que han aumentado las tensiones en temas de seguridad y lucha contra los cárteles.

Uno de los puntos más delicados en este aspecto se sitúa en Sinaloa, un estado donde dos facciones del cártel del mismo nombre iniciaron una lucha sin cuartel después de que dos de sus líderes fueran detenidos en Estados Unidos. Tanto las autoridades locales como el ejército -en el que López Obrador ha confiado para todo- han admitido que los enfrentamientos sólo terminarán cuando los jefes de los cárteles decidan ponerles fin.

Jill Biden, sin embargo, se mostró el lunes convencida de que con Sheinbaum ambos países seguirán construyendo “una región más próspera, segura y democrática”.

Otra de las grandes incertidumbres tendrá que ver con el resultado de las elecciones estadounidenses de noviembre porque, de ganar Donald Trump, se abriría un escenario en el que el republicano podría tomar acciones radicales en la frontera o imponer aranceles que complicarían notablemente el gobierno de Sheinbaum.

Sheinbaum ha adelantado que quiere gobernar para todos aunque no está claro cómo de abierta al diálogo estará en los temas más delicados.

Primeras actividades

A los temas de seguridad y las críticas internas a los cambios constitucionales que continuarán en los próximos meses se une la incertidumbre sobre cómo se mantendrá la financiación de todos los programas sociales y de los proyectos de infraestructura inacabados y nuevos.

Su primer viaje como presidenta será a Acapulco, un puerto del Pacífico sur mexicano que solo un año después de ser devastado por el huracán Otis, quedó inundado por la torrencial lluvia de John, una tormenta muy errática que tocó tierra dos veces y ha dejado, al menos, 17 muertos en los estados de la costa del Pacífico.

Hay áreas en las que Sheinbaum podría intentar llevar a México en una nueva dirección. Doctora en ingeniería energética, parece más dispuesta a tomar acciones para mitigar los efectos del cambio climático mientras que su predecesor construyó una enorme refinería de petróleo nueva e inyectó dinero en la petrolera estatal. Pero sus compromisos presupuestarios no le dejan mucho margen de maniobra.

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Lo que sí genera expectativas en ciertos sectores es el hecho de que una mujer llegue a la presidencia, más de 70 años después de que pudieran votar por primera vez y en un país con altos índices de violencia de género.

“Las mujeres que llegan primero a algo son símbolos poderosos”, dijo Jennifer Piscopo, especialista de América Latina y temas de género en la Royal Holloway University de Londres. “Pero no tienen poderes mágicos especialmente cuando los retos de gobierno son tan grandes”.

Sheinbaum gobernará un país donde cada día son asesinadas, en promedio, 10 mujeres, de acuerdo a cifras de la ONU, y le tocará lidiar con un repunte de la violencia en la recta final del gobierno de López Obrador, que ha acumulado casi 200,000 homicidios dolosos durante su mandato, el más violento de la historia reciente.

[Con información de AP y Reuters]

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