Grupos proinmigrantes y de derechos civiles planean manifestarse el lunes 5 de marzo en Washington y otras ciudades de Estados Unidos, con la esperanza de revivir el debate sobre inmigración que ha pasado a segundo plano en el Congreso estadounidense, detrás del control de armas de fuego.
El 5 de marzo era el plazo que se había puesto el Congreso para dar una solución a los jóvenes amparados al programa Acción Diferida para los llegados en la Infancia (DACA), que tendría que haber finalizado en esa fecha.
Esto es, hasta que la Corte Suprema de Justicia decidió no intervenir en el proceso legal que se desarrolla a niveles judiciales inferiores, y que por el momento han obligado al Servicio de Inmigración y Aduanas a continuar recibiendo solicitudes de renovación del DACA.
Sin plazo fatal, no hay motivación para los legisladores en continuar buscando la solución que pueda legalizar —y quizás otorgar un camino a la ciudadanía— a los “dreamers”.
“Las posibilidades de que se apruebe una legislación sobre inmigración, grande o pequeña, son muy, muy remotas”, concede Frank Sharry, director ejecutivo del grupo proinmigrante, America’s Voice.
En cambio ha crecido la desconfianza entre demócratas y republicanos, sospechándose mutuamente de que los otros estén usando el impasse para no perder a los votantes en las elecciones legislativas de noviembre en las que se decide quién queda en control del Congreso.
Por un lado, en un intento por dar cobertura política a sus filas republicanas, el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, solo quieren considerar proyectos de ley que cuenten con el apoyo del presidente Donald Trump.
Por el otro, los demócratas dicen que la forma en que Trump ve a los inmigrantes —como una amenaza a la seguridad pública y al empleo de los estadounidenses, además de su vulgar referencia a sus países de origen—muestra su poca seriedad para llegar a un acuerdo pese a que continúa siendo la clave para alcanzarlo.
“Hay ciertas personas y ciertos países que Donald Trump no visualiza como parte del futuro de Estados Unidos”, señala Richard Durbin, el número dos en el liderazgo demócrata del Senado. “Hasta que el presidente y los republicanos en el Congreso caigan en la cuenta que deportar a los soñadores es algo tan negativo políticamente que es necesario hacer algo, creo que no es probable que avancemos”.
En lugar de hacer nuevas ofertas, Trump ha culpado a los demócratas del estancamiento.
“Soy yo el único que empuja por el DACA y los demócratas no aparecen por ningún lado”, tuiteó hace ya unos días.
Pero los legisladores parecen continuar ocupados en la matanza de 17 estudiantes y personal escolar en una escuela secundaria de Parkland, Florida, el mes pasado. El cambio solo subraya cuán rápidamente cambian las prioridades en el Congreso, alimentadas por la increíble velocidad con la que aparecen y desaparecen las noticias hoy en día y por los tuits del presidente que las hacen todavía más volátiles.
Los demócratas se han visto sometidos a la presión de los grupos liberales, como Indivisible y United We Dream, que exigen usar el próximo debate presupuestario para aprobar una solución migratoria. Pero muchos de los legisladores que tienen por delante duras contiendas electorales, no parecen dispuestos a arriesgar sus posibilidades de ser reelegidos.
El senador por Arizona, Jeff Flake, parte de los esfuerzos bipartidas para alcanzar un compromiso, dice que va a tratar de forzar una votación sobre su plan de extender el DACA por otros tres años a cambio de dar tres años de financiamiento al muro fronterizo que quiere Trump. Muchos demócratas se oponen a otorgar fondos para el muro y otros tantos conservadores aborrecen restablecer el DACA.
“La voy a presentar de todos modos”, asegura Flake. “En algún punto vamos a querer dejar esto atrás, aunque no haya fecha límite. No creo que nos favorezca en las elecciones de medio período”.