El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, participa en la cumbre del grupo de las siete economías más desarrolladas del mundo, G-7 en Italia, donde se buscan acuerdos en una amplia gama de temas.
Las diferencias son bien conocidas: el cambio climático, el comercio y la inmigración, y amenazan con alejar a los participantes en la cumbre de los siete países más industrializados del mundo de su habitual consenso, del que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sería el principal obstáculo. Pero esto podría no ser exactamente así, según expertos en el G7.
"Es un foro hecho para el particular estilo de Donald Trump. Es muy informal, muy interactivo y todos hablan entre sí en un lenguaje muy coloquial", señaló John Kirton, director del G7 Research Group de la University of Toronto. "Es el club de corazones solitarios definitivo. Nadie entiende lo duro que es estar en el cargo salvo sus homólogos de otros países".
Aunque Trump se ha reunido con todos los líderes individualmente, la cumbre de Taormina, en la isla italiana de Sicilia, será la primera vez que los siete se sienten a la misma mesa, incluyendo los recién llegados Emmanuel Macron en Francia, Theresa May en Gran Bretaña y Paolo Gentiloni en Italia, forjando una nueva dinámica tras un año de sobresaltos políticos en todo el mundo por el auge del nacionalismo.
La política climática promete ser el verdadero obstáculo de la reunión. El respaldo a las medidas contra el terrorismo sería un acuerdo sencillo, especialmente tras el ataque a un concierto de música que dejó 22 muertos en Gran Bretaña el lunes.
Pero parte de la confianza que alimenta este tipo de cumbres se vio alterada por una filtración de información de los servicios de inteligencia británicos sobre el ataque de Manchester, atribuida a un funcionario estadounidense, y que hizo que Londres decidiese dejar de compartir conocimientos adquiridos sobre el caso. Trump también irá a contracorriente en lo relativo al comercio, defendiendo una postura más proteccionista.
La revisión pendiente de las políticas climáticas de Estados Unidos, y la decisión de no pronunciarse al respecto antes de la cumbre en Taormina, lleva a los ambientalistas a esperar una resolución con un lenguaje suave que diga poco tras años de compromisos cada vez más sólidos para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y la emisión de gases de efecto invernadero, como recoge el Acuerdo de París.