En un envío doble, SpaceX lanzó el miércoles dos módulos de aterrizaje lunar para empresas de Estados Unidos y Japón que buscan impulsar negocios en el polvoriento satélite de la Tierra.
Los dos módulos despegaron en plena noche desde el Centro Espacial Kennedy de la NASA, sumándose a otras naves espaciales privadas con destino a la Luna.
Compartieron el viaje para ahorrar dinero, aunque se separaron una hora después del vuelo exactamente como estaba planeado y tomaron rutas indirectas separadas para el viaje de varios meses.
Es el segundo intento para la empresa con sede en Tokio ispace, cuyo primer módulo se estrelló en la Luna hace dos años. Esta vez, lleva a bordo un vehículo con una pala para recoger tierra lunar para su estudio y planea probar posibles fuentes de alimentos y agua para futuros exploradores.
El novato lunar Firefly Aerospace, con sede en Texas, lleva 10 experimentos para la NASA, incluida una aspiradora para recoger tierra, un taladro para medir la temperatura bajo la superficie y un dispositivo que podría ser utilizado por futuros caminantes lunares para mantener las partículas afiladas y abrasivas fuera de sus trajes espaciales y equipos.
El Blue Ghost de Firefly —nombrado así por una especie de luciérnagas del sureste de Estados Unidos— debería llegar primero a la Luna. El módulo de alunizaje, que mide 2 metros de altura, intentará el descenso a principios de marzo en Mare Crisium, una llanura volcánica en las latitudes norteñas.
El módulo de ispace, llamado Resilience y ligeramente más grande, tardará de cuatro a cinco meses en llegar, apuntando a un alunizaje a finales de mayo o principios de junio en Mare Frigoris, aún más al norte en el lado cercano de la Luna.
“No creemos que esto sea una carrera. Algunas personas dicen ‘carrera hacia la Luna’, pero no se trata de la velocidad”, dijo esta semana desde Cabo Cañaveral el director general y fundador de ispace, Takeshi Hakamada.
Tanto Hakamada como el director general de Firefly, Jason Kim, reconocen los desafíos que aún tienen por delante, dado los restos que cubren el paisaje lunar. Sólo cinco países han logrado colocar naves espaciales en la Luna desde la década de 1960: la antigua Unión Soviética, Estados Unidos, China, la India y Japón.
“Hemos hecho todo lo posible en el diseño y la ingeniería”, dijo Kim. Aun así, se prendió un trébol irlandés en la solapa de su chaqueta la noche del martes para tener buena suerte.
Estados Unidos sigue siendo el único que ha llevado astronautas al satélite. El programa Artemis de la NASA, sucesor del Apolo, tiene como objetivo llevar astronautas de vuelta a la Luna para finales de esta década.
Antes de que eso pueda suceder, “estamos enviando mucha ciencia y mucha tecnología con anticipación para prepararnos para eso”, dijo la jefa de la misión científica de la NASA, Nicky Fox, en la víspera del lanzamiento.
Si logran sus respectivos aterrizajes, ambas naves espaciales operarán durante dos semanas en luz diurna constante, apagándose una vez que llegue la oscuridad.
Una vez bajado a la superficie lunar, el vehículo de 5 kilogramos de ispace permanecerá cerca del módulo, moviéndose en círculos de hasta cientos de metros a una velocidad de menos de un centímetro por segundo. El rover tiene su propia entrega especial para dejar en el polvo lunar: una casita roja de tamaño juguete diseñada por un artista sueco.
La NASA paga 101 millones de dólares a Firefly por la misión y otros 44 millones por los experimentos. Hakamada declinó revelar el costo de la misión reiniciada de ispace con seis experimentos, y dijo que es menos que la primera misión, que superó los 100 millones de dólares.
Para finales de febrero está previsto el segundo lanzamiento lunar de la NASA por Intuitive Machines, con sede en Houston. El año pasado, la compañía logró el primer aterrizaje lunar estadounidense en más de medio siglo, que aterrizó de costado cerca del polo sur pero aún así logró operar.
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