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EE.UU.: el debate de los impuestos


El multimillonario Warren Buffett con el presidente Obama en la Casa Blanca.
El multimillonario Warren Buffett con el presidente Obama en la Casa Blanca.

En un año electoral, la idea de que los ricos deben pagar más al fisco se ha convertido en un tema de elevada fricción entre demócratas y republicanos.

La controversia de si los ricos deben pagar impuestos más altos lleva tiempo siendo objeto de candente discordia entre demócratas y republicanos, pero de cara a las elecciones de noviembre próximo el tema casi ha tomado proporciones de batalla campal, no sólo en el terreno moral sino también económico.

El presidente Barack Obama ha puesto de manifiesto que se opone al actual código tributario, y en su discurso sobre el Estado de la Nación el 24 de enero último reafirmó su opinión de que los estadounidenses que ganen al año más de un millón de dólares deben pagar impuestos a una tasa de al menos 30 por ciento de sus ingresos.

La idea acaba de ser retomada por una propuesta de ley presentada en el Senado –donde los demócratas son mayoría- avalada por el criterio de muchos estadounidenses con ingresos no tan altos y que consideran que una medida así constituye una decisión elemental de justicia, de equidad fiscal, y que en definitiva es un asunto de sentido común.

La polémica se ha avivado después de que el aspirante a la nominación presidencial republicana Mitt Romney dio a conocer sus declaraciones tributarias de los años 2010 y 2011, en las que salió a la luz pública que los ingresos que obtuvo el ex gobernador de Massachusetts de alrededor de $21 millones de dólares anuales fueron gravados a una tasa de sólo 15 por ciento.

La tasa aplicada a Romney es mucho más baja que la que paga el común de la gente a pesar de que sus ingresos sobrepasan unas 400 veces los de una familia típica en el país. La razón es matemática. La mayor parte de los ingresos de muchos millonarios provienen de inversiones, que generan ganancias de capital, las que son gravadas por el fisco a una tasa menor que los sueldos.

No se trata de una política nueva. Desde principios del siglo pasado, al término de la Primera Guerra Mundial, el Congreso de EE.UU. respaldó el principio de reducir la recaudación fiscal sobre este tipo de ganancias para incentivar el flujo de capitales, estimular la reinversión y promover la creación de fuentes de trabajo. Pero el axioma económico tiene cada vez más críticos que esgrimen el argumento moral.

Algunos legisladores demócratas sostienen que se trata de una concesión a los ricos que en tiempos de crisis económica, cuando el común de los ciudadanos batalla duro por apenas mantenerse a flote, es mucho más injusta porque los más beneficiados son precisamente quienes menos lo necesitan.

En cambio, los que se oponen a que los más adinerados paguen impuestos más altos aseguran que elevarlos hará más difícil a las empresas obtener ganancias, reducirá el crecimiento del empleo, y lesionará los mercados financieros, lo que en última instancia perjudicará los ingresos de los jubilados que en buena medida dependen para vivir de sus fondos de pensiones y cuentas de retiro.

Además, señalan que no es del todo justo que a los millonarios se les cobre impuestos más de una vez, primero, cuando obtiene ganancias de una inversión que hizo con su sueldo, ya gravado, y segundo, cuando las acciones en las que invirtió aumentan de valor, a lo que se agrega además el tributo sobre los dividendos que pagan las corporaciones.

Según información recopilada por una comisión tributaria no partidista, en 2011 las dos terceras partes de las ganancias de capital en EE.UU. fueron a parar al bolsillo de personas con ingresos superiores al millón de dólares al año; el 13 por ciento a quienes ganaron menos de $200.000 dólares, y apenas el 5 por ciento a estadounidenses con sueldos inferiores a los $100.000 anuales.

Tales números dan fuerza a quienes incluso alegan que la recaudación de mayores impuestos entre los ricos ingresaría más fondos a las arcas de un país agobiado por el déficit, y con el futuro de la Seguridad Social en jaque. Pero en un año electoral como éste, la iniciativa tiene pocas probabilidades de avanzar en un Congreso en el que siguen primando posturas irreconciliables entre republicanos y demócratas.

Por lo pronto, el respaldo más sólido que parece tener la propuesta de que los ricos paguen impuestos más altos proviene precisamente de dos de los multimillonarios de mayor renombre en EE.UU, Warren Buffett y el cofundador de Microsoft, Bill Gates, quienes han defendido la idea de que los más acaudalados deberían aportar más al fisco.

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