El caso del excontratista de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense., Edward Snowden, acusado de revelar programas de vigilancia antiterrorista, ha servido para crispar aún más las relaciones Quito-Washington después de que el fugitivo solicitó asilo en Ecuador y las autoridades del país suramericano reaccionaron de una manera indeseada en EE.UU.
Las tensiones entre los dos gobiernos subieron de tono esta semana cuando el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, pidió a Rusia la extradición de Snowden, de tránsito por el aeropuerto de Moscú, y advirtió que darle refugio al exanalista de seguridad contravenía la ley y tendría para cualquier país consecuencias diplomáticas.
La declaración de Ecuador de que consideraría la concesión de asilo al fugitivo fue seguida por un editorial del diario The Washington Post titulado “El Caso Snowden destaca doble rasero de Ecuador” en el que el periódico opinó que su disputa con EE.UU. le permitiría al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, tras la muerte de Hugo Chávez, ser el "principal demagogo antiestadounidense del hemisferio".
Correa respondió en su cuenta de Twitter que Snowden había denunciado “terribles cosas” que se hacían contra el pueblo de EE.UU. y el resto del mundo, y ante la advertencia de legisladores estadounidenses de que la actitud de Quito hacía peligrar las preferencias arancelarias concedidas al país andino, la reacción del gobierno ecuatoriano fue ríspida.
El presidente Correa anunció luego en rueda de prensa que su país renunciaba de forma “unilateral e irrevocable” a tales preferencias "frente a la amenaza, insolencia y prepotencia de ciertos sectores estadounidenses que han presionado para quitar" esos beneficios comerciales "por el caso Snowden".
Pero este no es el primer conflicto que agria los nexos bilaterales, puesto que el mandatario ecuatoriano suele pronunciar largos discursos en los que despotrica una y otra vez contra el “imperialismo” estadounidense, y en 2009 ordenó cerrar la base aérea de Manta, en la costa del Pacífico, una instalación clave para EE.UU. en la lucha antidrogas.
Luego en 2012, en un gesto visto por muchos como el de un gobernante proclive a forjarse la imagen de un David frente a Goliat ---al igual que por años hizo Fidel Castro en Cuba --Correa volvió a encarar a Washington al ofrecerle asilo político al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, quien desde entonces permanece refugiado en la embajada ecuatoriana en Londres.
En mayo de este año el presidente ecuatoriano acusó de interferir en los asuntos internos del país al embajador estadounidense en Quito, Adam Nam, por participar en un evento por el Día de Internacional de la Libertad de Expresión en el que se criticó la actitud hostil de Correa contra los medios de prensa privados.
Según el presidente de la Federación de Cámaras de Comercio de Ecuador, Blasco Peñaherrera, la decisión ahora de Correa de renunciar a las preferencias arancelarias andinas es algo "irresponsable” inspirado únicamente “en intereses políticos, ideológicos y no en lo que debe estar basado las decisiones de un mandatario, que es en el bienestar de la gente".
Analistas ponen de relieve que estas preferencias representan para Ecuador alrededor de $35 millones de dólares que el país no paga en aranceles, y que a pesar de que el 40 por ciento de las exportaciones ecuatorianas vienen a EE.UU., el presidente Correa ya había dado muestras de cuál iba a ser su proceder cuando el mes pasado dijo que esas preferencias comerciales se habían convertido en un “vulgar instrumento de política exterior”.
Las tensiones entre los dos gobiernos subieron de tono esta semana cuando el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, pidió a Rusia la extradición de Snowden, de tránsito por el aeropuerto de Moscú, y advirtió que darle refugio al exanalista de seguridad contravenía la ley y tendría para cualquier país consecuencias diplomáticas.
La declaración de Ecuador de que consideraría la concesión de asilo al fugitivo fue seguida por un editorial del diario The Washington Post titulado “El Caso Snowden destaca doble rasero de Ecuador” en el que el periódico opinó que su disputa con EE.UU. le permitiría al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, tras la muerte de Hugo Chávez, ser el "principal demagogo antiestadounidense del hemisferio".
Correa respondió en su cuenta de Twitter que Snowden había denunciado “terribles cosas” que se hacían contra el pueblo de EE.UU. y el resto del mundo, y ante la advertencia de legisladores estadounidenses de que la actitud de Quito hacía peligrar las preferencias arancelarias concedidas al país andino, la reacción del gobierno ecuatoriano fue ríspida.
El presidente Correa anunció luego en rueda de prensa que su país renunciaba de forma “unilateral e irrevocable” a tales preferencias "frente a la amenaza, insolencia y prepotencia de ciertos sectores estadounidenses que han presionado para quitar" esos beneficios comerciales "por el caso Snowden".
Pero este no es el primer conflicto que agria los nexos bilaterales, puesto que el mandatario ecuatoriano suele pronunciar largos discursos en los que despotrica una y otra vez contra el “imperialismo” estadounidense, y en 2009 ordenó cerrar la base aérea de Manta, en la costa del Pacífico, una instalación clave para EE.UU. en la lucha antidrogas.
Luego en 2012, en un gesto visto por muchos como el de un gobernante proclive a forjarse la imagen de un David frente a Goliat ---al igual que por años hizo Fidel Castro en Cuba --Correa volvió a encarar a Washington al ofrecerle asilo político al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, quien desde entonces permanece refugiado en la embajada ecuatoriana en Londres.
En mayo de este año el presidente ecuatoriano acusó de interferir en los asuntos internos del país al embajador estadounidense en Quito, Adam Nam, por participar en un evento por el Día de Internacional de la Libertad de Expresión en el que se criticó la actitud hostil de Correa contra los medios de prensa privados.
Según el presidente de la Federación de Cámaras de Comercio de Ecuador, Blasco Peñaherrera, la decisión ahora de Correa de renunciar a las preferencias arancelarias andinas es algo "irresponsable” inspirado únicamente “en intereses políticos, ideológicos y no en lo que debe estar basado las decisiones de un mandatario, que es en el bienestar de la gente".
Analistas ponen de relieve que estas preferencias representan para Ecuador alrededor de $35 millones de dólares que el país no paga en aranceles, y que a pesar de que el 40 por ciento de las exportaciones ecuatorianas vienen a EE.UU., el presidente Correa ya había dado muestras de cuál iba a ser su proceder cuando el mes pasado dijo que esas preferencias comerciales se habían convertido en un “vulgar instrumento de política exterior”.