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Falta de alimentos y recursos empuja a indígenas fuera de Venezuela


Foto de archivo del 10 de marzo del 2018, en la que una niña indígena de Venezuela descansan en un albergue en Paracaima, Brasil
Foto de archivo del 10 de marzo del 2018, en la que una niña indígena de Venezuela descansan en un albergue en Paracaima, Brasil

Cuando la hija menor del líder comunal indígena venezolano, Eligio Tejerina, cayó enferma con neumonía, su condición se vio agravada por la severa escasez que enfrenta su país.

Sus cinco hijos sobrevivientes ya estaban débiles y afligidos por el hambre. Sin posibilidad de encontrar alimento en el mercado local, su única opción era irse.

“Decidimos venir a Brasil porque nuestros hijos estaban muriendo de hambre. Ellos lloraban por el hambre. Solo comían una vez al día, por la noche. Únicamente una pequeña porción”.

La escasez generalizada de alimentos y medicinas, la inflación que continúa en aumento, los disturbios políticos y la violencia están causando que cientos de miles de venezolanos abandonen su tierra natal y busquen la seguridad en el exterior.

A medida que la situación empeora en el país, un número cada vez mayor de indígenas como Tejerina y su familia, que recorren las fronteras del país, necesitan asistencia humanitaria y protección en las vecinas Brasil y Colombia.

Cientos de miembros tribales han recorrido el sur de la frontera con Brasil en los últimos meses. Más de 750 indígenas venezolanos viven ahora en hamacas y tiendas de campaña en el albergue Pintolandia en Boa Vista, entre ellos el artesano de 36 años Baudilio Centeno de Tamacuro.

“Nos encontramos en una situación de privación total en Venezuela”, dice Centeno. Al no poder encontrar comida en el mercado con frecuencia, trajo a su familia de ocho a Brasil, donde intenta sobrevivir haciendo cestas y vendiendo latas de aluminio para reciclar a 3 reales (0,81 dólares) por kilo.

La difícil situación de la comunidad es compartida por el grupo indígena más numeroso de Venezuela, los Wayúu, con 270.000 personas, cuyas tierras tradicionales se encuentran en la frontera con Colombia. A medida que las condiciones empeoran en Venezuela, muchos llegan deshidratados, desnutridos y con solo la ropa que usan, con reportes de condiciones de hambruna severa. Otros describen cómo las clínicas médicas no cuentan con electricidad en Venezuela y los servicios de autobuses escolares se ven afectados por la escasez, lo que hace que sus hijos pierdan su educación.

“Luchamos por encontrar transporte para que mi hija pudiera ir a la escuela”, dice Kary Gomez, de 55 años, quien se encuentra entre los Wayúu que cruzaron al departamento colombiano de La Guajira.

“Se enfrentan a desafíos de pérdida de identidad, incluyendo su idioma, y un dramático deterioro de sus estructuras organizacionales”, añadió.

La mayoría de las personas que abandonan Venezuela y se dirigen a Brasil o Colombia necesitan asistencia urgente en relación con documentación, albergue, alimentación y atención médica, y ACNUR está trabajando con los respectivos Gobiernos y organizaciones socias para satisfacer esas necesidades.

A principios de esta semana, un juez federal en el estado fronterizo de Roraima en Brasil suspendió la admisión de venezolanos al país y cerró brevemente la frontera, aunque el fallo fue anulado por el Tribunal Supremo del país el lunes por la noche.

Un equipo de ACNUR se mantuvo en la frontera y continuó monitoreando la situación durante el breve cierre de ayer. Informaron que unos 210 venezolanos no pudieron finalizar los trámites migratorios, pero no fueron deportados. No se llevaron a cabo devoluciones de refugiados.

A través de su oficina local en Riohacha, la capital del departamento colombiano de La Guajira, ACNUR también está trabajando en estrecha colaboración con las autoridades y los socios locales para proporcionar educación a los niños Wayúu. En la escuela Maimajasay, alrededor de 200 niños Wayúu encuentran un ambiente de aprendizaje seguro que nutre y fomenta las tradiciones indígenas, con muchas clases impartidas en su lengua materna, Wayúunaiki.

Esfuerzos similares se han realizado en Brasil, donde los niños de Warao reciben clases básicas en su idioma natal en el albergue de Boa Vista.

“Usualmente nos reunimos para contar historias y cuentos tradicionales”, dice Tejerina.

Hay al menos 26 grupos indígenas en Venezuela. A medida que la situación continúa, se necesita más asistencia para ayudar a los desarraigados de sus tierras, que no ven ninguna posibilidad de retorno en el corto plazo.

“Todavía no sabemos lo que sucederá en Venezuela. Lo que importa es que aquí estamos bien”, dice Centeno, que no está seguro de si su familia podrá regresar a casa y cuándo. “Nuestros hijos pueden comer y nos sentimos seguros”.

Con información de ONU Noticias

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